miércoles, 7 de enero de 2009

otuzco: entre la fe y la gula

Mi respuesta fue un ¡NO! tajante, como siempre que me aborda cualquier ambulante. Lejos de amilanarse, la vendedora de chucherías no dejó de sonreír amable y contraatacó: “Joven, no sea negativo. Yo le regalo esta cadenita para que recuerde que nunca debe decir ¡no!”. Desarmado y sin capacidad de replique, compré la dichosa cadenita y aprendí una nueva lección de marketing, de esas que no se enseñan en la universidad.

Otuzco vende un producto llamado Fe. Ningún culto o devoción de la región se puede comparar a la devoción que mueve la Virgen de la Puerta, ni siquiera la muy venerada Virgen de la Alta Gracia de Huamachuco. Quizá su competencia directa en todo el el norte sea la Cruz de Motupe y el Señor de Ayabaca. Millares de feligreses suben a Otuzco los fines de semana. Las visitas se multiplican los feriados y llega al paroxismo el 15 de diciembre cuando es la festividad de la ‘Mamita’ y desata una juerga que se prolonga por tres días. Yo nunca he ido para esa fecha pero sé de muchas personas que peregrinan a pie, algunos desde Samne, otros de Simbal (sede de esa bofetada a la ecología conocida como Riobar) y los más fervorosos desde Laredo. Cuando la carretera estaba mala era sabido que todos los años un bus, una combi o un camión se aventurase al precipicio, llevándose la virgencita una buena cantidad de devotos a la otra vida. Ninguna administración aprista se preocupó jamás en mejorar la carretera. Gracias a la pista pavimentada por el cholo Toledo, con apoyo de la Barrick, la morbosa estadística ha disminuido.

He visitado la localidad en dos oportunidades y siempre para la misma fecha: Fiestas Patrias. La primera vez en 2004 con Claudia, mi esposa, antes que lo sea. La segunda en 2008 con mi hermano, mi cuñada, sus hijos, Claudia y mi primogénito en su primer viaje a la sierra, donde no sufrió de soroche ni de ningún mal parecido, lo que me hace pensar que los efectos de la altura son galimatías de los costeños medrosos.

Otuzco es una ciudad enclavada en la provincia del mismo nombre en la región La libertad, a 72 kilómetros de Trujillo. El camino es serpenteante y el chofer debe tener buena muñeca. Pasados los dos mil metros, el paisaje deja de ser verde y los cerros se tornan rojizos. Las camionetas 4x4 que pasan a cada rato, dan testimonio de la fuerte actividad minera en la región. Los otuzcanos atribuyen el nombre de su pueblo al topónimo ‘Toshco’, pero hay también quienes sostienen que el nombre proviene de la tribu de los Tuscos, los cuales fueron dominados por los Chimús, quienes habitaron en un pueblo llamado ‘Otosco’, cuyos restos se encuentran en las inmediaciones de los ríos Pollo y Huangamarca, donde hoy se levanta el cementerio de la ciudad. No obstante, hay otros quienes sostienen que el nombre de Otuzco deriva de ‘Ushco’, palabra quechua que denomina a las piedras plantadas en forma alargada, donde se ataban a las bestias de carga, esto quiere decir ‘Pueblo del Ushco o de la piedra parada’.

Una de las explicaciones más cercanas a la verdad es que Otuzco deriva de Orozco, la villa española de donde dicen procedieron los monjes agustinos que establecieron la primera ermita de la ciudad, levantada a las faldas del cerro Chologday. Es así como nace la aldea de Orozco, hoy conocida como Otuzco.

El origen del culto a la ‘Mamita’ se remonta a unos 400 años, a las primeras décadas del virreinato. Cuenta la historia o leyenda que dos pastorcitas acostumbraban a jugar en la rivera de una laguna. Un día las dos llegan tarde a casa y, a la pregunta de sus padres, ellas se excusaron aludiendo a que se quedaron jugando con otra niña, pastorcita como ellas, y perdieron la noción del tiempo. Los padres intrigados, se asomaron por el lugar pero no hallaron rastros de una tercera niña. Como las tardanzas se repitieron y siempre respondían con la misma excusa, los progenitores decidieron entonces otearlas desde uno de los cerros y, efectivamente, vieron a las pastorcitas jugando con una tercera persona, con un ‘bulto’. Al aproximarse para verificar de quien se trataba, la tercera niña se esfumó y, en su lugar, apareció una muñequita de rostro primoroso, a la que identificaron de inmediato con la madre de Dios.

La muñequita fue llevada a la comarca y decidieron que la muñequita se cobijara dentro de la capilla fundada por los monjes agustinos en la zona que hoy se denomina La Ermita y donde una cruz alba recuerda su existencia pero la imagen se las arreglaba para desaparecer de allí y reaparecer al pie de la misma laguna. Pensando que la modestia de la ermita, podía ser la culpable, la trasladaron a otra capilla la que todavía se levanta en la calle Ramón Castilla, pero igual, la imagen bendita desaparecía y reaparecía en la laguna. Pensaron entonces trasladarla a un templo más grande, hasta Huamachuco, pero en el trayecto se volvió a escabullir y regresó a su lugar predilecto. El pueblo acordó entonces, secar la laguna y edificar en ese lugar el templo de la virgen el templo viejo, que hoy le sirve de museo por lo que en su base existen canaletas por donde discurre el agua del subsuelo. Una vez edificado, la muñequita fue colocada en un retablo, pero sin ningún motivo aparente se mudaba a la puerta del templo. Volvían a colocarla en el retablo y de nuevo aparecía en el portón. Así continuó hasta que sus fieles se percataron que el deseo de la ‘Mamita’ era permanecer en la entrada del templo, dirigiendo su mirada protectora a todo el pueblo, de ahí es que le debe su nombre: Virgen de la Puerta.

La imagen que vemos en la actualidad no es la muñequita original. Es una réplica exacta a mayor escala. Con el paso del tiempo y el aumento de creyentes, hubo la necesidad de hacer una imagen más grande para poderle colocar todos los atavíos que su investidura merece. Convocaron para tal fin a muchos artesanos de Otuzco y alrededores, pero por más empeño puesto en la labor, ninguno consiguió siquiera asemejarse al original. Un día apareció por el pueblo un anciano y al informarse de la necesidad de un tallador, el hombre se ofreció a ejecutar el trabajo poniendo dos condiciones: la primera que lo dejaran a solas dentro del templo con la imagen, que sólo si su obra se asemejaba con la muñequita, le pagarían el precio estipulado; la segunda, que los alimentos se los dejaran en la entrada y que por ningún motivo se debían asomar. Aceptado el trato, los pobladores dejaron pasar seis días y como el anciano no salía, decidieron irrumpir en el templo. Dentro del recinto no hallaron restos del tallador y los platos de comida yacían intactos. Al lado de la muñequita encontraron una réplica idéntica pero de mayores dimensiones, la que hoy todos conocen y veneran y de la que dicen tiene en la espalda una especie de compuerta donde yace guardada la muñeca original. Han pasado las centurias y ni siquiera los miembros de la cofradía revisan si todavía permanece en ese lugar. Cuestión de fe creer que todavía continúa acompañándolos.

Otuzco es pequeño pero acogedor. Hay hospedajes de todas las calidades y a precios asequibles. Particularmente recomendaría dos: Los Portales o el Star, ambos con baño propio, agua caliente y buenos sanitarios para descargar lo bien comido. En mi primera visita, aguardé encontrarme con un poblador huraño y desconfiado, como había encontrado en otras localidades de la serranía. Es más, alguien me había dicho que los otuzcanos tenían recelo de los trujillanos, arguyendo que el origen de la aversión se remontaba a las semanas postreras al 29 de diciembre de 1820 cuando el Marqués de Torre Tagle declaró independiente a la intendencia de Trujillo, todo el norte del Perú en ese entonces. Fieles a la bandera realista, los otuzcanos hicieron caso omiso bajo la frase: “¡Viva el rey y su corona, muera la patria ladrona!” Los recién emancipados subieron y masacraron a media población y de ahí se gestó el encono. Sin embargo, nada de eso se mantiene hoy. Puedo afirmar que el otuzcano de a pie es amable por antonomasia, solicito a ayudarte y atenderte si se lo pides. De rencores añejos ya no quedan vestigios. Entre Otuzco y Trujillo existe una simbiosis inquebrantable. Otuzco ofrece FE y Trujillo, que le ha dado la espalda a sus festividades propias como El Señor de Huamán o la de San Valentín (su santo patrón), es un pueblo ávido de devoción. Así que ambas se necesitan.

La gente de Otuzco es generosa, pero más lo es todavía su gastronomía. A los impíos que no les llama la atención visitar vírgenes, el turismo gastronómico y a precios muy cómodos es una buena opción. A mi abultado abdomen treintañero (ya soy un mamífero grande) le encajé un par de kilos más con cecinas, cabrito, cordero, cuy chactado, jamón serrano, queso, rosquitas y pan serrano. Como sé que la gula y la lujuria son pecados capitales, para descargar mis faltas fui a presentarle mis respetos a la ‘Mamita’. El templo nuevo que ahora la cobija es hermoso, hecho enteramente de piedra. El templo viejo que antes la albergaba yace al costado de un llamativo portal de campanas y hoy funciona como museo dedicado a la Virgen, destacándose la cantidad de vestidos, mandados a confeccionar por diferentes familias devotas para que la ‘Mamita’ los luzca en diversas ocasiones. Aparecen programados un montón de vestidos sin estrenar. Muchos aguardarán más de quince años para que se los puedan colocar a la Virgen.

Si para uno viajar y libar van de la mano, tendrás problemas si no te acomodas a esa extraña afición que tienen los otuzcanos de beber cerveza al tiempo. En las principales bodegas se puede encontrar ron y whisky de diversos precios y calidades, pero no encontrarás hielo por ninguna parte. Si pasas la madrugada tomando en la muy respetable y honorable Plaza Mayor, como lo hicimos más de un centenar de turistas y lugareños, puedes hacer pichita a un costado de la Municipalidad, lejos de los ojos piadosos de la Virgen que no duerme. Ella permanece vigilante en lo alto del templo, en un altar iluminado, dentro de un vidrio que la guarece, cuidándonos y bendiciendo nuestra embriaguez. Para los que quieran bailar o gilear, en Otuzco existen tres ‘discotecas’ aunque por infraestructura la denominación les queda grande, aunque con una botella de ron encima nadie se fija en esa pequeñez. La mejor de todas es Las Quenas en la que no hay cover (pagas sólo lo que consumes). Puedes bailar cumbia, salsa, perreo y si eres más tradicional, te acercas al dj y te poncha mp3s de Depeche Mode, The Clash y otras bandas ochenteras.

Salvo el mirador donde se erige un restaurante campestre que tiene la horrorosa costumbre de contar con una orquesta que toca cumbia a todo volumen, desconozco si Otuzco pueblo ofrece otros atractivos turísticos. No me aventuré más allá de sus confines ni consulté a ninguna agencia de viajes y páginas web que promocionen sitios para hacer turismo de aventura. Quizá en una próxima oportunidad me informe mejor antes de volver, porque lo bueno de Otuzco es que es bendito, bonito, barato y está a un paso. No darse un vueltón es un verdadero pecado. 
 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Alfieri, amena y radiográfica tu crónica descriptiva, de Otuzco, Capital de la Fe y también de la Sed, ojalá sirva para que patas como tu la visiten siempre.