jueves, 30 de abril de 2009

goodbye sirenita, goodbye

El Perú es un territorio pródigo en monumentos huachafos, retratos de nuestro pésimo gusto, engendros que ven a luz, frutos del capricho e incultura de mandatarios o burgomaestres provinciales y distritales, que invierten cifras groseras del erario con la finalidad de perennizarse con una obra, como si se tratasen de los antiguos faraones de Egipto, necesitados de dejar huella de su mal paso.  

La sirena que daba la bienvenida al distrito de Víctor Larco es una de ellas. Una figura espantosa y desproporcionada que deja mucho decir del artista y de la escuela o instituto de artes plásticas de donde se graduó. Más que una estatua, la pobre parece un monigote malhecho, propio de carro alegórico de nuestro paupérrimo corso primaveral. El culpable de semejante mamotreto fue el ex alcalde, el inefable J.J. Córdova, quien según rumores de los vecinos del lugar, levantó la efigie en tributo a su mujer, cuyo rostro y caderas (sobre todo) sirvieron para modelar a la sirena. Desde su instalación en diciembre de 2000, generó muchas controversias.  
     
¿Porqué colocar una sirena, figura mitológica que no guarda ninguna relación con esta tierra rica en tradiciones Moches o Chimúes?
Antes de proseguir con la discusión, se debe aclarar que es inapropiado llamar ‘sirenas’ a los seres fabulosos mitad pez y mujer. Según la mitología griega, las sirenas eran pájaros con rostro de mujer, cuyo canto melodioso extraviaba a los navegantes (leer La Odisea). Los seres mezcla de pez y dorso de mujer recibían el nombre de nereidas por ser las hijas de Nereo, deidad de las olas del mar.
Aclarado este punto, es cierto que siendo herederos de tantas tradiciones, es absurdo —y acomplejado— imitar patrones griegos o románicos (dejen eso a los gringos y otros pueblos carentes de cultura milenaria). Es aberrante que un alcalde de Chiclayo haya edificado un Paseo de las Musas a la entrada de Santa Victoria —¡qué carajo hacen Clío, Erato y Calíope en los dominios de Naylamp o del Señor de Sipán—. Sin embargo, Víctor Larco es un distrito marítimo en que la figura de una nereida no resulta tan antojadiza o descabellada.  
Primero, porque los elementos marinos tradicionales, es decir los caballitos de totora, los pelícanos de Chan Chan y otras figuras Chimú, son iconografías que representan a Huanchaco. Una nereida en este caso podría servir como elemento distintivo del balneario de Buenos Aires (tan venido a menos) en comparación con Huanchaco o Las Delicias (que debería utilizar elementos moche). 
Segundo, porque existe un precedente; el símbolo más representativo de Copenhague, capital de una nación escandinava, no es un vikingo o un drakar, sino una sirena, esculpida por Edvard Eriksen e instalada de manera permanente en 1913, en homenaje al cuento La pequeña mujer del mar de Hans Christian Andersen, publicado en 1837 y llevado al cine en 1989 por Walt Disney con el título de La Sirenita. 
Tercero, si buscan un fundamento histórico, dense una vuelta por el templo de Huamán (que tiene 400 años de edificado) y verán en su fachada a dos nereidas, cubriéndose el dorso (las tetas) con una guitarra. Representación inequívoca de la cercanía del templo con el mar y de lo permisiva que es la religión católica para mezclarse con elementos paganos. 

¿Por qué conservar una estatua aberrante y descabellada?
Si la bizarría fuera un elemento para invalidar obras, entonces nunca se habría erigido la Torre Eiffel, criticada y muy denostada en su época, al considerarla una mole de acero fuera del contexto paisajístico y, por ende, ‘afectaba’ la refinada arquitectura de París. De la misma forma, Gaudí no habría edificado su catedral de la Sagrada Familia en Barcelona ni existiría el London Eye a la rivera del Támesis. El tiempo y no las diatribas contemporáneas, es el encargado de validar una estructura urbana.

¿Pero por qué no se respetó el ‘patrón’ que se tiene de las nereidas?
Las nereidas solamente existieron en la imaginación de los egeos. Idealizarlas como las idealizamos nosotros —como las que aparecían en el mural del restaurante Las Sirenas de Huanchaquito— es como dar por cierto que San Nicolás se viste igual como nos propone la Coca-Cola. Error de concepción representa la estatua de Víctor Raúl frente a la Facultad de Medicina que saluda con la mano derecha cuando es bien sabido que el líder aprista lo hacía con la izquierda. El arte es un ejercicio libre que le da a los artistas la potestad de colocarle a una nereida unas nalgas protuberantes, propias de la Tongolele, Amparo Brambilla o Gal Matarazzo, o ponerle un rostro femenino que parece sufrir síndrome de down. Lo censurable sería que su ‘visión’ responda al gusto de su mecenas, pero eso no se ha podido comprobar.

¿Las grotescas dimensiones del culo, digo, de la estatua, no dificultan el tráfico y pueden provocar accidentes?
A simple vista podría parecer que sí. Pero de diciembre de 2000 a abril de 2009 (cantidad considerable de años) la nereida habrá sido culpable de muchos desvaríos pero no, que yo sepa, de un accidente automovilístico. Así que ese argumento queda descartado.       

Particularmente como ex vecino de Víctor Larco —viví permanente entre 1974 y 1998— no estoy muy de acuerdo que se remueva la nereida y sea colocada en el malecón Colón, al final de la avenida Seoane donde nadie la va a ver. Es cierto que era fea y obedecía a los caprichos de un alcalde que hacía lo que se le daba la gana con las contribuciones de sus vecinos, pero también su dudosa propuesta estética era un monumento a la libertad creativa, a la vez que rompía esquemas —y escamas— y cumplía menoscabar la cucufatería que tanto mal le hace a nuestra ciudad. Servía también como distintivo de identidad y de ubicación. Yo por ejemplo, era un ‘transpotino’, es decir que vivía pasando del poto a cuatro cuadras, doblando a la izquierda. Los trujillanos de más allá podían ser identificados como ‘cispotinos’.

El nuevo alcalde distrital se dispone a colocar en su lugar a una Virgen exportada de Francia, lo cual es igual de censurable. Primero, porque no todos los vecinos del lugar son católicos y segundo, porque se siguen tirando la plata de los contribuyentes en obras inocuas. Qué distinto sería el Perú si se gastara la plata en satisfacer las verdaderas necesidades de la gente.

2 comentarios:

PPPool dijo...

Muy cierto, por ejemplo, aquí en Cajamarca, en alguna provincia hay un inmenso sombrero que, dicen, da la bienvenida a los visitante, pero lo que más da es risa; en la misma provincia, en una colina, construyeron un Cristo parecido al de Río delante de una capilla.
Y no olvidar la replica de la estatua de la libertad que colocaran en un parque de Arequipa.
Saludos

jawo dijo...

Entre la virgen que han puesto ahora y la sirena... me quedo con la sirena (su culo estaba más rico).