lunes, 30 de marzo de 2009

una eliminada más

Los peruanos somos expertos en disputar eliminatorias... siempre quedamos eliminados. Bueno, no siempre. Yo nací en 1971 y pertenezco a la última generación que vio a la blanquirroja clasificar y participar en un mundial.

De la Copa de 1978 conservo vagos recuerdos. La promoción de chocolate Juguete de Motta llevándote a Buenos Aires —haciéndome un choclón en la cabeza porque ‘Buenos Aires’ para mí era el decadente balneario de Trujillo—. La cancha de cartón de Pepsi para jugar fulbito con chapitas que avanzaban de manera diagonal. El álbum de figuritas. Gauchito la mascota y Tango la pelota. El zambo Cavero cantando: te daré la vida y cuando yo muera, me uniré a la tierra, contigo Perú.
 
Las eliminatorias y mundial de España sí las recuerdo con nitidez, teniendo como soundtrack ¡Perú! ¡España 82!Compuesto por Escajadillo. El primer partido en el Campín de Bogotá donde Cubillas falló un penal y La Rosa igualó 1-1 a poco del final. El 2-0 del partido de vuelta con goles de Barbadillo y Uribe. El partidazo frente a Uruguay en el propio Centenario, 2-1 con tantos de La Rosa y Uribe. El 0-0 clasificatorio con Chumpi cargado en hombros y llorando porque sabía era su último partido con la bicolor.
 
Nuestra última clasificación generó que la venta de televisores a color —y de Betamax—se disparase. En casa habíamos comprado uno un poquito antes, un Toshiba, en la Navidad de 1979, lo que condenó al aparatoso Westinghouse en B/N a ser un mueble del hall. Se popularizo el Quintrix de National o el Sony Trinitron, así como la publicidad transmitida por sus pantallas, la de Pantodos con Panadero Díaz, capitán de la selección en reemplazo de Chumpi; Ajinomoto con Elba de Padua Lima ‘Tim’, entrenador del equipo, quien probaba un guiso preparado por Teresa Ocampo y decía: “¡Oh!, comida peruana, tan exquisita como su futebol”;la promoción de América TV —de más de minuto y medio— con la locución de Arturo Pomar: “Con la fuerza de los ríos, con la fe de tus montañas, pon coraje, pon tu corazón, hermano...”
 
Pobres peruanos más jóvenes que yo quienes no han gozado de emoción y ambiente semejante. Un ‘chibolo’ como yo ve a Naranjito y de inmediato recordará los días en que los colegios dejaban a los estudiantes salir temprano para ver a la selección igualar 0-0 con Camerún, 1-1 con Italia (que luego sería campeón) y... caer 5-1 contra Polonia (amarga despedida de los mundiales).
 
Con resultados tan magros, no es difícil pensar que los peruanos llevamos un partido doloso en el corazón. El mío es el 2-2 frente a Argentina de junio de 1985. Tenía entonces trece años y todavía me duele hasta hoy (como el siniestro del Fokker un par de años después). Perú comenzó a perder con el foul descalificador de Camino que sacó a Navarro del partido. Maradona se escapa de la marca de Reyna, centra y Pasculli anota el primer tanto argentino. Ahí parecían sepultadas nuestras esperanzas. No estaba en los papeles de nadie —menos en los de Bilardo— que Velásquez empataría de cabeza y que Cueto esa tarde jugaría mejor que el Pelusa, se abriría paso entre los argentinos desde el medio campo y habilitaría a Barbadillo —nuestra ‘máxima’ y criticada figura—para que anotase el 2-1, resbalándose en el lodo. Sí, los peruanos volvimos a tocar el cielo. ¡Estábamos clasificando, carajo! Pero como siempre nos olvidamos que los partidos duran noventa minutos y faltando nueve, Passarella envía un pelotazo que choca en el palo pero no entra, parece que Chirinos puede despejar, pero Gareca lo empuja y se mete al arco con balón y todo. Se repite el marcador histórico de La Bombonera, pero esta vez el resultado juega a favor de los argentinos. A falta de dos minutos, Uribe queda solo pero pierde en el mano a mano frente a Fillol. Ese fue el ‘casi’, maldición que asoma como sombra sobre el fútbol peruano. No volvimos a estar tan cerca de una clasificación hasta 1997 cuando perdimos nuestra oportunidad al caer 4-0 en Santiago y Chile nos igualó en puntaje, clasificando ellos por diferencia de goles. Los demás procesos eliminatorios mejor dejarlos en el olvido, al igual que las participaciones de nuestros equipos en la Libertadores, salvo la meritoria campaña de Cristal de 1997 —perdió la Final frente a Cruzeiro— y el título en 2003 de Cienciano en la Sudamericana.
 
Las personas que vinieron al mundo después que yo, difícilmente conservan buenos recuerdos del fútbol peruano. En mi época de colegial o universitario, las aulas eran focos de discusión futbolística, después cuando volví en 2002 a una universidad —como docente— el fútbol le interesa solamente a una minoría. Alianza o la U ya no son la pasión de multitudes, gracias al cable ahora la chibolada es más seguidora del Barça, Boca o Chelsea. Su indiferencia es la respuesta a la mediocridad y pobreza de resultados del balompié nacional.
 
La suerte de Perú para Sudáfrica 2010 es tan negativa como la de1989 o 1993. Perder 3-1 frente a Chile en el Monumental duele porque nos ubica en el último escalafón de Sudamérica y nos deja fuera de carrera antes de lo acostumbrado. Antes podíamos llegar con vida hasta la penúltima fecha de las eliminatorias, ¡hoy estamos desahuciados a falta de siete partidos!
 
El presente proceso se jodió no cuando caímos goleados 6-0 frente a Uruguay o 5-1 frente a Ecuador, tampoco tras la juerga en el Hotel Los Delfines que les costó el puesto a Pizarro, Farfán y Mendoza en una necia actitud de Del Solar (como si pudiéramos darnos el lujo de prescindir de jugadores). Perú comenzó perdiendo desde el 2005 cuando no se planificó un trabajo serio y se preparó jugadores de recambio para suplir a Solano, Maestri o Palacios. La débil esperanza luego que Vargas y Fano fabricaron fuera de tiempo el 1-1 frente a Argentina, fue aplastada primero por Bolivia y Paraguay, y ahora por Chile. Perú no va a clasificar y me temo que si seguimos por el mismo camino no lo lograremos en mucho tiempo. Premisa indigerible, sobre todo si miras a niños como Alfi —mi hijo y mayor orgullo—quien a sus tres años me acompañó en el grito eufórico por el gol de descuento frente a Chile, pero en este momento, a tres horas de finalizado el partido, ya ni se acuerda y menos le importa si Perú ganó o perdió; pero llegará el día en que sí le importe y ojalá no sufra las frustraciones que ahora siento como peruano.

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