1972: El Apolo XVII despega de
la Tierra el 7 de diciembre y aluniza cuatro días después. Sería la última
misión del programa Apolo. Eugene Corman y Harrison Schmitt son los últimos en
pisar el satélite. Yo tenía un año de nacido y a veces pienso que mi generación
fue la última en entusiasmarse con las exploraciones espaciales. Ojalá me
equivoque.
1979: 11 de julio. La Nasa
informa al mundo que el Skylab, el primer laboratorio espacial de considerables
dimensiones, puesto en órbita en mayo de 1973, va a caer sobre cualquier punto
del planeta, incluido Trujillo-Perú. La amenaza literal de que un objeto nos
caiga en la cabeza desde el espacio causa paranoia en el colegio. Esa mañana
muchos nos levantamos con la idea de que podía ser la última. Ya en la tarde mi
papa me tranquilizó diciéndome que el peligro había pasado, según la Nasa el
Skylab había caído en medio del Océano Índico. Luego nos enteramos que fue una
mentira. El laboratorio de marras había caído en tierra firme, en Australia,
cerca de un pueblo llamado Esperance.
1981: Como muchos rapaces, me
levanto a las 6:00 am para ver en vivo por Panamericana TV el lanzamiento del
Columbia, el primer transbordador espacial, cuyo diseño ya habíamos apreciado
en el filme Moonraker. Nunca lo vi
despegar. A las 7:45 mi mamá con un buen “¡carajo!” me envió al colegio. Días
después, el transbordador aterriza como si se tratase de un avión en un paraje
desértico. Eran los albores de la era Reagan y parecía que el hombre retomaba
su sueño de conquistar las estrellas. Por desgracia, el rebrote de la Guerra
Fría hizo que los esfuerzos de la administración se centraran en el proyecto
‘Star Wars’, satélites inteligentes de defensa que se decía eran capaces de
destruir desde el espacio los misiles lanzados en tierra por el enemigo (la
Unión Soviética). Luego sabríamos que el famoso proyecto fue un bluff
propagandístico que nunca llegó a ejecutarse.
1983: Panamericana TV
transmite los domingos al mediodía la serie: Cosmos: A Personal Voyage del astrónomo Carl Sagan. Nadie ha
explicado como él para explicar el origen y la naturaleza del Universo.
1984: Se celebran quince años
del primer alunizaje. A unos días de inaugurarse las Olimpiadas de Los Ángeles,
mi papa compra el betamax para la casa. Entre las primeras imágenes que
grabamos figura Neil Armstrong prestándose a pisar el suelo lunar y enunciando
la famosa frase que me imagino le tomó tiempo acuñar: “Un paso pequeño para el
hombre, un paso gigantesco para la humanidad”.
1986: En enero, espectamos
como muchos la explosión del Challenger en el aire. En abril, el mundo se
preparó para recibir la visita del cometa Halley que acontece cada 76 años (yo
ya no lo veré, quizá mi hijo si llega a los 56). Mi padre, ingeniero de
infraestructura de la Dirección Regional de Educación, ‘pidió prestado’ el
teodolito de la entidad y una noche nos fuimos más allá de Salaverry. No vimos
un carajo. Lejos de rendirse, a la noche siguiente animó a varios familiares a
partir en caravana más allá de Simbal, casi a la altura de Samne y lo que
apreciamos a las justas fue una motita blanca, casi como un pedazo de algodón
en el firmamento. Como dijo Aurelio Cámere, mi padrino, de regreso a casa: “El
Halley al igual que el Kohoutek (1974), nos cojudeó a todos”.
1986-1989: La sonda espacial Voyager 2 envía fotografías al pasar por Urano
(1986) y Neptuno (1989). Es la única creación humana que ha abandonado nuestro
sistema planetario.
1988: Una borrachera memorable
origina una polémica memorable entre mis camaradas de Cali: ¿Qué aventura fue
más importante, el viaje de Colón a América o el viaje a la Luna? Todos mis
amigos se inclinan por la aventura espacial. Sus argumentos: A) Primer viaje
del hombre al espacio (ignoraban por completo las misiones de Gagarin, Shepard,
Titov, Glenn, etc.); B) Viajar con la incertidumbre de pisar un ambiente ajeno
y no saber con qué te puedes encontrar en el suelo lunar (ignoraban las
expediciones anteriores al satélite que si bien no alunizaron, brindaron
información suficiente sobre su superficie). Sólo yo sostengo que la travesía
de Colón fue más arriesgado. Mi único argumento: el enfrentamiento del genovés
a la estupidez humana, a su lucha por erradicar supuestos como que la tierra es
plana o que más allá del horizonte habitaban monstruos y serpientes marinas.
Más huevos tienen aquellos que se aventuran a derrumbar mitos y prejuicios que
quienes parten con soporte científico. El Apolo XI fue un gran salto, pero La
Pinta, La Niña y La Santa María navegaron más alto.
1989: Panamericana TV estrena The Wonder Years. El interés de la
década de 1960 por la exploración del Espacio es capturado en varios episodios.
En uno de ellos, ambientado en la nochebuena de 1968, se revive la transmisión
del Apolo VIII girando por la órbita lunar, mostrando por primera vez a toda la
humanidad imágenes de la Tierra vista desde la Luna. La tripulación
visiblemente emocionada por el espectáculo del planeta azul declaró: Tenemos
un mensaje para todos los habitantes de la Tierra: Al principio Dios creó el
cielo y la Tierra. La Tierra estaba confusa y vacía y las tinieblas cubrían el
haz del abismo, pero el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las
aguas. Y dijo Dios, hágase la Luz, y hubo luz. Y Dios vio que era bueno, y la
separó de las tinieblas... Y la tripulación del Apolo VIII se despide con un
buenas noches, buena suerte, feliz Navidad y que Dios bendiga a todos los que
estáis en la buena Tierra. El mensaje impresionó a todos quienes lo
escucharon —inspiró
a Mike Oldfield para componer su memorable The
Song of Distant Earth— y a mí mismo como si lo hubiera escuchado en vivo y
directo 21 años atrás.
1991: El programa Ayer y
Hoy de Frecuencia Latina empieza a emitir reportajes de dudosa veracidad
sobre ovnis y el incidente Roswell, como aquel que le practican una supuesta
autopsia real a un alienígena. Enganchada la audiencia, le dan cabida a otros que
mencionan que los viajes a la Luna fueron un farsa. Se habla de sombras
múltiples, montajes, escenas trucadas, escenografía de Hollywood. Se dice que
la Nasa le encargó la dirección del entuerto a nada menos que a Stanley Kubrick
—quien siempre tuvo una visión bastante crítica sobre las políticas de su país—
sólo porque acababa de estrenar su monumental: 2001: A Space Odyssey. Los rumores sobre la supuesta conspiración
se prolongan hasta hoy.
1992: Circula la versión de que en la travesía del Apolo XI,
la tripulación observó naves extraterrestres. Luego se aclaró que lo que vieron
en realidad fueron puntos luminosos al pasar el llamado cinturón de Van Allen.
2003: El Columbia, el primer transbordador espacial, explosiona
sobre el cielo de Palestina, 22 años después de su lanzamiento inaugural.
2007: Una madrugada recibo la llamada de mi hermano con el
habitual entusiasmo con el que me enyuca trabajos que nunca saldrán a la luz.
Me anima a escribir lo que asegura será un best-seller. “Imagínate —me dice— que
el hijo de un periodista, entusiasmado por los viajes a la Luna, pregunta a su
padre por qué Neil Armstrong, su héroe, nunca figura en las celebraciones de la
efeméride. Intrigado el periodista, indaga sobre el asunto y descubre que al
viejo astronauta lo mantienen aislado, denegado de todo acceso mediático.
Cuando consigue por fin contactarse con él, el buen Neil le confiesa que todo
lo del viaje ha sido una gran mentira y que cansado de haber engañado a la
humanidad, está dispuesto a revelar la verdad. Antes de que Armstrong pueda ser
entrevistado en un programa televisivo en vivo, el servicio de inteligencia lo
hace desaparecer y en su búsqueda el periodista descubrirá más entretelones de
la farsa de la administración Nixon, empeñada en cumplir con el vaticinio
enunciado por Kennedy en 1961. Lo siento, hermano, pero no puedo escribir tu Código Armstrong y no porque no me
agrade fabular la historia oficial con hipótesis descabelladas, sino que como
lunático que soy, me siento a gusto creyendo que el hombre pisó la Luna el 20
de julio de 1969 y dudo que un republicano como Nixon se preocupase por cumplir
las palabras del demócrata Kennedy (su oponente en los comicios de 1960).
Tampoco me agrada mucho enlodar la figura de Armstrong, un gringo con cara de
buena gente. No amerita ofenderlo sólo porque no es tan mediático como sus
compañeros de viaje: Buzz Aldrin y Mike Collins (el primero incluso,
protagoniza un episodio memorable de Los
Simpsons). Además, sé que el buen Neil es invitado de cuando en cuando a
dictar conferencias en todo el orbe, aunque la vez pasada me dijiste: “Ese es
un doble, hermano. ¿Acaso no crees en los dobles?”
2008: El primer día del año, Cinemax transmite el documental In the Shadow of the Moon (David
Sington, 2007) que recoge los testimonios de varios de los 24 astronautas que
pisaron la Luna entre 1969-1972. Uno de ellos, ya anciano, no recuerdo cual, es
inquirido sobre las versiones que los tildan de farsantes y con una mirada de
pena, de esas que parten el alma, dice: “podrán decir que fue un fraude, pero
no podrán borrar mis recuerdos, ¡yo sí estuve ahí!” Es subjetivo pero le creo y
porque estoy convencido de que nuestro actual desarrollo tecnológico puede
llevar al hombre a las estrellas. La Ciencia, a diferencia de la Religión,
posee argumentos para defenderse.
2009: A raíz del 40º Aniversario del primer alunizaje, viene
rotando por el ciberespacio un documental totalmente injurioso: A Funny Thing Happened on the Way to the
Moon de un tal Bart Sibrel. Como defensor de la travesía, voy a responder a
unos cuantos de sus infundios:
Quieren engañarnos con que el Apolo XI fue la primera
nave tripulada que atravesó el cinturón de Van Allen.
Eso, por supuesto, es
una falsedad. Antes que la misión encabezada por Armstrong estuvieron la Apolo
VIII, Apolo IX y Apolo X (esta última llamó ‘Charlie Brown’ a la nave nodriza y
‘Snoopy’ al módulo lunar). El hombre pues, antes del Apolo XI ya ‘había
llegado’ hasta la órbita lunar, solamente le faltaba alunizar.
Las sombras de las fotografías tomadas solamente con la
luz del Sol deberían ser paralelas y en las tomas se ven sombras en diferentes
direcciones.
Sibrel es un
aficionado que poco sabe de fotografía. Las fotos son bidimensionales y al
quedar registradas pueden alterarse perspectivas tridimensionales como las
sombras.
La Luna carece de atmósfera, por lo tanto debe captar las
estrellas de una manera mucho más brillante que en la Tierra. Sin embargo, en
las imágenes de la Luna no se aprecia ninguna estrella.
Cierto, las estrellas
vistas desde la Luna deben constituir un espectáculo maravilloso, pero al
momento de fotografiarlas quedan opacadas por el brillo luminoso del suelo
lunar de cara al Sol.
“Todas” las fotos del supuesto viaje son perfectas, eso
demuestra que fueron tomadas por un fotógrafo profesional y no por un simple
astronauta.
En el primer alunizaje
se tomaron miles de fotografías y no todas salieron ‘perfectas’, con criterio
la Nasa sólo ha hecho públicas las mejores. Además, debido a la relevancia de
contar con un registro fotográfico, los astronautas antes del viaje fueron
adiestrados durante meses en la toma de fotos con una sola mano. Sus trajes
fueron provistos con los mejores lentes de la época, los Carl Zeiss germano
orientales —aún hoy insuperables— y las mejores cámaras: la Mamiya japonesa, la
Hasselblad sueca y la Leika ¡soviética!
El movimiento ondulatorio de la bandera americana
demuestra una corriente de aire, elemento imposible de encontrar en la Luna.
Cierto, la Luna carece
de atmósfera y por lo tanto de aire. Si se mira detenidamente la ondulación de
la bandera se puede percibir que se debe a los propios pliegues de la tela y a
la forma como ha sido engarzada en el asta. Imágenes posteriores a la
colocación de la bandera la muestran claramente tiesa.
Cuando el módulo lunar despega para volver no se aprecia
llama alguna.
Cierto. El combustible
utilizado es una mezcla de hidrazina con tetróxido de dinitrógeno que cuando
entran en contacto al momento de ignición no produce llama.
El documental de
Sibrel no tiene ningún valor y no por lo tendencioso —todos los documentales lo
son de alguna manera— sino por el poco rigor científico. Sibrel es un
oportunista que se gana la vida promocionando esta pseudoconspiración. Lástima
que no sean sólo los gringos, sino personas de otros lares quienes por su escasa
cultura son fáciles de impresionar.
2 comentarios:
interesante. de todo corazón, espero que salgan científicos a defender la versión de la llegada a la luna porque los documentales que indican que fue una farsa no han sido retados hasta el momento y la NASA no ha salido a meterles juicio por difamación, lo cual sería lo correcto, ¿o en medios científicos no se dice esta boca es mía y se deja que pasen las versiones antojadizas de oportunistas como mencionas?
y pasando a tus pajarazos, en el primer párrafo de tus respuestas pusiste: "... a la cerca a la luna...", y en la antepenúltima y penúltima lineas del post, "... con promocionando". de nada. sigue posteando, lo cual no significa que escribas bien... pasa tu libro a ver si es cierto que como comes bailas (ah, de paso, come menos y baila más, please, tu panza de burro se puede arreglar practicando el deporte que al parecer nomás te gusta como espectador, qué aburrido...)
Documentales hay, opiniones de astrónomos destacados como Phil Plait también, incluso en discovery vi un buen programa de los mythbusters. El problema de Sibrel y demás "conspirómanos" es que no cuentan con argumentos de expertos en la materia (astrónomos, físicos, expertos en fotografía, etc.). Si un científico de la talla de Carl Sagan (que ya murió) o de Stephen Hawkings se hubieran pronunciado en contra del viaje lunar podría tomar en serio la posibilidad de una conspiración. Mientras lo haga un pseudoperiodista con pruebas fácilmente rebatibles, no.
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