viernes, 18 de septiembre de 2009

para quiénes cantaban ellos entonces

Oye... ya casi es madrugada.
Déjame invitarte a pasar la noche y mañana
si quieres puedes irte, otra vez.
ENTRA ELÉCTRICO (Sui Generis)

Mis referentes del rock en español son dos agrupaciones diametralmente opuestas, una mexicana, la otra argentina, una estridente, el otra melódica, una malhablada, la otra poética, una es El Tri, genuino rocanrol, la otra Sui Géneris, balada Folk contestataria. Hablar de El Tri —o Three Souls in My Mind— es hablar de Alex Lora, de Sui Géneris es hablar Charly García, dos genios absolutos. Ambos prolíficos y, a su manera, outsiders del Sistema. No es la primera vez que lo escribo: Charly García es a John Lennon como Alex Lora lo es a Keith Richards. Dos monstruos, ni más ni menos.

La amistad de Nito Mestre con Carlos Alberto García se remonta al colegio y se prolonga hasta hoy. En enero de 2001 Sui Géneris vin por primera y única vez al Perú. Yo estuve junto con otras diecisiete mil personas en ese concierto en el Monumental de Ate. No salí desilusionado pero tampoco plenamente satisfecho. Sentí que hubo algo que no cuajó esa noche. Creo que la culpa la tuvo Charly quien me pareció aburrido y desencajado. Si el concierto salió adelante fue más bien por el temperamento mesurado de Nito. No era, pues, el Sui que yo esperaba ver y escuchar. El pasado 11 de septiembre, Nito Mestre, acompañado de un guitarrista y un tecladista, se presentó en el Country Club de Trujillo. Allí, ante solamente trescientas personas, encontré la respuesta de por qué el concierto de ocho años atrás no colmó mis expectativas, escuchar a Nito o a Sui no es una experiencia multitudinaria sino íntima, es apreciar de cerca sus gestos, sus inflexiones de voz. Si el famoso concierto de despedida en el Luna Park funcionó era porque la masa alló congregada era una generación distinta a la que estuvo conmigo en el Monumental. Escucharlo a Nito en Trujillo es convencerme una vez más que Sui cantaba solamente para mí y para unos cuantos más en el mundo.

Charly es el talento detrás de Sui, Nito sólo la voz. Charly supo escaparse y superar la leyenda del dúo, ser más grande, formar Serú Girán y luego decir: Say No More, Nito en cambio se quedó entrampado en Sui, encarcelado como el Fantasma de Canterville. Nito ante mis ojos juveniles, atrevidos y prejuiciosos —sin el análisis y perspectiva de la madurez— era un segundón, una voz suavecita y flautista encantador. Con los años comprendería que su función en el dúo más famoso de América Latina era fundamental, era el equilibrio capaz de aterrizar el genio desembocado de su compañero. 

Mi generación conoció a Sui Géneris en 1986, a los once años de su separación. Fueron dos cassettes (casi estoy seguro que no editaron discos de vinilo en nuestro medio) y circularon casi caleta, no de manera masiva: el Vida y el Confesiones de Invierno, en ambas portadas se destacaba el nombre de Charlie García —no Charly— famoso en estas tierras desde que las radios propalaron en 1983 su No bombardeen Buenos Aires, seguido de Le siguen pegando abajo, Yo no quiero volverme tan loco, No me dejan salir (estoy verde), Raros peinados nuevos y Demoliendo hoteles. Charly ya se había presentado en el Perú, en la Feria del Hogar en las Fiestas Patrias de 1985 acompañado de Git, banda desconocida en ese entonces. De ese concierto se grabó una cinta que se comerció de manera pirata y en una parte García decía:  “Me pidieron que sacara la bandera del Perú. No, ustedes saben que la patria es mucho más que eso. Feliz independencia, loco. Vos sos duro”. Y de inmediato sonaba una canción que yo desconocía: Hubo un tiempo en que fui hermoso y fui libre de verdad... En agosto de 1987, en mi viaje de promoción a Cuzco, sabría que esa canción pertenecía a su primera etapa, cuando todavía no lucía su bigote bicromático y era un joven melenudo de grandes gafas. Sin saber nada de Sui Géneris, escucharía por parte de algunos amigos unas leyendas que me entusiasmaron: A) que Rasguña las piedras está dedicada a una novia de Charly que sufría de catalepsia y fue enterrada viva (cuando la exhumaron ya era tarde; B) Canción para mi muerte fue compuesta por Charly cuando agonizaba tras una sobredosis con diversas sustancias (de la que por supuesto se recuperó); C) que para evitar el Servicio Militar, Charly se hizo pasar por orate, extrajo un cadáver de la morgue (¿?) y se paseó con él por el descampado (y luego compuso Botas locas); D) que en los conciertos de despedida se vieron obligados a tocar horas de horas porque la muchedumbre no se iba y nos los dejaban salir de Luna Park.
 
Confesiones de Invierno fue lo primero que llegó de Sui a mis manos. Era octubre de 1987 y como mis gustos estaban muy  ‘rockerizados’, aparte de Mr. Jones o semblanza de una familia americana, me costó identificarme con los otros temas. Adquirir el Baglietto de Juan Carlos Baglietto un para de meses después me ayudó a comprender que el rock argentino no era sólo redobles de batería y solos de guitarra espectaculares, la música podía ser también poesía a un ritmo bastante sosegado, transmisora de filosofía de vida. Gracias a Baglietto, escuché a Sui con otros oídos y en cada una de sus canciones descubrí algo nuevo, una conjunción de mensajes que jamás había escuchado. Pocas bandas en castellano habían logrado componer canciones para pensar, para enamorar y para volar a la vez.

Entre 1986 y 1987 el rock en español fue un fenómeno masivo. En 1988 el entusiasmo se apagó de súbito. Soda Stereo y Hombres G pasaron de moda ante la irrupción de bandas como Inxs, U2 y Guns N' Roses, logrando que el rock en inglés recuperase su hegemonía radial. La música de Sui Géneris nunca llegó a las radios. Su difusión entre la juventud trujillana se dio a través de grabaciones —milagro de la doble cassetera— o a que sus canciones fueron referentes obligados en campamentos y fogatas (y muchos también las detestaron por eso). De manera pirata circularon también el Instituciones, el Out Takes (puñado de canciones mezcladas con otras de Almendra e Invisible, bandas del flaco Spinetta) y distintas recopilaciones del ya, a esas alturas, mítico Adiós Sui Géneris, del cual se sabía existía una película homónima (la que puede ver recién en agosto de 1999 en el Centro Cultural Ricardo Palma de Miraflores y cuya frase de presentación al inicio del concierto: “Adiós Sui Géneris, que tengan buena vida” es tan emocionante como el “gracias totales” de Cerati).

La presentación de Nito en Trujillo no fue nada del otro mundo. Tampoco tenía por qué serlo. Hace bastante que Mestre ha dejado de ser un rock-star. Sobre el escenario tuvimos a un hombre cercano a los sesenta años, de melena y barba alba, guitarra de palo y flauta traversa por ratos. Su voz de terciopelo se mantiene incólume. Dicen quienes lo conocen de cerca que Nito es un buen tipo. Su música y sus palabras mostraban esa bondad, esa serenidad, la paz espiritual del hombre que convive bien consigo mismo. Cantó varios temas propios uno dedicado a un viaje con su madre—, pero las que cantamos todos fueron los clásicos de Sui: Canción para mi muerte, Necesito, Cuando comenzamos a nacer, Estación (la mejor canción de minuto y medio de la historia), Fabricante de mentiras, Mr. Jones, Mariel y el Capitán, El fantasma de Canterville, Cuando ya me empiece a quedar solo, Confesiones de Invierno, Bienvenidos al tren y Rasguña las piedras.

Gracias a Lucho Pesantes, organizador del concierto junto con Pepe Alva, tuve la oportunidad de acercarme, estrecharle la mano y entregarle un ejemplar de mi libro Entre Alacranes, explicándole que allí podría notar la influencia de Sui Géneris en dos de mis narraciones, en Cachupipe y Último Concierto (los que abren y cierran el libro, respectivamente). Ya no lo vi pero Lucho me cuenta que Nito y su mujer se mostraron bastante complacidos por el regalo. Ojalá hayan tenido tiempo de leerlo. Antes de subirse al bus que lo llevaría a su hotel, le lancé una frase de cierre:
—Gracias por venir a una ciudad donde, al igual que otros sitios de América Latina, la música de Sui Géneris nos ha marcado de por vida.
—Sí, eso lo comprendimos en 1975 —respondió lacónicamente, aludiendo al momento en que él y Charly se separaron; muy jóvenes pero conscientes del inmenso testamento que le dejaban a todo un continente.

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