indecopi o el pez... ¿quién es más weon?

Introducción: 
Sobre la cucufatería

La cucufatería —al igual que la estupidez humana— es universal y, me temo, no se extinguirá jamás. Mientras hallan religiones, habrá cucufatos. Los peruanos somos cucufatos por antonomasia, de ahí que la cucufatería —igual que la huachafería— sea un deporte nacional. La terminología es un peruanismo todavía no admitido por la RAE que nos sirve para definir a las personas en extremo religiosas, de hábitos puritanos, obedientes y temerosos de los preceptos de su credo. Ser cucufato puede no tener nada de malo. Vivir por y para una doctrina es una elección de vida. Cree y sé feliz creyendo. El problema radica cuando la cucufatería se transforma en fanatismo (99.9% de los casos) y jurándose propietarios de la verdad, la moral y las buenas costumbres, cuestionan y hostigan las creencias y conductas de los demás. Ser cucufato pase, ser extremista es llevar la cucufatería a otro nivel, llegar a la mojigatería y eso es bastante peligroso. Según la RAE, mojigato es aquel ‘beato hazañero que hace escrúpulo de todo’. La mojigatería es un mal endémico. Por más que la filosofía y la ciencia ha bregado por derribar tabúes y complejos, es imposible doblegar ciertas taras sociales y retrógradas, dispuestas siempre a perseguir y satanizar. “Triste época la nuestra —se lamentaba Albert Einstein—, capaces de desintegrar un átomo, pero no un prejuicio”. Los miembros de una feligresía son libres de ser mojigatos, pero no tienen derecho de querer imponer su mojigatería o atentar contra las libertades de los demás, infiltrándose en instituciones públicas y regímenes democráticos, prestándose a legislar prohibiciones en pos de salvaguardar la moral y las buenas costumbres. Aunque como bien me decía mi padre: “la moral es el traje más elástico que existe”.

Sobre Indecopi 
(si te aburre, puedes saltar este párrafo)

Indecopi son las iniciales de Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y Propiedad Intelectual. Fue creado mediante Decreto Ley en noviembre de 1992 en pos de la promoción de una cultura leal y honesta competencia en la economía peruana y para proteger todas las formas de propiedad intelectual: desde los signos distintivos y los derechos de autor hasta las patentes y la biotecnología. Las denuncias que pueden ser acogidas por Indecopi son por: Antipiratería (el 80% del mercado nacional), Discriminación (el 90% de las empresas discriminan, no sólo por ‘buena presencia’, sino también por edad), Publicidad engañosa (el 100% de la industria publicitaria), etc. Fue novedad descubrir que dentro de sus competencias figura también salvaguardar la moral y las buenas costumbres.

Sobre el Pez Weon 
(puedes saltar este párrafo también)

El Pez Weon nació en Facebook un 5 de mayo de 2008. Su vertiginosa popularidad —millares de fans en la web— hizo que Norma publicara un libro que en pocas semanas se convirtió en un best-seller. “Pez weon” —ocioso decir— significa “pues huevón”. La palabra ‘huevón’ se ha institucionalizado en las últimas tres décadas. No sé si será peruana, pero se ha encargado de erradicar del habla juvenil la palabra ‘cojudo’, manteniéndose solamente su derivación cojudez/cojudeces. Los peruanos no ‘huevoneamos’ tanto como los chilenos, quienes expresan un ‘ueón’ a cada cinco palabras pronunciadas. Para mi gusto, El Pez Weon es un cómic de dudosa comicidad. Personalmente me parece tan irrisorio como el show unipersonal de Carlos Galdós que es un atentado no contra la moral y las buenas costumbres, sino contra la higiene mental.

Intermezzo: Sobre Carlos Galdós  
(debo estar bien weon para ocuparme de él)

A fines de la década de 1990 tuvo su cuarto de hora a través de unos spots de Pilsen Callao, desde la ‘Titular’ al ‘Cojito’. Parecía predestinado a desaparecer, pero Plus TV tuvo la mala ocurrencia de reclutarlo como reportero de Polizontes y allí comenzó a desarrollar su estilo pedante e insufrible en la conducción de programas. Intentó otra aventura televisiva en Panamericana a las once de la noche y lo sacaron del aire en menos de un mes. Su popularidad se mantiene a flote gracias a Studio 92 donde la chiquillada le da tribuna. Alguien por ahí le dijo que tenía pasta de showman y se la creyó. El pasado 10 de octubre tuve la penosa experiencia de sufrir su unipersonal Nadie nos quita lo bailao en el Aventura Plaza de Trujillo, donde me (nos) confirmó en vivo que es un imbécil que carece de los recursos más elementales para conectar con el público, aparte de que canta como el orto. Ojo que soy todo menos pacato y para ser grosero en exceso hay que tener gracia, incluso para hijoputearme como lo hizo a mí y a la gente que me acompañaba porque nos quitamos a media función (me lo merezco por no haberme quitado antes). No sé si su show en Lima fue un éxito o no, pero yo le recomendaría que se quede en la radio donde sí es líder de opinión (pobre generación), allí puede dársela de bacán con los chibolos, disfrazando el complejo de haber sido lorna en el barrio, porque al fin y al cabo es más huevón que el Pez Weon.

Sobre Indecopi contra el Pez Weon

Viendo que el Pez Weon es un éxito, los creadores pensaron en erigir una marca de ropa con el mismo nombre e isologo. Indecopi, sin embargo, no permite que el nombre como marca funcione comercialmente al considerar que atenta contra la moral y las buenas costumbres. Y no es por la palabra Weon (huevón) como muchos imaginan, sino por el dibujo mismo, por el pececito boludo, el de los testículos rosados y saltones, el de los chistes monses. Insisto, puta gracia me hace este huevonazo de pez, pero de ahí a censurarlo porque sea huevón física y mentalmente, me parece una arbitrariedad, hasta cierto punto una ‘discriminación hacia los discapacitados’. El Pez Weon es inofensivo (bueno, admito que son poquísimas las cosas que me parecen indecentes, Galdós por ejemplo). El pobre es una charcoca que ha encontrado su nicho de mercado: unos huevones que gustosos comprarían ropa con este mamotreto como logo. El Pez Weon tiene todo el derecho de nadar comercialmente, vender ropa, comida, licor o cuanta categoría le venga en gana con sus testículos rosados de por medio. Billy Boy, la marca número uno de condones en Alemania, tiene un pene animado como isotipo y los paisanos de Ratzinger no se escandalizan por eso. Tampoco los limeños pacatos se han rasgado las investiduras porque una peña barranquina se llama Del Carajo o una cebichería La Concha de sus Mares. Un pez con voluminosas criadillas no ofende a nadie y menos incita a un comportamiento pecaminoso. La verdad de la milanesa es que ese pez es tan, pero tan, huevón, que no representa amenaza alguna contra la moral y las buenas costumbres.

Epílogo: 
Sobre el futuro de la cucufatería en el Perú

Hace unos veinte años estaba con un grupo de amigos observando un programa periodístico que difundió algunos audios —ya existía el chuponeo telefónico— de un general que entre lisuras declaraba que se levantaba a una conocida modelo de la época y cómo había participado en la compra fraudulenta de armamento. La mayoría comentaríamos luego el escándalo por la corrupción y por la reputación de la aludida, sin embargo, uno del grupo, curiosamente el más putañero y borracho de todos, dijo que lo más escandaloso había sido escuchar su vocabulario soez. “¡Qué dirá la sociedad!”, dictaminó como colofón. Esa doble moral de mi querido amigo, por no llamarla hipocresía, es la que prima todavía en la sociedad peruana del Siglo XXI, que se escandaliza por un ‘¡mierda!’ o por un ‘¡carajo!’ bien dicho antes que de temas de fondo más importantes como la corrupción, la pobreza o la violencia. Me temo que la cucufatería se seguirá transmitiendo de padres a hijos y por eso seguiremos siendo una nación tan subdesarrollada.

Para el presente post he pirateado de Google algunas aventuras del Pez Weon. 

Después del roche no creo que sus autores sean tan weones de denunciarme ante Indecopi.