El mundo necesita de locos, ciudades aletargadas como Trujillo los necesitan en mayor cantidad. David Novoa es un loco de mierda, un trasgresor de raza, un soñador compulsivo, con los cojones bien puestos para hacer realidad proyectos quijotescos como establecer un santuario animal en la campiña de Moche. Algunos me dirán que lo hace porque tiene cierta sensibilidad ecológica, pienso más bien que lo hace para afinar su instinto animal.
Mi amistad con Novoa se remonta a mis años universitarios. Yo acabé los estudios, David se opuso a que los estudios acabaran con él. El loco nace en Casa Grande, allá por 1968 y posee desde siempre el don de jugar con las palabras, hilvanarlas y devolverlas poesía. En 1990 gana ‘El Poeta Joven del Perú’ —seis años después que mi amigo Luis Eduardo García— y en 1992 publica su primer poemario: Itinerario de un alado sin cielo, asegurándome en su dedicatoria de puño y letra que encontraría harto de The Doors, una de mis bandas fundamentales. El aprecio que David pueda sentir por mi prosa no se compara a lo que yo siento por escritores testiculares como él.
Desde el 2001, David vive para los animales de su mini zoológico. Es una labor esclavizadora. Son más de ocho años en los que ha entregado todo, incluso un pedazo de su mano, arranchado por un puma voraz que hoy ya no lo acompaña. Los padres de Novoa, dos ancianos afables, son sus cómplices en esta aventura alocada. Menos mal que el terreno ubicado cerca a las huacas del Sol y de la Luna es amplio y pueden convivir sin devorarse —quizá molestarse y dedicarse a la práctica sana de aparearse— distintas especies de vertebrados.
El recorrido es totalmente rústico, con cañas y maderos, ajeno al ladrillo o al cemento. Por la suma de dos soles —niños sol cincuenta—, el visitante entra en contacto con la fauna que alguna vez habitó libre de persecución y polución por estos valles. Pocos saben, por ejemplo, que el huerequeque, ave corredora, no es patrimonio exclusivo de Lambayeque, también habitó en abundancia en el litoral liberteño. Otros supervivientes son el zorro de la costa, perseguido y masacrado por considerársele animal dañino; la ardilla de cresta blanca, condenada a la extinción por la tala indiscriminada de algarrobales.
Novoa sostiene con basado fundamento que los antiguos peruanos respetaban el ecosistema, fueron más bien los españoles y nosotros quienes heredamos sus perniciosas costumbres, los que entendemos como ‘civilización’ la depredación de nuestro hábitat. “Los muchiks y los chimúes edificaron sus viviendas y monumentos en el desierto, los trujillanos sin embargo hemos herido de muerte la fertilidad del valle Santa Catalina, al levantar casas y centros comerciales en zonas de cultivo y terrenos cenagosos”. En sus palabras parece que hubiera un lamento por pertenecer a esa misma sociedad.
Además de la fauna que alguna vez fue fecunda por estos lares, el mini zoo acoge distintos especímenes del a sierra y la selva, incautados a traficantes de especies por la policía ecológica. Llamas, alpacas, boas, tortugas terrestres, Charapas (tortugas acuáticas), Monos de diverso pelaje y que parecen domesticables, pero que portan en la saliva un virus que pasado a los humanos les producen llagas internas muy dolorosas.
Alberga también guacamayos capaces de memorizar doscientas palabras (poco menos que un universitario promedio). Lagartos que permanecen estáticos en una fosa, aguardando que el hambre despierte para devorar a la familia de patitos que tensos sospechan su final. Comadrejas cuyo instinto carnicero las hace matar por matar. Cernícalos. Lechuzas cuyo canto significa para los amazónicos el anuncio del arribo de un niño, para los españoles en cambio, ‘extirpadores de herejías’, era augurio de infortunios (de ahí que los costeños seamos afectos a mentarles la madre).
El rey de todas las bestias en exhibición es el cóndor, magno carroñero de los Andes, pero el ejemplar del mini zoo está condenado a morar por siempre en cautiverio. “Es el hombre el culpable de su maldición”, nos explica David, acercándose a ‘Condorito’ explicándonos que el pobre fue confiscado de un circo donde le malograron una de las patas por lo que nunca más va a poder alzar vuelo. “Estas aves necesitan correr por la pendiente para poderse impulsar”. Su majestuosidad sin embargo, no ha disminuido ni un ápice. Ver a un cóndor a sólo un par de metros y con las alas extendidas es una experiencia memorable.
El mini zoo de Moche estará abierto hasta fin de año, luego cerrará sus puertas. David Novoa y su familia no sólo están agotados de una labor que absorbe su tiempo de lunes a domingo, lo están aún más del escaso apoyo de las empresas regionales, desinteresados en preservar un proyecto que tiene relevancia pedagógica y ecológica. “Trujillo seguirá jodido mientras prefiera a los malls y le dé la espalda a lo que originalmente le pertenece”, se lamenta el loco con palabras cuerdas. “¿A quién le interesa que las empresas hayan contaminado el río Moche o que la tierra sea envenenada con químicos para obligarla a dar tres cosechas al año en vez de una, dando frutos con elementos cancerígenos?”. En los próximos meses empezará el éxodo de los animales a Ventarrón, un pueblo de trescientos habitantes en Lambayeque, distrito de Pomalca, donde una ONG viene implementando en un terreno bastante extenso un zoológico vivencial. Novoa, sin embargo, considera que no ha arado en vano. Si bien piensa dedicarse a otros proyectos personales, sabe que ha dejado un precedente que en un futuro próximo puede continuar alguna institución u ONG. Mientras tanto, a los trujillanos todavía les quedan algunas semanas para acudir a su casa en Moche y aprender lecciones de civilización a cargo de los animales.
Fotografías de este post a cargo de Diego Torres. Agradecimiento al equipo de La Fábrica y a los cachimbos de Comunicaciones-UPN por ejecutar una campaña pro Zoo de Moche, así el loco Novoa desprecie a la publicidad (y los publicistas), prefiriendo que se realice una campaña contra las empresas que contaminan el río Moche.
3 comentarios:
es justo y necesario...
hum... tal vez lo ideal sería ayudarle al loco a organizar su propia ong. no es muy difícil y sería realmente fabuloso que lograra financiamiento para realizar un trabajo que ya ha llevado a cabo por tanto tiempo sin recibir nada a cambio
De todas las veces que he visto la "hora salvaje" de Discovery, ninguna logró que me quedara tan pegado como con los patitos (con diminutivo para aumentar el drama). No sabemos lo que tenemos, hasta que lo hemos perdido.
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