viernes, 6 de noviembre de 2009

mis valses favoritos

En el post anterior —el vals del día de las brujas— manifesté que yo, al igual que muchos de mi generación, crecimos detestando la música criolla, echándole la culpa a la televisión plateada y militarizada, capaz de propalar los mejores animes de la historia, al igual que insufribles jaranas de rompe y raja. Mi aborrecimiento era puro, genuino, algo que por ejemplo no me sucedía con los huaynos que eran sintonizados, casi de manera subversiva, en sus radios de Amplitud Modulada. Quizá conservo dentro de mí alguna atracción telúrica hacia los Andes que me hace preferir antes que una peña con Los Mochicas o Los Embajadores Criollos, una tocada de los Gaitán Castro o de los Kjarkas (bolivianos), aunque valga reconocer que en su manera de tocar quenas, zampoñas y charangos, hay una influencia rockera y de trova latinoamericana.

Hoy a mis treinta y siete años mi aversión hacia el vals ha menguado, casi se ha extinguido. Hay cosas en la vida con las que nos podemos identificar de inmediato. Cuando vi a Jim Morrison por primera vez a los nueve años en un documental sobre los héroes del rock’n’roll, la fascinación fue inmediata, casi fronteriza con la mariconada. La música criolla en cambio fue algo que aprendí a apreciar con el tiempo, cuando no tuve que obedecer imposiciones mediáticas. A estas alturas de mi vida estoy reconciliado con este género, a pesar que muchas veces le sigo dando la espalda, cambiando el dial cuando dan Arriba Perú con el Flaco Benítez por La Inolvidable o La mejor música del mundo por Fm96. La música criolla no me entró por los oídos ni por el corazón, pero sí por el estómago. El valsecito es música de picantería, de cebiche, sudado y cerveza, es de la carapulcra de mi tía Rosa —fanática de los valses a través de radio San Borja— con su inmejorable papa a la huancaína como entrada.

Aprecio un puñado de canciones criollas como aprendí a apreciar la filosofía, las tildaciones y las películas de Tarkovski. He aquí el recuento de un neófito, un renegado, del menos indicado, pero que se caga en todo eso y se cree con voz y voto para seleccionar sus valses favoritos.

14. MI PROPIEDAD PRIVADA de Modesto López Otero (nacido en España, criado en Argentina y hoy detenta la nacionalidad mexicana). Compuso esta canción de paso por el Perú para la voz de Lucha Reyes —por más que se esmere la Ayllón—: Para que sepan todas que tú me perteneces, con sangre de mis venas te marcaré la frente, para que te respeten aún con la mirada y sepan que tú eres mi propiedad privada. Lástima que los varones tendamos a ser ‘socialistas’ con nuestros genitales.

13. REBECA de Miguel Almenerio, padre del criollismo. Entre tantas versiones, me quedo con la interpretación del Zambo Cavero. Me aprendí la letra en el verano de 1993 cuando tuve un fogosísimo affair con una pacasmayina llamada Rebeca Díaz (sorry, Jessica, estabas en Cajamarca). ¡Ay! Rebeca me muero por ti. Rebeca, yo muero por ti. Lejos de ti me siento abatido, tú recordarás el amor prometido, al contemplar tu rostro encantador. Aquí me tienes penando, sun poderme consolar. A todas horas temiendo, —ay-ay-ay— no me vayas, Rebeca, a olvidar. ¿Rebeca me habrá olvidado? Vaya usted a saber.          

12. NUESTRO SECRETO de Félix Pasache. Cuando el vals se asemeja a uno de esos boleros descarnados, propios de los amores prohibidos. Según palabras del propio compositor, la canción es una situación simple pero humanamente cierta. Es la pasión de unos amantes como cualquiera, destinados a quererse tras bambalinas y luego callar su pecado. Este secreto que tienes conmigo nadie lo sabrá. Este secreto seguirá escondido una eternidad. Yo te aseguro nunca diré nada de lo que pasó. Y no te preocupes que todo lo nuestro queda entre tú y yo.  “Cuando terminé la canción —declaró Pasache—, me parecía que le faltaba algo de fuerza. Ese nadie sabrá que en tus brazos, borracho de amor, me quedé dormido, le añadió el toque de temperamento que le faltaba”. Sabe qué, don Félix, tiene toda la razón.

11. ES MI PERÚ | Y SE LLAMA PERÚ | CONTIGO PERÚ tres valses que resultan una oda al amado terruño. Las tres —tanto en letra y música— superiores al himno patrio tan llorón y perdedor que entonamos (ya ven porque pierden partidos la selección). Es mi Perú —la mejor de las tres— es del chalaco Manuel Raygada. Tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz, de haber nacido en esta hermosa tierra del Sol. Donde le indómito inca prefiriendo morir, legó a mi raza la gran herencia de su valor. Exaltación puro al tomar conciencia de ser peruanos de sangre rebelde, primero la muerte antes que claudicar a nuestros principios. Finalmente se recalca la riqueza de nuestro suelo: Ricas montañas, hermosas tierras, risueñas playas, ¡es mi Perú! Fértiles tierras, cumbres nevadas, ríos quebradas, ¡es mi Perú! Alan ‘malogró’ la canción al utilizarla como jingle de su primer gobierno... y ya sabemos como la embarró. Y se llama Perú de Polo Campos, compuesta por encargo del Velascato —Velasco era otro que despreciaba las estrofas del Himno Nacional— en vísperas de las Eliminatorias de Alemania ’74 (en las que Chile nos eliminó). La idea era componener una canción que incitase al pueblo a alentar a su país, enseñándole a quererlo. El Zambo Cavero y Óscar Avilés se encargaron de hacerla popular: Cosechando mis mares, sembrando mi tierra, quiero más a mi patria. Mi nación que luchando rompió las cadenas de la esclavitud. Es la tierra del Inca que el Sol ilumina porque Diosl o manda, y es que Dios a la gloria le cambió de nombre y le puso Perú. El coro tiene un tinte más revolucionario: Y se llama Perú, con p de patria, la e del ejemplo, la r del rifle, la u de la unión. Yo me llamo Perú, pues mi patria es peruana. Con al sangre y el alma pintó los colores de mi pabellón. Polo Campos arremete de nuevo y también con aroma futbolero compone Contigo Perú, de nuevo interpretado por la dupla Cavero-Avilés. Era 1977 y de nos volvía a tocar enfrentar a Chile en las Eliminatorias. La canción fue difundida a toda hora por radio y televisión. Incluso, me imagino por orden militar, nos hicieron aprender la letra en el colegio y quedó pues en el inconsciente colectivo de toda una nación: A triunfar, peruanos, que somos hermanos. Que sea la victoria nuestra gran gratitud. Te daré la vida y cuando yo muera, me uniré a a la tierra, contigo Perú (recontra necrofílico).                

10. REGRESA de Augusto Polo Campos para Lucha Reyes, quien murió tuberculosa a temprana edad —en 1973—, según los rumores por culpa de Augusto Ferrando quien la explotaba en su peña itinerante (al igual que el Loco Ureta, quien murió de una peritonitis a la que Ferrando no dio importancia). Polo Campos, incluso, quiso pegarle al francés Michel Gomez quien en la miniserie Regresa sobre la vida de la cantante, insinuó que había sido meretriz en sus inicios. La canción es reconocible con el solo de acordeón con el que principia —instrumento extraño para un tema criollo— y el sentimiento que le pone ‘la morena de oro’ al momento de entonar el coro: Apiádate de mí, si tienes corazón, escucha en sus latidos la voz de mi dolor. Pero regresa, para llenar el vacío que dejaste al irte, regresa aunque sea para despedirte. No dejes que muera sin decirte adiós.

09. CHOLO SOY del trujillano Luis Abanto Morales. Si bien el vals con mensaje social comenzó con Pinglo, ningún vals anterior o posterior ha alcanzado tal grado de denuncia. Influenciado por Atahualpa Yupanqui —Preguntitas sobre Dios— y Los Jaivas, referentes contestatarios de la época, el tema arranca con una frase contundente: Cholo soy y no me compadezcas, mandándose con todo cuando recita: Entonces qué quieres, qué quieres que haga, que me ponga alegre como día de fiesta, mientras mis hermanos doblan las espaldas por cuatro centavos que el patrón les paga. Quieres que me ría, mientras mis hermanos son bestias de carga llevando riquezas que otros se guardan . Quieres que la risa me ensanche la cara, mientras mis hermanos viven como topos, escarba y escarba, mientras se enriquecen los que no trabajan. Quieres que me alegre, mientras mis hermanas van a casas de ricos lo mismo que esclavas. Un soundtrack idóneo para El mundo es ancho y ajeno o Redoble por Rancas.     
    
08. JOSÉ ANTONIO de Chabuca Granda. El único vals que me ha gustado ‘desde siempre’, sin que su ‘tundete’ me parezca monótono y cuya primera estrofa destila una elegancia muy pocas veces vista: Por una vereda viene, cabalgando José Antonio. Se viene desde Barranco a ver la flor de Amancaes. En un berevere criollo, va a lo largo del camino, con jipi japa pañuelo y poncho blanco de lino y remata con un coro emotivo y desgarrador: José Antonio, José Antonio, ¡por qué me dejaste aquí! Cuando te vuelva a encontrar que sea junio y garúe. Me acurrucaré a tu espalda bajo tu poncho de lino y en la cinta del sombrero quiero ver los amancaes, que recojas para mí, cuando a la grupa me lleves, de ese tu sueño dorado, de tu caballo de paso, aquel del paso peruano. Elegía a los chalanes y equinos criollos en la figura de un tal ‘José Antonio’, un señor amigo de la familia de Chabuca en el Barranco de su juventud.        

07. YO LA QUERÍA, PATITA de Mario Cavagnaro, interpretada por Jorge ‘El Carreta’ Pérez —cuando ‘carreta’ era sinónimo de ‘yunta’ y no de ‘arriola’—.  Primero de los valses con lenguaje replanero, de titular de Última Hora, que nos narra un drama de clases sociales. El proletario del llonja llora choborra sus penas con un patita, sobre la jerma que no lo emboló (‘bola’ de hacerle caso, no de preñez). Yo la quería, patita. Era la gila más buenamoza del callejón. Y usted, compadre, que me conoce yo soy derecho, ella no supo corresponder a mi corazón.  El asunto se torna melodramático cuando: el blanquiñoso que la tenía la abandonó. Y dicen que está la negra sufrida para el castigo, que ella está de cualquier cosa y su hijito de mendigo. Por eso llora un carreta de pica, de rabia y de pena. Y aunque digan que no es buena, yo la quiero aún, patita.  Años más tarde, Jorge Espinoza Sánchez tomaría este argumento para uno de sus relatos en El violador del Lurigancho.

06. CUANDO LLORA MI GUITARRA de Polo Campos, compositor tan prolífico como oportunista —como cuando compuso la canción de los aliancistas caídos en el Fokker (Frente al mar de Ventanilla se derrumbó una esperanza. En el mar de Grau descansan los hijos de La Victoria, pero ellos desde la gloria gritarán: ¡Arriba Alianza!) que, valga reconocer, me ha robado lágrimas en más de una ocasión—. Cuando llora... se la compuso a su madre y no al amor de una mujer como se cree. Los Morochucos la grabaron en 1962 y fue un éxito inmediato. Llora, guitarra, porque eres mi voz de dolor, grita su nombre de nuevo si no te escuchó. Y dile, que aún la quiero, que aún la espero que vuelva, que si no viene mi amor no tiene consuelo, que solitario sin su cariño me muero. Guitarra, tú que interpretas en tu vibrar mi quebranto, tú que recibes en tu madero mi llanto, llora conmigo si no la vieras volver. La idea de una guitarra ‘llorona’ la tomaría George Harrison ocho años después en While my Guitar Gently Weeps.

05. ÓDIAME del piurano Rafael Otero, cuya letra adaptó del poema Último ruego del vate tacneño Federico Barreto. La canción, efectivamente, es un ruego, el pedido final de la persona que desfallece de amor y no puede soportar que su amada opte por voltear la página así por así. Ódiame por piedad, yo te lo pido. Ódiame sin medida ni clemencia. Odio quiero más que indiferencia. Porque el rencor hiere menos que el olvido. Masoquismo puro de quien tiene el corazón en carne viva y que resulta a la vez una visión interesante de lo que es la antonimia de la palabra ‘amor’: no es el odio como nos enseñaron en la escuela, sino la ‘indiferencia’, el verdadero opuesto ya que el odio en sí sigue siendo un afecto o una deferencia, negativo pero sentimiento al fin. Si tú me odias quedaré yo convencido, de que me amaste, mujer, con insistencia. Pero ten presente que de acuerdo a la experiencia, que tan sólo se odia, lo querido. Como les repito a mis estudiantes de publicidad: “nos pueden amar, nos pueden odiar, pasar desapercibidos ¡jamás!”     

04. MAL PASO del chiclayano Luis Abelardo Takahashi Núñez. Otro vals con alma de bolerazo. Es la historia de un caprichoso en desgracia, narrada a través de un segundo personaje. La canción arranca con un gerundio capaz de escarapelar a los puristas del idioma: Argumentando que tienes mala suerte, vas contándole a la gente, la razón de tu fracaso. El tercer personaje es ‘la gente’ precisamente, así en plural, quienes pueden ser los amigos, los compañeros de labores o los propios familiares: Pero la gente, que es tan cruel y despiadada y que no le importa nada, se ríe de tu mal paso. He aquí que entra de manera tácita, el cuarto personaje del drama, presumiblemente una mujer zorra-vampiresa-chupasangre quien sedujo al caprichoso y luego lo dejó cagado como palo de gallinero (sóbate). Ahí es cuando el narrador —el segundo personaje— revela su identidad: una mujer menospreciada por el hombre engañado y despechada le reclama: Y si algún día te acuerdas de mí, recuerda que yo te quise tanto. Y tú sin piedad te fuiste de mí. Sabiendo que te ama, me pagaste mal. Buena, Chino Abelardo.    

03. NUBE GRIS de Eduardo Márquez Talledo. Uno de los valses más populares a nivel mundial, dicen que supera en difusión a La flor de la canela y El plebeyo. Existen versiones del tema en idiomas tan ajenos como el griego y el japonés. Si me alejo de ti, es porque he comprendido, que soy la nube gris que nubla tu camino. Me voy para dejar que cambie tu destino. Que seas muy feliz mientras yo busco olvido. De primera impresión parece el acto desinteresado de un hombre que le impide a su amada tener un mejor destino, sin embargo, opino que se trata más bien de un pendavis que se quiere deshacer de un ‘estorbo’ haciéndole creer que él es quien se inmola para que ella alcance la felicidad —mismo Vittorio Gassmann en uno de los segmentos de I Monstri—, ya que el coro se vuelve festivo cuando él enuncia: Y otra vez volver a ser, el errante trovador, que va en busca del amor, del amor de una mujer. Se perdió el celaje azul donde brillaba una ilusión. Vuelve la desolación, vivo sin luz.

02. LA FLOR DE LA CANELA de Chabuca Granda. Tan famosa como El cóndor pasa, este vals cuenta con fecha de nacimiento: 7 de enero de 1950 y catapultó a su autora a la fama. Se trata de un homenaje a una morena llamada Victoria Angulo, muy conocida en el ambiente criollo. Vale reconocer que cuando Chabuca estaba inspirada, era capaz de componer estrofas con la más rica factura idiomática: Déjame que te cuente, limeña. Déjame que te diga la gloria, del ensueño que evoca la memoria, del viejo puente, del río y la alameda. Rematado con: Y recuerda qué: jazmines en el pelo y rosas en la cara, airosa caminaba la flor de la canela. Derramaba lisura y a su paso dejaba aromas de mixtura que en su pecho llevaba. Del puente a la alameda menudo pie la lleva, por la vereda que se estremece al ritmo de sus caderas, recogía la risa de la brisa del río, y al viento la lanzaba del puente a la alameda. La canción ha sido interpretada por varias figuras de renombre mundial como Caetano Veloso, Raphael, Julio Iglesias, Plácido Domingo, etc.

01. EL PLEBEYO de Felipe Pinglo, el compositor más venerado del santoral criollo. Murió a los treinta y cinco años, dejando muchas canciones de diversa temática que van desde las estupefacientes como en Sueños de Opio (Droga divina, bálsamo eterno. Opio y ensueño dan vida al ser. Aspiro el humo que da grandezas. Y cuando sueño vuelvo a nacer), hasta al fútbol como en Alejandro Villanueva, ídolo aliancista (Maestro del pase entre tus pies, el balón esclavo tuyo es. Dominado siempre ha de llegar donde tu saber lo quiera enviar). Su composición más celebrada es El plebeyo, espejo de un drama social donde un miembro de la clase baja es ‘condenado’ por atreverse a enamorar con una aristócrata: Mi sangre aunque plebeya también tiñe de rojo, el alma en que se anida mi incomparable amor. Ella de noble cuna y yo un humilde plebeyo. No es distinta la sangre ni es otro el corazón. Señor, ¿por qué los seres no son de igual valor? Sobre su origen existen dos versiones. La primera adjudicada a un tal Luis Enrique Rivas, un tejedor de canastas quien vivía en la parte baja del cerro San Cristóbal. La otra es que ‘Luis Enrique’ es el propio Pinglo quien se enamoró de Giannina Zuccarello, hija de un industrial italiano, quien para evitar que la relación continuase, envió a su figlia a vivir con sus abuelos en Florencia. Con El plebeyo, el vals peruano alcanza su mayoría de edad. Antes habían sido un conjunto de versos superficiales y melodías fáciles. Con Pinglo, el género adquiere personalidad, tanto en letra como en melodía.

4 comentarios:

necia dijo...

es que nada es en blanco y negro, fierro. así como existen varios sinónimos para una palabra, también antónimos; en este caso, tanto el odio como el desamor y la indiferencia son antónimos de amor

fíjate que yo siempre creí que abanto morales nació en cajamarca, hum... muy lejos no está de trujillo, ¿no?

Alfieri Díaz Arias dijo...

Luis Abanto Morales nació en Trujillo un 25 de agosto de 1923. Su infancia transcurrió en Cajamarca en donde, al quedar huérfano de padre, quedó al cuidado de su abuela paterna. Sus primeros estudios los hizo en la Escuela 113. A la edad de 13 años se traslada a Lima, ciudad en la que reside hasta la actualidad.

A propósito, prometo un post futuro sobre valses trujillanos o temas criollos que hagan alusión a esta bendita región donde nació Dios.

necia dijo...

hum... creo que eso lo sacaste de tu biblia: la wikipedia

sí fierro, y si puedes, aviéntate esas marineras resbalosas, aunque en lima digan que no, que así no es, a mí me gustan más ésas... aunque no sepa bailarlas

Zoraida Arias Vásquez dijo...

Para amarla y oír las mejores canciones criollas de todos los tiempos, te aconsejo, Alfieri, sintonizar de lunes a viernes "Radio La Crónica" 1320 AM. y, EN INTERNET PARA EL MUNDO, www.radionacional.com.pe (lado superior derecho está el link de "La Crónica".
Así, amarás aún más, lo nuestro. Bendiciones.