lunes, 31 de agosto de 2009

el día que me lancé a la piscina

A las pocas semanas de publicar la primera edición de Entre Alacranes, la revista de la Cámara de Comercio de La Libertad —edición junio 2007— publicó un informe sobre el negocio editorial en la región y me pidió una colaboración como novel escritor si era negocio o no lanzar un libro al mercado. Escribo este post para anunciar que el sábado pasado Editorial CEA lanzó la segunda edición de Entre Alacranes —corregida y aumentada—. Quien no haya leído el libro todavía, espero lo pueda adquirir y disfrutar.

el día que me lancé a la piscina
o cómo un escritor trujillano se anima a publicar su primer libro

Todavía no sé si publicar un libro es buen o mal negocio, sobre todo si debutas recién en el rollo editorial. Antes que ingresos, lo primero que busca un escritor ‘sin nombre’ es la difusión y repercusión de su obra y para eso a lo mejor resulta más beneficioso que algunos delincuentes lucren con las versiones piratas y fotocopiadas de tu propio producto, aún en perjuicio de tu propio bolsillo.

Entre Alacranes es mi primer libro. Lo publiqué con 35 años cumplidos. Un poco viejo, pero no me siento afectado por eso. Salvando distancias, Marcel Proust publicó su primera novela, Por el camino de Swann, a los 42 años.  El sueño del libro publicado es un anhelo acariciado desde la pubertad y no lo hice antes por dos motivos: 1) el maldito perfeccionismo que me hace esclavo de mis propios textos, corrigiéndolos una y otra vez (ahora que está impreso no lo quiero leer, temo encontrar errores, lo que sería como verle defectos al ‘hijo’ recién nacido), y 2) la falta de capital que hace de publicar una meta inaccesible para muchos, al menos cuando eres joven y enfrentas a la vida con las manos vacías.

A mediados de 2002, con un puñado de relatos digamos ‘publicables’, me animé a tocar las puertas de algunas editoriales, pero aparte de una entrevista cordial y de un entusiasmo inicial al leer el borrador, nada más conseguí. La dura realidad es que pocos editores limeños se arriesgan en apostar por un narrador de provincia que apenas es conocido por sus familiares y amistades. Así que el proyecto siguió durmiendo el sueño de las musas, a pesar de que mis hinchas, quienes son pocos pero son igual de fieles que la hinchada del Muni, me animaban a que me lanzara a la piscina, así tuviera poco agua.

Mismo clavadista de Acapulco, a partir de diciembre de 2006, me dediqué en serio a la preparación del libro. La primera tarea consistió en seleccionar once relatos unidos por una temática similar. Uno de los motivos esgrimidos por las editoriales al momento de defenestrarme era que mis relatos eran muy diversos y carentes de un ‘hilo conductor’. Como si se tratase de un producto de marketing, pensé en el target, es decir en los posibles compradores de mi primer libro, y el público más a la mano eran los universitarios, jóvenes que normalmente no leen ni Condorito y tenía que ofrecerles un contenido que pudiera motivar su interés por la lectura. Me decidí entonces por elegir los relatos escritos con un lenguaje directo, coloquial, por los menos académicos, rimbombantes y pretenciosos, cuyo argumento enganchara al espectador y le despertase el apetito para devorar 120 páginas de un tirón. La apuesta por una prosa ágil obtuvo una respuesta favorable por parte de mis lectores imberbes.

A fines de enero de 2007, tenía el material listo y corregido. Gracias a un amigo escritor, quien me recomendó publicar en Lima para alcanzar una mayor distribución nacional, es que en la Feria del Libro de Trujillo me contacto con Harold Alva, fundador de Zignos, sello editorial interesado en promocionar nuevos escritores. El trato consistió en que yo financiaría la ‘aventura’ en su totalidad y Zignos se encargaría de la impresión, distribución en librerías a nivel nacional, la difusión en medios y la presentación del libro en Lima en el Centro Cultural España.

A principios de febrero, conté con el apoyo de Alberto Alarcón, conocido poeta talareño, en la labor de corrección. A mediados de marzo, el material estaba listo y sólo quedaron dos últimas cuestiones: ¿cuál sería el orden de los relatos? Alberto dictaminó que el libro debía empezar con Cachupipe, el cuento que más le agrada y culminar con las historias más ‘toscas’, como para que el lector más susceptible vaya templando sus nervios. Yo accedí. La segunda cuestión fue qué nombre le pondríamos a la ‘criatura’. Ambos convenimos que debía llamarse como uno de los relatos, quizá el más significativo. Entre Alacranes fue mi elección, pero mi editor me lo veto, igual como aquel amigo que se le ocurrió La ciudad y los perros en vez de Los impostores, propuesto por Vargas Llosa. Alberto detestaba —y creo detesta todavía— ese título, si por él fuera el relato se llamaría: La noche de los alacranes, pero yo decidí mantener el original. Tras una ardua discusión convenimos que el título del libro sería Último Concierto, homónimo del relato que cierra la colección. Iba a quedarse así, incluso se diseñó una portada con ese nombre, pero faltando nada para enviarlo a impresión, cambié sin consultarle a Alberto por Entre Alacranes, diseñándome mi ‘hermano’ Lucho Pesantes otra carátula en tiempo récord y creo que no me equivoqué.   

Una vez aprobada la diagramación de los interiores, el libro entró a imprenta el 11 de abril. Casi dos semanas después, el día 28, llegaron desde Lima los primeros ejemplares en una encomienda enviada en Cruz del Sur. Al mes siguiente, el 30 de mayo, el libro fue lanzado oficialmente en Trujillo en la Alianza Francesa, contando con Luis Eduardo García, Gerardo Cailloma y Luis Felipe Alvarado como presentadores.

Si hablamos desde el punto de vista del marketing, el ‘producto’ se encuentra todavía en la etapa de introducción. Como canales de distribución se han elegido en Lima la cadena Zeta Bookstore, La Casa Verde, Crisol, Época, El Virrey, Fondo de Cultura Económica y otras librerías. Próximamente se hará la distribución en Trujillo y otras provincias. Con la cantidad de libros que he vendido por mi cuenta, he logrado recuperar en un par de meses el 50% de mi inversión, lo cual me dice que ser escritor sí puede ser redituable, no sé si para vivir, pero sí para difundir, lo que al fin y al cabo debe ser el vector que impulsa a los literatos de raza.

2 comentarios:

necia dijo...

¿el producto aun se "haya" o se "halla" en etapa de introducción, pedazo de bestia? aprista sé que no eres, pero cómo te gusta que te "hayen"... si serás...

no he leído tu mentado libro pero si así como escribes acá escribes allá... hum... ya, qué importa, hay que apoyar la lectura, ¿cuánto y por qué tan caro?

y... eso de que recuperaste la mitad de la inversión en poco más de un mes no te lo cree nadie, a menos que "hayas" publicado cien nomás y "hayas" (aprende, burro) obligado a tus sufridos alumnos a comprarte los libros, so pena de reprobar tus soporíferos cursos

alfieri dijo...

haya de "hallar" o halla de "haber"... tienes razón. Una vez es un lapsus pájarus. Dos veces es un error ortográfico con el que tengo problemas (Santo Quirós Vásquez en dónde quiera que te encuentres). Te agradezco me lo hagas ver (aunque sospecho no será la última vez).

Gracias.