Kike Caro, Miki Ganoza y sus
alumnos de la
Promo XXVIII del SJO.
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Personaje de vastísima
cultura, su materia fuerte era la Historia Universal —uno de esos cursos
humanistas expectorados por Fujimori de la malla curricular— donde se explayaba
a su regalado gusto, embelesando a su corta (por edad) audiencia pasando
revista como pocos de las andanzas de egipcios, griegos y fenicios en Primer
Año, de ostrogodos, francos y visigodos en Segundo, la Revolución Francesa en
Tercero y las Guerras Mundiales en Cuarto. En Quinto dejaba la historia y nos
enseñaba Filosofía y Lógica, mismo Platón a unos improbables Aristóteles. Kike
Caro era un orador elocuente, de un verbo cultivado, que matizaba sus lecciones
programadas con temas de actualidad como la perestroika, la rebelión
estudiantil en la plaza Tiananmén o incentivando el debate con el estreno
de películas que valía la pena ver como The Mission o Le nom de la
Rose. Su método pedagógico era la exposición prolongada —setenta minutos en
promedio— en los que nadie se le hubiera ocurrido interrumpirle, acto que podía
costarte un severo pellizco que te dejaba el hombro moreteado y adolorido por
el resto de la semana. Cuando el maestro dictaba su clase, todo alrededor
se callaba. Con él se cumplía a la perfección el eslogan de Pioneer: “El resto
es silencio”.
De elevada
estatura y cabello canoso prematuro, no recuerdo haberlo visto alguna vez con
terno en clases, marcando diferencia con la mayoría de sus colegas. Su
vestimenta usual era un polo con cuello que marcaba muy bien su porte atlético —amante
de la playa, practicaba natación—, no necesitaba de corbatas para lucir elegante
e impresionar con su espigada presencia. Tampoco era muy amigo de utilizar la
pizarra, quizá por evitar embadurnarse los dedos con tiza, menos de revisar
cuadernos y esas cojudeces por el estilo. Lo suyo, reitero, era la verborrea.
Hablaba con una letanía que me imagino adquirió en sus tres años de seminarista
en España donde le faltó muy poco para recibirse de sacerdote. Contrario a
demostrar afectos por algo o por alguien, nunca le escuché algún comentario
zalamero, lo suyo era la crítica punzante y el sarcasmo oportuno. La admiración
que despertaba por sus conocimientos y por su franqueza al parlar hizo que se
ganara el cariño el respeto en el aula de muchas promociones de sanjosefinos,
convirtiéndose por absoluta mayoría en el profesor referente, el número uno, el
invitado estrella de todos los reencuentros de ex alumnos y clases del
recuerdo. En la última de ellas, le dejó a mi Promoción una instrucción
memorable: “disfruten de este momento porque la felicidad no es eterna, está
constituida por instantes como estos”.
Vecino cercano del
centro histórico de la ciudad, era común por las noches verlo recorrer sus
calles, sea para ir al cine —iba solo como buen cinéfilo que se respete— o para
recorrer estaciones en Semana Santa, porque si bien era un voraz consumidor de
Voltaire y otros autores heréticos, nunca dejó de ser un hombre creyente.
Cuando me mudé cerca de Albretch, tuve la fortuna de disfrutar de sus
prodigiosas chácharas, sobre todo en los últimos veranos cuando sacaba a mis
hijos al parque y Kike se sentaba conmigo en una de las bancas para hablar de
política, literatura, chismes de las rancias familias trujillanas y, sobre
todo, de cine. Nunca se lo dije, pero gracias a esa manera tan minuciosa que
tenía para graficar las escenas de tal o cual película, con un brillo goloso en
los ojos, augurando un suculento placer audiovisual, es que después pude
disfrutar de Teorema de Pasolini o Straw Dogs de Peckinpah. La última
película que me prestó fue The Secret of
Santa Vittoria con Anthony Quinn y Anna Magnani, quedó pendiente prestarme Du Rififi chez les hommes y seguro tendré
presente sus descripciones cuando tenga oportunidad de verla.
Nunca leí ningún
escrito de Kike. No sé, ni le pregunté, si alguna vez había escrito algo, pero
presumo por la calidad de expresar y defender sus ideas que hubiera sido un
excelente analista político, a la par de un consumado crítico de arte. Lástima
que no se le ocurriese tener una columna en cualquier medio masivo. Hace unos
meses, tras diagnosticarle y tratarse del cáncer al estómago, nuestras
conversaciones giraban, irremediablemente, sobre su enfermedad y el
agradecimiento que les tenía a sus alumnos que se habían portado de maravilla
con él. En el verano lo vi con unas cajas de leche y tuve la osadía de
preguntarle: “¿No te han prohibido la lactosa?”, a lo que tajante me respondió:
“¡Siempre he tomado leche y me moriré tomando leche!” a lo que le di la razón,
privarse de lo que te gusta en las postrimerías no tiene sentido.
Hace cuatro días
lo vi de pasada en la calle, a dos cuadras de su casa, frente a la estación de
bomberos. Caminaba despacio, arrastrando los pies, con una bolsa llevando no sé
que diablos. Lucía delgado, con el rostro sin afeitar y algunas llagas en los
labios, pero su tez ya no tenía ese color cenizo de hace unas semanas, si no su
rosado natural, y la chompa roja de lana delgada con cuello en V le quedaba
bien puesta, como siempre. El apuro sólo permitió que me dijera un escueto: “Todavía
sigo andando” y yo, tomándole de los antebrazos, me despedí con un “¡Fuerza,
Kike!”, sin imaginar que sería la última vez que cruzaríamos palabras. Hoy
martes 15 de agosto, Kike Caro, el caminante infatigable, ha tomado a los
setenta y siete años la ruta que, tarde o temprano, docentes y discentes
tendremos que tomar. Nuestro profe, por fin, ha dejado de enseñar.
12 comentarios:
Que lindo, Alfieri. Un texto entrañable. Gracias por escribirlo.
Excelente Alfiere un retrato muy exacto de lo q era Kike y tú artículo nos consuela en algo nuestras almas de discípulos dolidos, gracias.
Jorge Arrestegui Pulido
XX Promoción
Gracias gracias Alfieri Por tus palabras, Por describir a nuestro maestro Como era! El
Sera Un Icono en nuestras vidas! Nos dejo muchas lecciones y huellas inborrables! Descansa en Paz Kike!! Marcia De Lama XX 1980
Gracias Alfieri por tan lindas palabras para describir a un excelente profesor.
Cada vez que he viajado a Trujillo y asistido a misa de 7:00 am en la iglesia San Francisco tuve la oportunidad de verlo y saludarlo. El era un hombre de fe.
Descansa en paz en Kike!!!
XXIV Promoción
Gracias Alfieri, acabo de leer tu largo comentario y me ha emocionado mucho, te agradezco desde lo más profundo de mi corazón la manera como has descrito su vida en el colegio, como ha sido con Ustedes y por el gran cariño que le han tenido y le seguirán teniendo, se nos fue muy rápido pero Dios lo quiso así y ahora está gozando con mis padres y hermanos que lo precedieron.
Un fuerte abrazo,
Gioconda Caro White
Gioconda el cariño por Kike de mi persona e hijo es inolvidable un abrazo a la distancia Gioco y un besote hasta el cielo Kike.
Gracias por tan linda lectura. Kike fue uno de los profesores que mas influyo en vida en el San Jose.
Gracias x hacernos rememorar exquisitos días a su lado «Precisamente» ,hoy ya se nos adelanto.Hasta siempre Kike Caro.
Hermosa semblanza! Hace más de veinte años que no lo veía pero su voz sigue en mi memoria, tienes razón no era zalamero pero ahora a la distancia distingo el profundo amor que nos tenía y que hoy expresamos en reciprocidad, sus clases se entrecruzaban con lecciones de vida. Siempre tendrá un lugar en nuestros corazones!
Carolina Campos
Promoción XXI
Excelente semblanza. Kike da mucho para escribir, por su personalidad tan particular y sus cualidades tan privilegiadas.
Dejó una huella grande....así como un gran vacío.
Lindo artículo es verdad hombre de de lo encontré en misas 7@m los sábados en iglesia San Francisco q le hacen Virgen del Carmen de seguro ya se lo llevo tenemos un nuevo ángel los San josefinos se llama Kike Caro.
Que lindas palabras que reflejan tu admiración y cariño hacia Luis Enrique , también fue mi maestro en Takaynamo y muy amigo de mi familia por lo que tuve oportunidad de conocerlo bien y era tal cual lo describes . Nadia Lavalle luna
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