domingo, 3 de marzo de 2013

papas en fuga

Bien se sabe que Benedicto XVI no es el primer papa en dejar su cargo. Antes que él, otros seis se marcharon supuestamente por propia voluntad. La renuncia de Ratzinger, aduciendo su edad avanzada y la mitigación de sus fuerzas, no resulta novedosa pero sí sorpresiva porque algo así no acontecía en varias centurias. Conozcamos las razones que motivaron la renuncia de los otros seis religiosos al cetro papal.

CLEMENTE I Electo cuarto papa, en tiempos que la Iglesia era una institución clandestina. Se sabe que fue un judío romano que al arribo de San Pedro a la capital del Imperio, se convirtió en uno de sus discípulos más cercanos. Asumió en el año 88, en momentos que el emperador Domiciano ordenó una nueva persecución contra los cristianos. Se le atribuyen varias epístolas, siendo la dirigida a los Corintios —criticando sus celos y disputas en la elección de autoridades— el primer documento cristiano no incluido en el Nuevo Testamento, constituyendo también en una prueba de la supremacía de la autoridad de Roma sobre las demás comunidades. Según las tradiciones, fue el introductor de la palabra amén al fin de las plegarias y quien inició la jerarquización del clero, delimitando las funciones y responsabilidades de diáconos, sacerdotes y obispos. El hecho de bautizar a Teodora y a su esposo Sisinio —alto funcionario del emperador Nerva— y a otros 423 cortesanos, alarmó a Trajano, sucesor de Nerva, quien temía una conspiración al tener a tantos cristianos a su alrededor. En el año 97, Clemente fue desterrado al Ponto, lo que lo obligó a renunciar a su pontificado para no dejar a la Iglesia sin líder espiritual, delegando esa función a Evaristo. Condenado de por vida a trabajos forzados, Clemente se dio maña para convertir a un par de miles de exiliados, por lo que Trajano ordenó su ejecución. Según unos, le ataron una piedra de molino al cuello, según otros una ancla de hierro y lo arrojaron al Mar Negro. En 868, Cirilo —futuro apóstol de los rusos ortodoxos—paseaba por la costa de Crimea cuando las aguas retrocedieron milagrosamente mar adentro dejando a la vista un extraño montículo. Al excavarlo, Cirilo desenterró huesos humanos y una ancla oxidada, lo que le llevó a suponer que se trataban de los restos de Clemente. Llevados a Roma y reconocidos como reliquias auténticas, se depositaron bajo el altar mayor de la basílica de San Clemente.

PONCIANO Romano, hijo de Calpurnio, electo 18° papa. Se ignora la fecha de su nacimiento y la de su muerte. Asumió el pontificado en el año 230 cuando el seno de la Iglesia se sacudía por un cisma a raíz que Hipólito —el más brillante teólogo de su tiempo— se enfrentó con los papas antecesores, Ceferino y Calixto I, convirtiéndose en el primer antipapa de la historia. Sus gestiones y las de un concilio convocado para tal fin, reconciliaron ambas posturas. Ponciano introdujo novedades litúrgicas como el canto de los Salmos, el Confiteor antes de morir y el Dóminus Vobiscum. En el 235 Maximino el Tracio es coronado emperador por sus legiones, encarcelando a los líderes cristianos que habían apoyado a su antecesor. Ponciano e Hipólito fueron exiliados a Cerdeña para trabajar en los yacimientos de azufre, por lo cual el papa declinó a su cargo para favorecer la designación de Antero. Muerto Maximino, el cadáver de Ponciano fue rescatado y sepultado en una catacumba en los suburbios de Roma. En 1909, gracias a una inscripción, su lápida fue localizada.

SILVERIO Gobernó la Iglesia poco más de un año a causa de las intrigas políticas. Nació en Frosinone, ciudad cercana a Roma, siendo hijo unigénito de Hormisdas, un rico terrateniente que ingresó en el clero y no escatimando dádivas, escaló rápidamente posiciones hasta ser ungido papa entre 514 al 523. En 536, Silverio era un modesto subdiácono en Roma cuando el papa Agapito falleció encontrándose en Constantinopla, tramitando la paz entre Bizancio y los ostrogodos. Teodora, la ambiciosa esposa del emperador Justiniano, maniobró para que uno de sus partidarios fuera designado como sucesor, pero Teodato, el rey ostrogodo, se le anticipó e hizo papa a Silverio, quien se negó rotundamente a cualquier connivencia con los romanos de Oriente. Los bizantinos, comandados por Belisario, se apropió de Roma y entabló relaciones cordiales con el papa. Teodora, que no cejaba en su empeño de nombrar papa a su favorito, urdió que apareciera una supuesta carta de Silverio donde comunicaba a Vitiges, rey sucesor de Teodato, que abriría la puerta de una de las murallas para que atacaran de sorpresa a la adormecida guarnición bizantina. La falsificación surtió su efecto. Acusado de traición, Silverio fue arrestado y remitido encadenado a Patara (en la actual Turquía). Justiniano, probablemente ajeno a lo tramado por su mujer, lo devolvió a Italia para que lo sometieran a un juicio que determinase su inocencia o culpabilidad. Al desembarcar la comitiva en Nápoles, las huestes al servicio de Teodora secuestraron a Silverio y lo recluyeron en la isla de Palmarola. Tras ser sometido a diversas torturas, Silverio accedió a firmar su dimisión “voluntaria y por el bien de la Iglesia”. Falleció en cautiverio el 11 de noviembre de 537.

BENEDICTO IX Miembro precoz de la poderosa familia romana de los Tusculo —dinastía que dio seis papas a la cristiandad—, cuenta con los censurables records de ser el papa más joven de la historia, al ser ungido apenas con catorce años —otros autores sostienen que sólo tenía doce— y de haber asumido el cargo hasta en tres oportunidades. En 1032 heredó el papado de su tío, gracias a los sobornos de su padre, el conde Alberico III. Su primer papado se prolongó gracias al apoyo incondicional de Conrado II, emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, tras excomulgar sin ningún fundamento a su enemigo, el arzobispo de Milán. Tras doce años de corrupción, venta de obispados y otros títulos eclesiásticos al mejor postor y orgías con prostitutas y sodomitas, Conrado II fallece y los Crescenzo, familia rival de los Tusculo, impulsaron una rebelión popular que expulsó a Benedicto IX y colocó a un Crescenzo como papa: Silvestre III. Benedicto IX no se conformó. Recabó tropas de la nobleza italiana y formó el primer ejército pontificio comandado por el propio papa. Reasumió el cargo el 20 de abril de 1045, tras ingresar triunfante a Roma y desterrar a Slivestre III, pero a los 20 días, el 1 de mayo, abdicó formalmente, bajo el pretexto de contraer matrimonio, aunque en realidad percibió la suma de 1500 libras de oro para que Gregorio VI lo sucediera. En 1047, hallándose Gregorio VI delicado de salud, las familias Tusculo y Crescenzo se enfrascaron en una despiadada guerra civil de la que transitoriamente salió vencedora la primera familia, por lo que Benedicto IX fue reelecto papa en noviembre de 1047. Ocho meses después, en julio de 1048, abdicaba por segunda vez, declarándose “arrepentido de sus pecados”, aunque la situación a causa de sus opositores era insostenible. Se recluyó hasta su muerte en 1055 en la abadía de Grottaferrata.

CELESTINO V Pietro Angelari di Murrone era el undécimo hijo de unos campesinos napolitanos y dicen que desde niño profetizaba que sería sacralizado. Ordenado sacerdote, dedicose a una solitaria vida de anacoreta, albergándose en cavernas de los montes Abruzzos donde se dedicaba a la oración, la meditación y la copia de los libros sagrados. Lentamente su fama se extendió a la par que se hacía de dominio público que tenía visiones y captaba mensajes provenientes del cielo. La gente acudió a venerarle y algunos discípulos se agruparon en su derredor, sentando la base de la congregación celestina. En 1292 fallece Nicolás IV y el cónclave cardenalicio —entonces conformado por diez italianos y dos franceses— se reunió infructuosamente durante dos años y tres meses sin consensuar quien sería el sumo pontífice. Ni los Colonna ni los Orsini, las familias que se disputaban el gobierno de Roma, lograban imponer a sus respectivos candidatos. Como la Iglesia no soportaba más sin una testa, se resolvió buscar a un santo varón como di Murrone, quien montado en un asno, se dirigió hacia su nuevo destino, tomando el nombre de Ceslestino V en julio de 1294. Sin embargo, carente de experiencia administrativa, su gobierno se convirtió en un desastre en el que todos los funcionarios quisieron hacer las cosas por cuenta propia, sin requerir el consentimiento papal. El cardenal Benedetto Caetani, favorito de los Colonna para suceder a Nicolás IV, comenzó a conspirar y publicó un sesudo documento sosteniendo “la legalidad de la renuncia de un papa cuando el sentido común y la estabilidad de la Iglesia así lo demandasen”. Convencido por sí mismo o por inducción de Caetani —según la leyenda, este cardenal mandó perforar las paredes del dormitorio papal y cuando el pontífice dormitaba hacía pronunciar a través de los orificios: “Celestino, debes renunciar. Yo, tu Dios, te lo ruega...”—, a los cinco meses de su ascensión, Celestino V presentó su renuncia irrevocable. Nueve días después, el cónclave proclamó a Caetani como Bonifacio VIII y una de sus primera medidas fue apresar a di Murrone en una cárcel en las montañas. El papa renunciante escapó, pero fue de nuevo apresado cuando intentaba embarcarse hacia Grecia. Confinado en la fortaleza de Anagni, expiró en 1297, posiblemente envenenado por orden de Caetani.

GREGORIO XII Angelo Correr, miembro de una linajuda familia veneciana, ocupó diversos cargos de relevancia política y diplomática: Obispo de Castello, patriarca de Constantinopla, secretario del papa Inocencio VII, nuncio papal y cardenal de la basílica de San Marcos (Venecia). Fue elegido papa en 1406 con el expreso objetivo de poner fin al cisma de Occidente que hacía que cogobernaran dos papas, uno en Roma y el otro en Avignon. En 1409, en vista que no se encontraba solución al meollo, en un concilio celebrado en Pisa, en ausencia de ambos papas, se decidió deponer a ambos y designar a un tercero, Alejandro V. Así hubo tres papas en simultáneo, cada uno denunciando como ilegítimos a los otros dos. El Vaticano siempre defendió a Gregorio XII considerando a los demás como antipapas. La muerte de Alejandro en 1410 no resolvió el conflicto, pues de inmediato eligieron a Juan XXIII en su reemplazo. Pasarían cuatro años para que promovido por el emperador de Alemania, se convocase al concilio de Constanza donde Juan XXIII fue hecho prisionero y obligado a abdicar, Benedicto XIII se opuso desde el principio al concilio y pro eso fue destituido, Gregorio XII en cambio, reconoció la autoridad del concilio y renunció en 1415 para permitir la elección de un papa único y no cuestionado. La designación como papa de Martin V en 1417 puso punto final al cisma de Occidente, algo que Gregorio XII no llegaría a ver al fallecer un mes antes.

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