En clase de Estrategias Publicitarias, con Pierina Centurión, Manuel Pajares, Jessica Cabrejos, Lucy Laureano y Diana Pinto. |
Julissa Sandoval es una muchacha tímida y reservada, un cervatillo que deambula por el bosque de carpetas sin llamar la atención
de los lobos (o compañeros de clase). Una noche de 2005, en el curso de Estrategias Publicitarias, los alumnos debían presentar como tarea un brochure personal
acompañado de una fotografía que describiera su ‘sello de marca’ o la imagen que deseaban publicitar. Alumnas como Carolina Pérez mostraron fotos más o menos sugestivas, lo que no llamó la atención, iban a tono con su personalidad. Nadie, en cambio, estuvo preparado para que la señorita Sandoval, la chiquilla timorata de cabello azabache y pequeños ojos verdes oscuros, proyectase en el ecran una foto en el que se mostraba recostada sobre una mesa, con un vestido vaporoso y una mirada ya no
medrosa sino sugerente, felina, provocadora, sensual, la Lolita de
Nabokov. Entre aullidos alborozados el aula se vino abajo y la culpable del alboroto se permitió una sonrisa de triunfo, segura de que a partir de ese momento ya no sería Julissita si no Julissa, una criatura serena pero capaz de
convertirse en una fiera.
Ese fue uno de los momentos más emblemáticos de mis primeros cinco años como docente de Publicidad en la Universidad Privada del Norte. Mi llegada a la enseñanza ocurrió, como
tantas cosas en mi vida, de pura casualidad. Apenas egresado, la sola idea de
pararme frente a un salón de clases me causaba terror por lo que me creía
vedado para la docencia universitaria. Lejos estaba de imaginar que esos
pavores se disiparían siete años después.
Antes de ingresar a la Facultad
de Comunicaciones de la UPN, me encontraba en Lima. Por concurso de mi amigo Chito Garrido trabajaba en Young & Rubicam. Si bien
llevaba tiempo dentro del ámbito publicitario, la experiencia de formar parte
de una agencia transnacional fue decisiva para terminar de comprender en qué
consiste esa cosa llamada publicidad. Es en esas circunstancias que recibo una
llamada de otro gran amigo, Lucho
Pesantes, quien me anima a regresar a Trujillo por una temporada para
manejar la campaña de Manuel Llempén,
candidato a la presidencia regional por APP. El sueldo era bastante
suculento por lo que no lo pensé dos veces, salí de Y & R y me aventuré a
mi primera experiencia como asesor político. Bajo el eslogan: “La Libertad tiene cómo mejorar”,
desarrollamos una campaña agresiva y de confrontación que fue del agrado de
nuestro candidato, pero no del Chato Acuña, el dueño del circo, con quien nos entrevistamos en una sola oportunidad (era congresista de la república en ese entonces) y fumando
sus cigarrillos Hamilton —marca barata para alguien con tanta plata— nos bajó el dedo, aduciendo que no quería tener
confrontaciones con el APRA y que estaba pagando demasiado por una campaña que
de todas maneras iba a perder. Al final, Llempén cosechó 10% de los votos y
tuvo la hidalguía de reconocer que fue gracias a nuestra labor.
Hallándome desempleado de repente, Lucho Pesantes recibe una llamada y le preguntan “si el pata que ha traído
de Lima estaría dispuesto a enseñar un par de cursos de publicidad”. Como no
tenía nada que perder, me entrevisté con Helmut
Lemke, entonces creativo publicitario de la UPN, y tras
intercambiar algunos nombres y experiencias, dio el visto bueno para que me
contrataran en reemplazo de Roberto
Chullén, el profesor que había dejado los cursos para asumir la dirección
de la carrera de comunicaciones en la USAT de Chiclayo. “Ahora, ¡qué carajo
hago!”, me pregunté, abordado por mis añejos pánicos escénicos. Debo agradecer
una frase de Lucho, de esas que realmente sirven porque desahuevan: “Cuando
estés al frente de todos en el salón, siempre ten presente que tú vas a saber
más que todos los cojudos que te escuchan”. Y tenía razón. Esa frase se
convirtió en mi verdad absoluta y me cambió la perspectiva de que estar frente
a la pizarra era como estar en el paredón.
Mi primer día de clases estaba asustado, pero parecía
que los alumnos estaban más asustados que yo. La tensión inicial se disipó a
medida de que nos fuimos conociendo e intercambiando percepciones. Como hoja de
ruta tenía el sílabo dejado por el docente anterior y sazonado con mis
experiencias personales, en las semanas que restaban salí —o salimos— del paso de la manera más decorosa posible.
Otra verdad es que los profesores no
nacen, se hacen y aprenden el proceso con el tiempo. El año 2003 fue para mí un punto de
inflexión. Cometí varios errores groseros —aparecerme resaqueado tras la despedida de soltero de Luisi Landeras fue uno de ellos— de los cuales aprendí en el camino. Al año siguiente
estuve más cuajado y empecé a desarrollar mi propia estrategia metodológica que
me ha permitido granjearme más que el respeto, el cariño de varios de mis
estudiantes y estoy orgulloso de ellos. Comprendí otra verdad sobre la
docencia, que para ser profesor hay que tener un poco de sangre actoral en las
venas, tener histrionismo y dominio escénico porque los alumnos, al fin y al
cabo, son un público cautivo que paga por aprender y para ello debes capturar
su atención.
Si realizo una rápida retrospectiva, lo más valioso de mis primeros cinco años de catedrático ha sido la cantidad de vivencias acumuladas y la posibilidad de haber
interactuado con estudiantes con bastante potencial para la profesión.
En mi primera etapa, de 2003 al 2005, destacó a David Bendezú, quien a pesar de sus prejuicios por ser mormón, junto a Lisbeth Velásquez le cambiamos la identidad corporativa a la Cooperativa de Ahorro y Crédito León XIII,
proponiendo nuevo imagotipo y eslogan: “Tu crecimiento nuestro compromiso”. Creo
que hoy anda por Chile haciendo publicidad... para la iglesia mormona. La
dupla de los ‘Migueles’, conformada por Miguel Flórez y Miguel Merino, quienes promocionaron el uso del condón a través de un universitario llevando un paquete de pañales dentro de su mochila y con el copy: “no lleves más peso del que puedas cargar”, o esa otra en contra de manejar borracho mostrando el velocímetro de un auto, pero en vez de números aparecían vasos de cerveza con el copy: “Y tú, ¿a cuántos vasos vas?” Hoy Merino se dedica a la impresión de gigantografías y Flórez es publicista
in-house de la Universidad Señor de Sipán en Chiclayo.
Marena Morel es de lejos la mejor alumna que tuve. Bella y muy inteligente, realizamos campañas reales para el grupo
mariachi Perú Azteca jugando con canciones de su repertorio y fechas
memorables: Cielito lindo para el día
de los enamorados, Amor eterno para
el día de la madre, Sigo siendo el rey
para el día del padre. Realizamos también el branding y la campaña de
lanzamiento de Cibao, un emoliente embotellado. Hoy radica en Francia y se ha especializado
en diseño gráfico. Otra alumna talentosa fue Fabiola Alfaro —la Fabi— de quien recuerdo su campaña en contra de la invasión de Estados Unidos a
Iraq, mostrando una muñeca triste en una zona destruida con el siguiente copy:
“las guerras dejan a los juguetes sin dueño”. Lamentablemente se preñó antes de
tiempo y ahora trabaja vendiendo seguros.
En la segunda etapa, de 2005 a 2007, la universidad me contrató a tiempo completo y me encargaron el CIA —centro
de investigación aplicada— de Publicidad. Para ello conté con el apoyo
incondicional de tres alumnos invaluables, David —el Dasho— Ramos, Valdemar
—Valducho— Gil y sobre todo, Diego Towerz con quien estoy ligado
laboralmente hasta el hoy. Los ‘Alfi Boyz’, como los llamaría Lucho Pesantes, hace rato que pasaron la barrera de
alumnos o discípulos para convertirse en amigos para toda la vida. Nuestro CIA fue el
único de la universidad que nunca contó con equipos o se le designó un
presupuesto, sin embargo, en su único año de funcionamiento fue el más
fructífero de todos. “Somos el CIA que se mueve como SEA”, nos decíamos y nuestra única paga era que
nos dejaran hacer publicidad. Nuestro mejor cliente fue el Departamento de
Humanidades y sus ciclos de cine, aparte de los dos
spots televisivos que con cámara de Javier —el mito— Lara y Jaime
Corvera grabamos para La Liga Peruana de Lucha contra el Cáncer. El primero
era de una niña que con unas tijeras le corta el pelo a una muñeca y llorosa le
reclama a su mamá por no hacerse un despistaje a tiempo, “el cáncer de mama no es un juego”. En el otro aparece
una señora, que en verdad tenía cáncer, y sin ningún tipo de locución el copy
rezaba: “Ella es María y tiene cáncer, se puede salvar, siempre y cuando tu
indiferencia no la mate primero”. Mención honrosa merece el primer puesto
logrado por Lucho Pino y Ángela Cabral en el concurso organizado
por la Universidad César Vallejo en una campaña contra la violencia a la mujer.
En su pieza gráfica aparecía Andrea Díaz con el
ojo moreteado, intentando cubrirlo con maquillaje. Lo acompañaba el copy: “Y
los golpes en el alma, ¿cómo los maquillas?”
Otros
alumnos que merecen mención son Carolina Moreno, Alba
Carvajal y sus rumberos (Emilio Cojal, Diego Baca, Christian
Alor y Andrés —pero qué bien— Mantilla), a pesar que la hice llorar
en un examen parcial (igual que a Pierina Centurión). Además, debo
recordar las ocurrencias de María Cristina Ferradas en el lonsa, el
cinismo de Tony Gómez, la dulzura de Karito Ortecho, la
ingenuidad de Aquiles Cabrera, los comentarios desatinados de Javier —Mostaza— Matos, la voz de Pedrito
Noriega pidiendo: “¡Break!” ni bien principiada la clase, las veces que le
dije “¡Cállate!” a Elizabeth Chang y mi último día de clases en
Cajamarca del año 2006, enjuagados con Cajaña, la marca de aguardiente ideada
por un grupo de alumnos.
Otros
momentos inolvidables —extracurriculares— fueron las diversas polladas en el
fundo Ferradas. Las inolvidables tertulias en el Foster, acogedora chingana
frente al colegio San Juan. El segundo viaje de estudios a Lima o de
pantagruélicas borracheras en ese viejo hospedaje de San Antonio. El Dial de
Oro de RPP de 1994 cuando Alfredo Niño
cogió a Gómez de la Torre —máximo creativo de Leo Burnett— del pescuezo para
que se tomase un trago con él. El primer Comunicadores en su Salsa. La
borrachera en el Stradivarius y posterior abandonada del Maestro Yoda bregando por no zozobrar en los meneos de una
lujuriosa lambada. La licenciatura en grado de excelencia de Huguito —quiere escribir— Vergara y Juan Carlos —Chubi— Wong con apoteósica
e indecente celebración en El Cuatrero. El almuerzo de confraternidad en Otuzco
(Cajamarca) donde Paul —Mahatma Gandhi—
Gogin declaró que todos los comunicadores somos gays y también que Mónica Pérez era una pendeja de m...
Reservo
el último párrafo de este recuento para mis colegas en la praxis. La lucidez de
Luis Eduardo García, las
conversaciones con Richard Licetti
(chato entrañable), la agudeza de Gerardo
Cailloma, la mordacidad de Orietta Brusa, el apasionamiento de Luis Felipe Alvarado y, aunque estuvo
poco con nosotros, el cariño de José Balado, el poltoliqueño venido de una
islita de mielda... Todos a su manera han colaborado para que sea mejor
docente y mejor persona.
1 comentarios:
si en setiembre del 2007 cumpliste 5 años como profesor, tonces por qué mejor no dices q ya cumpliste 6 años ahora q recién lo has publicao en tu bloG.
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