lunes, 20 de agosto de 2012

batallas en La Libertad (parte II)

Segunda parte de las batallas y conatos que tiñeron de sangre el suelo de La Libertad. Han pasado 80 años desde la última asonada y el trujillano de hoy, pasivo y aletargado ante cualquier circunstancia adversa a sus intereses, no parece reflejarse con el trujillano de antaño.


La batalla de Huamachuco  

Se podría creer que la batalla final entre peruanos y chilenos fue por expulsar al invasor del territorio patrio, nadie en los colegios menciona que el verdadero motivo fue proteger el gobierno de Miguel Iglesias en Cajamarca, favorable a los intereses chilenos, del intento de derrocamiento por parte de Cáceres. Una perla más que demuestra que en la Guerra del Pacífico los enemigos de los peruanos no eran los mapochos, sino los propios peruanos. 

El coronel Miguel Iglesias emite el 31 de agosto de 1882, tras la batalla de San Pablo, un manifiesto desde la hacienda de Motán, llamando a firmar la paz entre Perú y Chile, aceptando la cesión de la provincia de Tarapacá. Andrés Avelino Cáceres se opuso a firmar la paz bajo esas condiciones.  

En enero de 1883, Iglesias se autoproclama Presidente Regenerador de la República y sus enviados a cargo de Juan de Lavalle inician la negociación de paz con los chilenos en Chorrilos. El 9 de febrero, Patricio Lynch, jefe de las huestes invasoras, recibe del presidente Santa María la orden de reforzar el mando de Iglesias, convencido de que con él se firmaría la paz según sus intereses. El 3 de mayo, se acuerda la basa del Tratado de Ancón entre Lynch e Iglesias, quien rubrica un convenio inicial desde Cajamarca. 

Cáceres, quien había liberado a la sierra central de presencia chilena, estableciendo su cuartel general en Tarma, ordena al coronel Isaac Recavarren llegado desde Arequipa por encargo de Lizardo Monteroa reorganizar las tropas para marchar al norte con el fin de deponer el gobierno de Iglesias. 

Lynch envía a León García, a través de Canta, y a Del Canto, a través de Lurín, para atacar a Cáceres. Acompañaban a las tropas de García dos coroneles peruanos afines a Iglesias, Manuel Vento y Luis Millón Duarte. A su vez, a través del prestamista Mariano Castro Saldívar, el jefe invasor adquiere armamento para las hordas leales a Iglesias, lideradas por Vidal García en Trujillo y Genaro Carrasco en Piura. Cuando León García arriba a Tarma el 21 de mayo y el 26 Del Canto no encuentra a Cáceres, quien cinco días atrás había marchado hacia Huaraz para reunirse con Recavarren. Lynch decide entonces enviar al coronel Alejandro Gorostiaga desde Trujillo a Huamachuco para cortar el avance de los rebeldes hacia Cajamarca. Quedaba en Trujillo Herminio González con 600 hombres. 

El 5 de junio, el gobierno de Lizardo Montero y el Congreso de Arequipa nombran a Cáceres Segundo Vicepresidente de la República. En esas circunstancias, Gorostiaga deja Huamachuco y marcha hacia Huaraz con mil hombres y cuatro cañones. 

El 20 de junio, las fuerzas de Cáceres se reúnen con las de Recavarren en Yungay. Cáceres decide evitar a Gorostiaga cruzando la cordillera por la laguna de Llanganuco y llega a Pomabamba el 26 de junio. Para despistar al chileno Arriagada, a cargo de las tropas conjuntas de León García y Del Canto, quien venía tras sus pasos, propaló el falso rumor de que se dirigiría al sur, provocando que el enemigo en su cacería inútil perdiese 571 de sus 2.870 soldados por enfrentamientos con montoneros, enfermedades y deserciones. Gorostiaga llega a Sihuas el 25 de junio, pero al ver los caminos y puentes inhabilitados, retorna a Huamachuco a la espera de González, quien parte de Trujillo, dejando la plaza desprotegida, oportunidad que aprovecha el coronel José Mercedes Puga leal a Cácerescon sus huestes organizadas en Cajamarca para tomar la ciudad. 

El 7 de julio, Cáceres llega a Tres Río y mediante consejo de Guerra propone dar batalla. Contaba con 1.380 hombres del ejército del centro y no más de 500 del destacamento del norte. La infantería estaba armada con fusiles Peabody Martini, Remington, Gras repotenciado a bala Comblain (capturado a los chilenos en escaramuzas anteriores) y viejos Minié, pero carecían de bayonetas. La caballería con carabinas Peabody Martini, Spencer y Minié, pero sólo la escolta tenía sables. Los artilleros con carabinas Winchester modelo 1866, ocho cañones de bronces y cuatro de acero, de diversos sistemas y calibres.  

El enemigo en cambio contaba con 1.736 hombres, incluyendo jefes, oficiales y el efectivo del parque. La infantería estaba armada con fusiles Gras repotenciado a bala Comblain y bayonetas. La caballería y artilleros con carabinas Winchester 1873, sables ingleses y siete cañones de montaña Krupp de calibre 75 mm.  

El 8 de julio, Cáceres decide no tomar el camino de Santiago de Chuco para llegar al poblado sino el camino de Escalerillas, por la cordillera de Huaylillas, ocupando las alturas de Cuyulga al sureste de Huamachuco. Ordenó al coronel Francisco de Paula Secada atacar la plaza desde el cerro Santa Bárbara, al coronel Pedro Silva por la derecha del poblado y a Recavarren por la izquierda. Encontrándose en desventaja, las fuerzas de Gorostiaga se retiran de Huamachuco y se trasladan al norte, a las alturas del cerro Sazón, donde los muros pre-incaicos les sirven como defensa.  

El 9 de julio, algunas tropas de Cáceres que ocupaban Huamachuco, se acercan al cerro Sazón e intercambian disparos de fusil con las fuerzas chilenas.  

El 10 de julio, Gorostiaga desplaza dos regimientos en dirección al cerro Cuyulga, antes que las fuerzas del coronel Puga, apostadas en Trujillo, se reúnan con las de Cáceres. Protegidos por la neblina, desciende del cerro Sazón las compañías del ‘Zapadores’ con dirección al Santa Bárbara. Cáceres envía compañías del ‘Cazadores de Concepción y Marcavalle’, al mando del coronel Juan Gastó, a cargar contra ellos, logrando que los chilenos se replieguen de nuevo en el cerro Sazón. Gorostiaga también mueve sus piezas y envía a las compañías del ‘Concepción’ y del ‘Talca’ a enfrentarse a la división de Germán Astete. El combate se entabla en el cerro Conochugo hacia donde Gorostiaga envía refuerzos para proteger a la caballería y artillería. Mientras tanto, el regimiento ‘Talca’ se bate contra las compañías de Manuel Cáceres.  

Al mediodía, las fuerzas peruanas escalan el cerro Sazón y ocupan su base y las laderas. El combate se libra en la pendiente del cerro. Cáceres ordena a la artillería a apuntar hacia la cima pero, para su mala suerte, las tropas se quedan sin municiones y tienen que enfrentarse, cuesta arriba, solo con las culatas de sus fusiles. Viendo la oportunidad, Gorostiaga envía a la carga el escuadrón ‘Cazadores a Caballo’. La infantería peruana se ve doblegada y retrocede a punta de bayonetas. Ante el cambio de situación, Cáceres ordena a la artillería retornar a su posición original para cubrir la retirada, pero ya era tarde, la caballería chilena se hace dueña del campo.  

Cáceres, seguido de su escolta, logra reagrupar al batallón ‘Tarma’ y los arenga para realizar una última resistencia. Atacados por la infantería y caballería chilena, el batallón fue hecho mierda y sucumbió la mayor parte de la escolta general. El teniente Abelardo Gamarra, testimonia así el final de la batalla: Sangriento fue el combate del Tarma, que hecho pedazos en una lucha desigual, vio al caudillo sereno y valeroso que le conducía hasta aquella tumba de gloria, abrirse paso revólver en mano en medio de la caballería enemiga, acompañado de su secretario Florentino Portugal, después de haber visto caer a su ordenanza Oppenheimer. La infantería chilena, con el apoyo de dos piezas de artillería, ocupa el cerro Cuyulga.  

Consumada la derrota, los chilenos persiguieron a los dispersos. La caballería intentó infructuosamente capturar a Cáceres. Los coroneles Recavarren y Leoncio Prado, quienes se hallaban heridos, fueron retirados del campo por sus soldados, sin embargo, Prado fue capturado poco después y fusilado postrado en una cama.

Las fuerzas de Cáceres sufrieron 800 bajas (50% de sus efectivos). El parte de Gorostiaga indica que encontró 500 muertos en el campo de batalla y 300 en las alturas. Según el historiador chileno Encina, el propio Gorostiaga admitiría haber ejecutado posteriormente a la batalla, a 200 desertores del ejército chileno, enrolados en el otro bando. La suma de 800 subiría a 900 por los prisioneros y heridos ejecutados, aduciendo que formaban parte de un ejército irregular o montonera por lo que no merecían ser considerados como ‘prisioneros de guerra’. Las bajas, según Gorostiaga, de su tropa fue de 150 hombres (el 10% de su tropa). 

Después de la batalla, Cáceres se retira a Ayacucho donde organiza un Nuevo ejército con Justo Pastor Dávila. El 20 de octubre de 1883 se firma el Tratado de Ancón, quedando pendiente la promulgación por el congreso peruano. El 25 de octubre, una revuelta depone el gobierno de Montero en Arequipa, quien se exilia en La Paz, y las tropas chilenas ocupan la ciudad. En las siguientes semanas, el ejército de Cáceres con mil reclutas y dos cañones salvados del desastre de Huamachucose enfrentaría en distintas escaramuzas con las fuerzas de Iglesias que contaban con el apoyo de Chile, pero no pueden impedir que el 8 de marzo de 1884, el gobierno de Miguel Iglesias promulgue el Tratado de Ancón.


La Revolución de 1932 

Sin ánimo de desmerecer, u ofender, a los apristas, que todavía quedan muchos en Trujillo, es oportuno aclarar que el término ‘revolución’ le queda grande. La acción fue una asonada, una revuelta, pero no una revolución que implica un cambio de impacto muy profundo en la sociedad, cuyos efectos se prolongan en el tiempo. La revolución del ’32 no cambió nada en Trujillo y menos en el Perú.  

En la década de 1920, Trujillo y los valles azucareros colindantes vivieron la gestación y crecimiento de una organización sindical que agrupaba a los campesinos de las haciendas y a la intelectualidad urbana. Zonas como Casa Grande, Cartavio y Laredo se convirtieron en bastiones del APRA, partido de marcada orientación socialista.  

Tras el derrocamiento del gobierno de Augusto B. Leguía en 1930, al año siguiente se convocaron elecciones generales, resultando vencedor el candidato de la Unión Revolucionaria, el en ese entonces presidente de facto, Luis Sánchez Cerro sobre el candidato del recién fundado Partido Aprista Peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre, de fuerte arrastre político en Trujillo y todo el norte del Perú.  

Aduciendo fraude, los apristas hicieron extensivas sus protestas, generando un estado de ingobernabilidad. El 8 de enero de 1932, Sánchez Cerro perpetró un autogolpe y publicó una ley inconstitucional en la que quedaban proscritas todas las libertades políticas y permitía la detención de cualquier ciudadano sin mandato judicial. Los principales miembros del partido aprista fueron perseguidos y el 6 de julio, Haya fue apresado en Lima. Entonces, las demandas por el fin del gobierno sanchezcerrista y la liberación del líder aprista se volvieron incontenibles en la región. 

En la madrugada del 7 de julio, un grupo de insurgentes, compuesto fundamentalmente por obreros y campesinos se dispusieron a tomar por asalto el cuartel de artillería Ricardo O’Donovan, ubicado a la entrada de la ciudad, en lo que hoy son las instalaciones de la O.R. en la avenida España. Manuel —el 'Búfalo'— Barreto, líder de la revuelta, fue quien derribó las puertas y por eso, fue el primero en caer de un balazo en la garganta y otro en los testículos. El cuartel fue saqueado por los revoltosos, distribuyéndose los seis cañones móviles, fusiles y ametralladoras. Durante la mañana, Trujillo fue tomado y se nombró como prefecto máxima autoridad civil a Agustín Haya de la Torre, hermano de Víctor Raúl. Los distritos aledaños también se sumaron a la revuelta. 

El gobierno de Sánchez Cerro ordenó el 8 de julio un ataque aéreo para aplacar la rebelión, siendo el primer ataque a población civil protagonizada por una flota de aviones en el Perú. Mientras tanto, se movilizaron tropas desde Lambayeque y el regimiento de infantería N° 7 se disponía a desembarcar en el puerto de Salaverry. 

El 9 de julio, diez oficiales del ejército y quince policías capturados durante la insurrección fueron asesinados, entre ellos estaban dos oficiales de apellidos Ortega y Villanueva, culpables de asesinar algunos militantes apristas en Paiján y el mismo Trujillo en diciembre de 1931. Ese mismo día, las tropas del regimiento N° 7 fueron rechazadas por los insurgentes en la zona denominada La Floresta.  

Hasta el lunes 11 de julio, las barricadas del pueblo armado logró contener la embestida de las fuerzas gubernamentales, provocando numerosas bajas en ambos bandos. En aquella madrugada, tras un intenso bombardeo aéreo y terrestre, un gran despliegue de tropas ocuparon la ciudad. La lucha se libró calle por calle. En la Portada de Mansiche, un grupo de francotiradores, dirigidos por Carlos Cabada, contuvo el avance del ejército, ayudando a fortalecer las defensas dentro de la urbe. En la plazuela El Recreo, una dama de nombre María Luisa Obregón, llamada ‘La Laredina’, condujo la resistencia disparando ella misma una ametralladora. Los soldados eran recibidos con disparos y con cualquier objeto contundente arrojado por los rebeldes desde los techos con cánticos y lemas alusivos al aprismo. Fue el profesor Alfredo Tello Salavarria quien se mantuvo frente a las últimas trincheras, en el barrio de Chicago.  

El 18 de julio, el jefe de operaciones, coronel Luis Bravo, informó tener el control territorial, luego de cometer numerosas represalias contra la población civil en Chepén, Casa Grande, Ascope, Cartavio y Mansiche. Una Corte Marcial, sin ninguna garantía e independencia, dictó pena de muerte contra 102 personas sindicadas como principales responsables del alzamiento. Debido a que muchos se encontraban fugitivos, la pena solo se pudo aplicar a 42 detenidos, quienes fueron dirigidos a la ciudadela de Chan Chan, obligados a cavar las fosas que se convertirían en sus tumbas y luego fusilados el 27 de Julio. Sin embargo, se calcula que otros 5 mil civiles, vinculados al partido aprista, fueron abaleados de forma extrajudicial.  

Esta insurrección y su terrible represión, marcaron por mucho tiempo la identidad política de Trujillo, bastión del aprismo, y del norte del Perú. Significó también una animadversión entre el APRA y las Fuerzas Armadas que recién se pudo conciliar en el primer gobierno de Alan García. 

En la mañana del 30 de abril de 1933, Sánchez Cerro abandonaba el hipódromo de Santa Beatriz (hoy Campo de Marte) tras pasar revista a las tropas que iban a combatir en el conflicto armado contra Colombia. En eso, un individuo se subió al estribo del carro y le encajó varios disparos por la espalda. Herido de gravedad, fue llevado de emergencia al Hospital Italiano (ubicado en la avenida Abancay) donde fallecería luego de tres horas de agonía. Su asesino se llamaba Abelardo Mendoza Leyva, natural de Cerro de Pasco, que sobrevivía en Lima realizando cachuelos y que... estaba afiliado al partido aprista.

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