sábado, 18 de septiembre de 2010

el 'potoaudio'

El chuponeo es un flagrante atentado contra la privacidad de las personas. Es una falta que merece pena de cárcel para los infractores. Avalar el intervencionismo de las comunicaciones privadas es avalar el advenimiento de un Estado Policíaco donde la intimidad del individuo puede ser materia de dominio público, pisoteando la libertad y la integridad de la sociedad.

El chuponeo en los Estados Unidos es un grave delito. Esta mala actividad le costó nada menos que la presidencia a Richard Nixon, siendo hasta la fecha el mandatario más polémico en la historia de esa nación. El chuponeo en el Perú, sin embargo, ha tenido efectos más benéficos que maléficos. Si no fuera por esa práctica y por la sustracción de ciertos ‘vladivideos’ no nos habríamos percatado de la magnitud de la hediondez y corruptela del tándem Fujimori-Montesinos, con lo que el ‘Chino’ pudo haber prolongado su gobierno hasta el 2005 ¡o 2010!— con efectos más putrefactos y perniciosos.

El chuponeo nos permitió conocer en 2008 que los apristas del régimen actual habían mutado de piel mas no de intenciones. Los ‘petroaudios’ de Rómulo León con Alberto Químper representan la punta del iceberg sobre ‘aceitaditas’ y otras negociaciones oscuras en la que los bolsillos apristas se llenan de plata a cambio de rematar el país al mejor postor.

La última charla telefónica privada que ha salido a la luz fue la que sostuvieron la candidata a a la alcaldía Lourdes Flores y su asesor Xavier Barrón y que podría significar la estocada definitiva a las intenciones políticas de la eterna candidata del PPC-Unidad Nacional. El daño que le han infringido es una zancadilla alevosa que merece castigo. Los chuponeadores merecen pena de cárcel y también, desde el punto de vista judicial, los medios de comunicación que propalan este tipo de información obtenida de manera ilegal. Jaime Bayly y los propietarios de Frecuencia Latina merecen una sanción penal o mínimo pecuniaria. A Augusto Álvarez Rodrich, por ejemplo, la insistencia en publicar el tema de los ‘petroaudios’ le costó la dirección en Perú21.

Sin embargo, desde el punto de vista del interés público, la difusión del ‘potoaudio’ —bautizado así por la criollada— se justifica pues la que habla es nada menos que una posible alcaldesa de Lima a la que en respuesta a su asesor de manipular con las encuestadoras los guarismos que estas arrojan, ella responde renegando justamente de la candidatura a la que postula al confesar: “ustedes (las bases del PPC) me obligaron a lanzarme, ahora métanse su alcaldía al poto”.

En pocas palabras, Bayly cumplió con su deber de periodista al difundir material donde una candidata manifiesta que el puesto al que postula no es de su completo agrado, pero merece a la vez ser sancionado por atentar contra la privacidad de una persona. No hay término medio. Le hizo un ‘favor’ a la opinión pública al dar a conocer un hecho de interés, pero cometió un grave delito que puede costarle incluso la privación de la libertad.

Lourdes puede aducir a su favor la manera sistemática como este hombre de televisión a través de su programa ha insistido en demoler su candidatura, desde su filiación con un supuesto narcotraficante —propietario de Peruvian Airlines— a la defensa de las cuñadas del general montesinista Salazar Monroe. Incluso la tía se puede excusar con los tezudos financistas de sus aventuras electorales de que fue víctima de la guerra sucia más baja, pero lo que no entiende todavía es que se trata de un pésimo producto político, una mujer capaz pero carente de carisma, cuyo tope nunca va a sobrepasar el treinta por ciento del electorado.

Por boca de su progenitor, por aquello de “el auquénido de Harvard”, perdió en 2001. Por no saber enfrentar los puyazos certeros de Alan, perdió en 2006. Ahora, por “métanse al poto su alcaldía” es seguro que perderá también estas elecciones. Por más picona que haya estado al saber que Susana Villarán la superaba en dos dígitos en las encuestas —empate técnico a mi manera de ver— sus palabras no ocultan el desprecio que siente en el fondo por ser burgomaestre de Lima, sillón que seguro no está a la altura de quien aspira —o aspiraba— convertirse en presidente del Perú. Mala suerte para ella que ahora seguro tendrá más cuidado de decir lo que dice ya que las paredes y las líneas graban sonidos.

Querido PPC, descansa en paz.

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