martes, 23 de noviembre de 2010

documental político

No existe en el cine género más antiguo que el documental y sin embargo es uno de los menos populares. Se inició el mismo día que los hermanos Lumière registraron con su invento La salida de los obreros de la fábrica o La llegada de un tren a la estación. Los buenos de Louis y Auguste no entendieron en su momento la potencialidad de la imagen. El desarrollo del lenguaje fílmico llegaría de la mano de otros cineastas. Si bien a fines del siglo XIX y principios del siglo XX se siguieron realizando documentales o registrando eventos políticos, sociales o deportivos, las bases del género la establecieron propiamente cineastas como Robert Flaherty con Nanook of the North y Dziga Vertov con Chelovek s kinno-apparatom (1), convirtiéndose cada uno de ellos en una escuela, en una vertiente de cómo representar la realidad en la pantalla grande.


Se conoce como documental el cine que toma o registra imágenes de la realidad, historias cotidianas de acontecen a nuestro alrededor, que los espectadores luego veremos según los puntos de vista que maneja —manipula— el realizador. Existen diversas maneras de presentar la ‘vida misma’ por lo que muchas veces los espectadores se preguntan cuánto de ficción hay en el documental (2).

 













 
 
Los documentales más populares son aquellos que con fines pedagógicos o de mero entretenimiento muestran la fauna y la flora, paisajes exóticos o ciudades como destinos turísticos (3). Menos populares y de visión restringida resultan los documentales de contenido político, transmisores y transgresores de ideologías, los que por naturaleza resultan incómodos en los círculos de poder. Los soviéticos fueron primeros documentalistas políticos. Lenin y posteriormente Stalin vieron en el cine el potencial para adoctrinar a una masa básicamente ignorante y, en muchos casos, analfabeta. Goebbels vislumbró el mismo poder de seducción de la imagen y promovió la carrera documentalista de Leni Riefenstahl (4). El primer documentalista no amparado por un régimen autocrático fue el holandés Joris Ivens (5), famoso por su cortometraje Regen.

 













 

 
Reconocidos cineastas de ficción han incursionado en el documental. Sergei Eisenstein con ¡Qué viva México!, Luis Buñuel con Las Hurdes, tierra sin pan, John Ford y John Huston con documentales bélicos durante la Segunda Guerra, Alain Resnais con la notable Nuit et Bruillard, Glauber Rocha durante la revolución de las Rosas en Portugal (6). Otros nombres renombrados como el de Jean-Luc Godard, Martin Scorsese y Oliver Stone (7) se agregan a la lista.

 












 

 

En 2003, con el Oscar a Mejor Documental para Bowling for Columbine de Michael Moore (8), el documental político, injustamente postergado, ha comenzado ha ganar terreno. El documentalista de hoy asume un papel de denunciante. Arremete contra el Sistema acusando a los círculos de Poder de destruir ecológicamente el planeta, de socavar moralmente a la sociedad, a las mafias y malos manejos, al culto exagerado del Capital como el bien supremo. El documental político incomoda, se convierte en una piedra en la bota, en una voz de protesta en medio de un océano silente donde la comunicación se sujeta a los presupuestos de publicidad y marketing.


Las películas de contenido político deberían ser de visión obligatoria en las universidades y otras casas de estudio. Alrededor de ellas deberían generarse debates y mesas de diálogo. Despertar la conciencia de las personas y hacerlas tomar una postura ideológica que, lamentablemente, la resaca neoliberal nos ha venido aletargando. Con esa finalidad, la Facultad de Humanidades de la Universidad Privada del Norte acaba de programar para los últimos días de noviembre una muestra de cine documental político, con la intención de dar a conocer el lado feroz y poco amable de la globalización. Los títulos son: The Corporation (2004) de Marck Achbar & Jennifer Abbot, Mondovino (2004) de Jonathan Nossiter, Le cauchemar de Darwin (2004) de Hubert Sauper, Nos amis de la banque (1997) de Peter Chappell, A Decent Factory (2005) de Thomas Balmes, Ouvrières du monde (2000) de Marie-France Collard y Le banquer des humbles (2000) de Armirul Arham. The Shock Doctrine (2009) de Michael Winterbottom & Mat Whitecross. Son imágenes duras que nos golpean con una realidad que ignoramos —o que preferimos ignorar—, que nos llevan a reflexionar y nos ponen en alerta ante el marasmo en el que nos encontramos inmersos.  

1. Chelovek s kinno-apparatom es el trabajo más famoso de Vertov, cineasta que venía realizando cortos experimentales desde 1919 hasta que conoció la obra del alemán Walter Ruttman que lo incentivaría a afinar su estilo rupturista. 
2. Benjamin Christensen con la notable Häxan (1922) fue uno de los pioneros en mezclar el documental y la ficción dramática para trazar la relación de los europeos a través de los siglos con el ocultismo, la brujería y la magia negra.  
3. Berlin - Die Symphonie der Großstadt de Walter Ruttman fue la primera película que tuvo a una ciudad como protagonista. 
4. Según los chismorreos de la época, Goebbels y Riefenstahl eran amantes y por eso la eligió para convertirse en la cineasta oficial del Tercer Reich.  
5. Ivens era un comunista consumado. Su filiación ideológica aparece plasmada en toda su filmografía.  
6. El triunfo de la revolución cubana surgieron en América Latina un puñado de cineastas comprometidos con la Izquierda como Pino Solanas, realizador de La hora de los hornos, Patricio Guzmán con los tres segmentos de La batalla de Chile, Miguel Littin con Compañero presidente, etc.  
7. Amigo personal de Hugo Chávez, Stone realiza en su homenaje el documental South of the Border donde denuncia la política poco amistosa de los Estados Unidos con sus vecinos del sur.  
8. Moore recibió el Oscar a los cuatro días de la invasión de la OTAN a Iraq y emitió una serie de improperios memorables contra Bush y sus secuaces. Desde ese día la libertad de expresión en los Estados Unidos quedó restringida. Las emisiones de espectáculos ya no son ‘en vivo’ sino que son transmitidas con cinco a diez minutos de atraso para evitar que se repitan incidentes similares. Dos años después Moore recibiría la Palma de Oro de Cannes por Fahrenheit 9/11.            

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