Perú
jugó en Buenos Aires su mejor partido de la Eliminatoria. Perder como se perdió
resultó más meritorio que empatar en el último minuto frente a la misma
Argentina en Lima gracias al ‘loco’ Vargas y Johan Fano. Estos partidos, por supuesto,
servirán para la anécdota, para la chacota, para la borrachera de bar entre
hinchas resignados que a falta de mundial sólo les queda añorar esos goles o
esas jugadas que no suman para nada.
Este
proceso de Del Solar ha sido tan magro como el de Pepe en 1989 o el de Popovic
en 1993. Sabíamos desde la cuarta fecha, cuando caímos goleados miserablemente
en Quito, que estábamos condenados al fracaso. Sin embargo, somos peruanos, y
peor aún, hinchas del fútbol peruano y la blanquirroja es nuestro quinto
símbolo patrio —más grande que la bandera, himno, escudo y escarapela—. Sólo a
través del deporte puedo desfogar mi peruanidad. No puedo hacerlo con una
Historia de perdedores, con héroes que más bien son mártires, o con paupérrimos
desfiles militares. Prefiero gritar: “¡Perú! ¡Perú! ¡Perú!” a punta de goles
que no identificarme con nada que encienda mi patrioterismo.
La
tarde del sábado pasado fui uno de los tantos que vio —y sufrió— el partido en
el Monumental de Núñez —estadio que siempre me recordará la dolorosa
Eliminatoria de 1985—. No me importaba que no nos jugáramos ni mierda, que
aparte de Vargas alineáramos con una sarta de fracasados sin nivel
internacional, que como siempre careciéramos de estrategia. El atractivo pasaba
porque Argentina se jugaba la clasificación ante un Perú último en la tabla y
que sin posibilidades de ganarle siquiera a las Islas Feroe, haría de todo para
no comerse una goleada Los argumentos que nos hacían pensar en que quizá
podíamos hacerle la parada era la brutalidad de Maradona, la falta de juego colectivo
del rival, su nerviosismo ante una posible eliminación. ¿Se imaginan a
Argentina fuera de un Mundial y de nuevo por culpa de Perú como hace cuarenta
años? Pudo ser. Es más, debió ser, pero no fue porque en el fútbol, igual que
en el boxeo, existen mafias e intereses. Blatter —escuela de Havelange— es tan
tramposo como Don King y Leoz —quien lleva 24 de sus 81 años frente de la
Conmebol sin visos de querer jubilarse— es peor que Al Capone. Argentina está
hasta las huevas pero igual va a clasificar a Sudáfrica. El fútbol es marketing
y la marca Argentina vende más que Uruguay o Ecuador.
El
primer tiempo debió acabar 6-0 —como en Rosario— a favor de los argentinos,
pero lástima, en el fútbol no hay merecimientos. En el segundo, el ‘Pipita’ Iguaín, gaucho nacido en Francia, anotó el gol tan ansiado y, seamos honestos, la
lluvia comenzó a caer como su vaticinase una goleada y yo, el hincha fervoroso,
esperaba otro gol más para cambiar de canal (ser patriota tampoco significa ser
masoquista). Sin embargo Perú, que parecía no tener nombres para paliar la
adversidad, se creció, Gracias a Vargas quien estrelló dos disparos en el
travesaño, a ‘Cachito’ Ramírez, quien jugó su mejor partido con la selección y el ingreso providencial del ‘Charapa’ Rengifo. De repente hubo un mano a mano con el arquero que Fano no supo culminar. Otra posibilidad de Amilton Prado quien no tuvo huevos para rematar al arco y se la jugó a Fano quien casi la emboca. Luego un penal cuando Insúa detuvo con la mano un disparo de Ñol Solano, pero el árbitro, el boliviano René Ortubé, no lo vio.
En el último minuto, cuando nadie apostaba nada y Maradona —mariconazo— sacaba un delantero por un defensa, Rengifo conseguía el empate impensado. ¿Argentina quedaba fuera del Mundial? Ni cagando. Ortubé saca de donde no se sabe tres minutos más de juego. Se cobra un tiro de esquina para los locales. Chemo, tan ‘oportuno’, ordena un cambio y eso desconcierta al equipo. La pelota llega a los pies de Martín Palermo y gol... es el 2-1. ¿Válido? ¡La verga! El nueve de Boca estaba totalmente adelantado, sólo había ante él un defensa albirrojo y cerqui ta el ladrón de Ortubé quien se hace el loco y señala al medio del campo. ¡Qué tal concha! Se da un minuto más. Fano se va con todo hacia arriba y es bloqueado por un defensa argentino cuando ingresa en el área, ¡es penal!, el árbitro hace sonar su silbato ...pero para acabar el partido. ¡Qué reverendo hijo de puta! Menos mal para Perú que este partido fue su despedida del arbitraje internacional. Tantos partidos a nivel de selecciones o de clubes nos jodiste a lo largo de los años que al final resultaste más malo que el chileno Chechelev.
En el fútbol se puede perder, pero cuando se cae con dignidad, poniendo huevos y hasta con polémica, el aficionado benévolo lo guardará en el recuerdo, pasará de las sobremesas al recuento histórico de todos los partidos en el limbo del “pudieron ser” (peruanísimo consuelo). Ahora, nada más queda arriar las banderas y aguardar las próximas eliminatorias que arrancarán, presumo, en octubre de 2011 —no falta mucho—, siermpre con el mismo fervor antes que con la razón, porque como decía el Zambo Cavero quien está en los cielos, mezclado con Tulio Loza, cholo de acero inoxidable: “Yo también me llamo Perú, con P de... puñales porque vamos a ganar”.
3 comentarios:
con p de pendejos, qué perú ni qué vainas, el día que ganemos la copa mundial será porque las mujeres salimos a sacar la cara por ustedes, bola de inútiles, no sirven para nada... hum... sí, para una cosa nomás sirven, pero nomás para eso
¿Hablas de los peruanos o de los hombres en general?
de los peruanos en particular (los demás siquiera sirven para llevar a sus países al mundial) pero de todos en general
y la mayoría de las veces... fallan en lo única cosa para la que sirven, o sea, ufff
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