The Independent, el más joven de los diarios británicos de gran formato, triplicó sus ventas en 1999 gracias a una campaña de la agencia Lowe Howard
Spink, premiada con que el Grand Prix del Festival de Cannes. El spot mostraba a una sociedad enfrentada a un mundo plagado de prohibiciones a través de una voz en off que vetaba beber, fumar, fornicar y otros divertimentos
más, pero al enfrentarse a la primera plana del periódico, la voz retrucaba y
eliminaba el ‘don’t’ y enfatizaba el ‘read’. El éxito de la campaña posicionó la
imagen de «independiente» del medio impreso, dándole un aura —irreal o no— de lo
que se espera de cualquier periódico o periodista: ejercer la profesión con
probidad y libertad, sin ningún tipo de injerencia.
Cuando era estudiante de
Comunicaciones, se comentaba que los franceses de Le Monde habían dejado el periodismo informativo para dar paso a uno interpretativo. Pasaron los
años y todavía hoy, salvo honrosas excepciones, son pocos los periodistas que se
atreven a opinar a conciencia.
Yo soy de los que le gusta leer —y cuando no me
gana la pereza— escribir periodismo de opinión. Me interesa el punto de vista
subjetivo de las personas, siempre y cuando el sentir y los móviles sean
sinceros. Puedo no compartir la postura, pero me parecerá plausible si se
detectan argumentos y no falsedades, diatribas o medias verdades. Intento
rehuirle a los pelmazos, a los mermeleros, a los figuretis, a los sobones, a los divos de la escritura que buscan su lucimiento personal, a quienes se creen dueños de la verdad.
El verdadero periodista de opinión debe ser culto.
Manejar un nivel superior de redacción. Expresar sus ideas con claridad. Ser
apasionado sin abusar de los adjetivos ni caer en absolutismos. Ser valiente y
luchar por su independencia. No claudicar ante los intereses de arriba aunque
corra el riesgo de patear latas o que su cuerpo termine pavimentando un trayecto
de la Panamericana.
Me gustaría un mundo con más opinión y menos información,
pero eso depende más de los medios que del propio periodista. Cuando los
propietarios hagan caso de Voltaire con eso de: “no comparto tu opinión, pero
daría mi vida por defender tu derecho a expresarla” y no censuren porque las ideas van en
contra de la ‘línea del medio’, ese día creeré que la pluralidad, la tolerancia
y la cacareada libertad de expresión, en realidad existe.
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