Los
hombres somos infieles por naturaleza, no nos contentamos con un sólo amor.
En el fútbol, Alianza Lima es mi amor más grande, pero reconozco que a menudo le sacó la vuelta con otros equipos. Mi pasión por el Muni, por ejemplo,
se gestó a medida que iba perdiendo peso y relevancia y se condenaba
de manera irreversible a perder la categoría. Por la Juventus, a causa de la
atracción —casi homosexual— que sentía por Platini, el
único ídolo que tuve en el balompié. Otras pasiones internacionales son
Atlético Madrid —su último título lo obtuvo en 1996, dirigidos por Radomir
Antic—, Chacarita Juniors —todos los sábados de 1999 seguí por América Sports
su ascenso a primera con el 'Tweety' Carrario y el Flaco Silvano—, la
Universidad de Chile y Fluminense.
Creo que no somos pocos los que somos hinchas de
otro club y simpatizamos por el Muni. Mi fervor ha llegado a niveles de
infidelidad que en algunas ocasiones he preferido los ediles le ganen a los
íntimos por la urgencia de los puntos. La simpatía del equipo de la comuna
radica en que no despierta rivalidad con nadie. El antagonismo con la U en el
llamado ‘clásico moderno’ se terminó diluyendo con los años. La fidelidad de su
hinchada, la banda del basurero, es realmente conmovedora. No son muchos —y
cada vez son menos— pero son. Ser hincha de un equipo ganador es fácil, de un
equipo con sesenta años sin títulos hay que tener cojones.
El mayor problema del Muni, considero, que es el no contar con un nexo o afiliación territorial. Los equipos de provincia siempre llevarán gente porque hinchas o no, es el equipo que representa a su terruño. Otros como el Atlético Grau de Piura, el UTC de Cajamarca y el Alfonso Ugarte de Puno, llevan años sin participar en la profesional pero difícilmente desaparecerán del corazón de su pueblo. El Muni carece de eso. La juventud limeña está dividida entre gallinas, pavos y aliancistas y no da cabida para más. La San Martín es una empresa rentable, pero a pesar de sus buenos resultados, pasará mucho tiempo para hacerse de una hinchada. Sport Boys —que absorbió a los simpatizantes del Atlético Chalaco— desaparecerá cuando desaparezca El Callao. El Muni de hoy no representa ningún lugar en especial. Cuando Ricardo Belmont fue alcalde de Lima, le pareció buena idea asociar el club con el municipio, pero el experimento no dio los frutos esperados. Luego, el Muni jugó de local en la cancha de los muertos en Chorrillos y era una buena oportunidad para establecer una afinidad con el pueblo chorrillano, pero lamentablemente no se dio.
La hinchada del Muni no es multitudinaria pero todavía es significativa. La llamada Academia se fundó en 1935. En 1938 obtiene su primer campeonato. Repetiría palmarés en 1940, 1948 y 1950. De ahí se iniciaría una sequía dramática que mermaría su arrastre popular. Su barra, la tercera en importancia a nivel nacional, solía colocarse en oriente baja (oriente alta era para la U). La creciente popularidad del Sporting Cristal en la década de 1980 los despojaría de su sitial de honor. Igual, tras la pérdida de la categoría en 2000, el Muni sigue siendo el equipo que más gente convoca en Segunda División. El ansiado retorno se logró en la temporada 2007, pero la ilusión fue efímera. En el torneo Clausura se mantuvo puntero por algunas fechas, doblegó a la U en tres de los cuatro ‘clásicos modernos’ y casi consigue que Cristal se vaya a segunda. Ceder puntos imperdonables en la última parte del torneo les costó la categoría. A lo mejor se confiaron del rumor que ese año no habría descenso. 2008 ha sido un año pésimo y la presente temporada tampoco augura buenos resultados para el sufrido hincha edil.
Cómo renovar al Echa Muni. Cómo devolverlo al sitial que merece. Qué estrategia de marketing habría que aplicar. Cuando en 2004 el multimillonario Jorge Vergara de Omnilife —propietario de las Chivas de Guadalajara— tuvo interés en comprar la U y el gordo Alfredo González se opuso (para seguir manejando el club a su antojo), me hubiera gustado que el empresario mexicano se fijara en el Muni, convencido de que con una inyección adecuada de capital, la vieja y querida Academia reverdecería sus laureles y ganaría en hinchada (a quien no le cae simpático el Deportivo Municipal).
Como modesto comunicador propongo una idea que podría darle al equipo de la franja cierto protagonismo mediático: que tenga su propio programa televisivo vía CMD o cualquier canal de señal abierta. Sería un reality show en que las cámaras seguirían los entrenamientos, los esfuerzos y vicisitudes de los jugadores del plantel y del entrenador —hasta del aguatero—, inmiscuyéndose en sus vidas privadas y también en la propia barra que vive y sufre con ella cada partido en Segunda División. El único riesgo es que teniendo una cámara invasora, el equipo pierda concentración, pero si el experimento funciona, se generaría expectativa en la afición, auspicios y, quién sabe, quizás también misticismo al sentir los futbolistas que forman parte de una institución verdaderamente importante, forjadora de figuras como Pichicho Bielich, Tito Drago, Vides Mosquera, Caricho Guzmán, Juan Seminario, el Cholo Sotil, Franco Navarro y el Flaco Malásquez.
La Segunda arranca en pocas semanas y sin estudios o focus groups, pienso que la propuesta a nivel de rating podría funcionar, de la misma forma como funcionó el programa de Bruno Cavassa y Alan Diez en el extinto Canal A —Austral TV— de Domingo Palermo (Ex Ministro de Fujimori), cuando siguieron al Muni en su primer año en Segunda (2001). Los hinchas ediles no son muchos, la mayoría son viejos, pero son... Y no hay nada mejor para un programa televisivo que contar con una audiencia cautiva.
1 comentarios:
Esta noche de marzo en que se hablaba de la hora del planeta, Muni jugó con las luces encendidas del Estadio Nacional frente al Atlas de Fox Sports. Pasaron cinco años para que un atisbo de mi propuesta se haga realidad y el ejercicio enfrentando a un equipo de reality televisivo espero que le sirva para la presente campaña en Segunda División donde enfrentará equipos durísimos como el Gálvez, Pacífico, Mannucci, Boys, etc.
El Muni es como Chacarita Juniors en Argentina o el Santiago Morning en Chile, equipos populares condenados a bregar por volver a la máxima división y esa lucha titánica, esa odisea, casi con tintes de tragedia griega, merece ser televisada.
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