domingo, 22 de junio de 2014

fito en technicolor

Pocos conciertos tan memorables en nuestra urbe como el ofrecido por Fito Páez el pasado 21 de junio. En un escenario austero, comparado a otros recargados de luces y efectos, acompañado de una banda que se mantuvo siempre en segundo plano sin que ninguno de los músicos se animase a lucirse con su instrumento, se pudo apreciar a un artista cuya sola presencia bastaba para llenar y acapararlo todo, sin ningún tipo de parafernalia salvo su voz, algunas piruetas y sus trajes estrafalarios. 

Tildado muchas veces de ‘pecho frío’ para este tipo de eventos, el público trujillano se conectó de inmediato y brincó y cantó a viva voz, armando un ambiente cálido e íntimo, de verdaderos fanáticos y conocedores, que seguro dejó satisfecho al artista rosarino, hincha de Central, que en sus primeros años en este laburo se dedicó a componer para otros y tuvo que aguardar hasta la década de 1990 para consolidarse como cantautor y referente del rock argentino, casi a la altura de Charly García o del Flaco Spinetta. 

La velada comenzó a las diez y cuarto de la noche, horario inusual para quienes los sábados salen tarde de sus casas, ya que la gente siguió llegando pasadas las once. Fito irrumpió en el ruedo con un traje rosado impecable, queriendo emular a Oscar Wilde cuando por su fisonomía se asemejaba más a la Pantera Rosa. Flaco en extremo y de una estatura considerable; su cabello alborotado, los lentes oscuros y la barba descuidada recordaba por momentos a Jeff Lyne —el vocalista de E.L.O.— después de haber pasado una temporada en el ghetto de Varsovia. Engalanado de esa forma interpretó Margarita (dedicado a su hija) extraído de su último álbum, Llueve sobre mojado, 11 y 6, Sos más (dedicada a su hijo), La velocidad del tiempo (dedicado a su ‘hermano’ Gustavo Cerati), entre otros temas.

La segunda parte de la tocada principió con el escenario en penumbras, escuchándose los compases de El amor después del amor y escuchándose la voz de Fito, pero no se le veía por ninguna parte. Sólo cuando la canción cambiaba de ritmo las luces se iluminaron y mostraron a un Fito más informal, ataviado con una casaca de brillos, propia de un arlequín. Pasando revista a varios de sus éxitos: Tumbas de la gloria, Te vi, Brillante sobre el micAl lado del camino, Circo Beat, Naturaleza sangre, una versión en extremo ruidosa de Ciudad de pobres corazones, etc., los asistentes se enchufaron más y el ambiente adquirió un vitoreo futbolero (como en Argentina) que lo llevó a Páez a afirmar que los trujillanos éramos mejor público que el limeño (días atrás se había presentado en el Parque de la Exposición de la capital). Quisiéramos creer que realmente es así. 

El tercer traje con el que apareció consistió básicamente en un abrigo de piel albina que le llegaba a las rodillas y con él ofreció sus tres últimas canciones: Dar es dar, A rodar mi vida y la más festejada: Mariposa Technicolor. Páez se despidió asegurando que había sido una noche inolvidable, lo cual es seguro a pesar de la escasa convocatoria de apenas dos mil personas, dejando el sabor de que a Trujillo todavía le falta quórum —o dinero— para acoger a los grandes artistas.

0 comentarios: