martes, 8 de julio de 2014

la derrota mais humillante do mundo

Pasaron cinco horas de la aplastante derrota de Brasil y todavía no lo digiero (como tampoco el deceso de una leyenda como Alfredo Di Stefano a la víspera). El equipo alemán es el mejor del presente Mundial. Sin embargo, a pesar que aplastó a Portugal y luego al anfitrión —colonizador y colonia— mostró también serias deficiencias contra Ghana y Argelia, por lo que pienso que si enfrenta a defensas más eficientes, le cuesta como a cualquiera marcar un tanto. Alemania goleó hoy porque la zaga verde-amarelha fue una mazamorra. En el primer gol, tras un tiro de esquina, Müller quedó solo cuando la bola sobró a cinco defensores y los siguientes cuatro goles llegaron en siete minutos cuando David Luiz y compañía parecían una sarta de principiantes.

He visto en mi vida varias goleadas entre equipos ‘parejos’ y normalmente estas se dan cuando uno adelanta y el otro en pos de remontar la situación, atacan con todo y quedan descompensados detrás, siendo asesinados de contragolpe (como el Holanda 5 España 1). Aquí vimos dos selecciones con peso y tradición, pero no fueron fuerzas ‘parejas’. Desde la fecha inaugural en la que Brasil ganó con un penal inventado, fuimos observando como un equipo muy limitado avanzaba en la Copa, esperanzado en las genialidades de Neymar. Contra Chile merecieron perder (mala suerte de Pinilla quien estrelló su disparo al último minuto del segundo suplementario) y Colombia, que de lejos era más equipo y hubiera hecho en semifinales mejor papel, pero le faltó categoría y le tuvo miedo a la ‘canarinha’, demostrando que aquí en Sudamérica, salvo las excepciones de Uruguay y Paraguay, cuando los demás enfrentan a Brasil, lo hacen con los huevos en la garganta.

Brasil frente a Alemania extrañó a Neymar, pero más a Thiago Silva, quien era el que ordenaba la defensa. Sin su capitán atrás, no hubo orden ni concentración y esta Germania abusiva los presionó cerca de su propia área y les clavaron cuatro bombazos arrebatándoles el balón muy fácilmente, como si tuvieran al frente como sparring a un equipo de cuarta o quinta división.

Particularmente, como aficionado al fútbol, este partido me causó una mezcla de pena y sorpresa. Un país que es referente de este deporte, no puede perder en su propia cancha y en su propio mundial de una manera tan miserable, inmerecido para unos colores que nos dieron a Pelé, Zico, Ronaldo, Didí, Gerson, Garrincha, etc. Golear a Brasil 7-1 en Belo Horizonte —donde había caído por última vez en un partido oficial, allá por 1975, frente a Perú—, es un hecho increíble, histórico e irrepetible. Es bastante improbable que vuelva a acontecer. Es también un resultado ominoso que nunca se había dado entre selecciones o equipos de ese nivel y del que no encuentro parangón en Copas del Mundo (quizá se le asemeje el 5-0 que le propinó Colombia a Argentina en la cancha de River en 1993). El problema no es que el scratch haya perdido, si no cómo ha perdido. Alemania era la favorita para ganar antes de que comience el partido y si ganaba por uno o dos goles, hubiera estado en los cálculos de todos, pero clavarle el mismo marcador con el que los dueños de la fiesta doblegaron a Suecia en 1950, es un score vergonzoso que se recordará por décadas. 

A pesar de la deshonra, no considero que esta derrota sea igual o mayor que el Maracanazo, acaso el partido más famoso de la historia, por diversos motivos. 
Primero, porque hace 64 años se definía un título mundial, aquí se trata de la semifinal. 
Segundo, aún con Neymar y con Thiago Silva, perder frente a los teutones estaba en los cálculos de todos. 
TerceroBrasil enfrentó su segunda Copa de local con varios jugadores de escaso nivel, dándose el lujo de dejar a Ronaldinho, Kaka, Diego, Robinho y Pato de lado, veteranos que le habrían dado otras alternativas a Luis Felipe Scolari (quien salió del Mineirao fresco como una lechuga, no como su antecesor Flavio Costa, del que cuenta la leyenda, se disfrazó de mujer para poder salir con vida del Maracaná). 
Cuarto, comparar a un excelente delantero como Ademir, goleador de ese torneo, con Fred, quien no anotó ni un gol, resulta risible. Sucede lo mismo comparar a Bauer, Zizinho, Bigode con Marcelo, Paulinho o David Luiz. Si el Maracanazo le costó a Ademir que fuera para siempre defenestrado de la selección, me imagino que este 7-1 le costará a Fred que no vuelva a jugar ni en el Brasileirao. Sólo Julio César es más arquero que el pobre Moacyr Barbosa, quien por arrojarse tarde ante el certero disparo de Ghiggia, le costó por siempre cargar con la maldición de perder el partido que Brasil no podía perder.  
Quinto, la derrota de 1950 duele más porque Brasil era el mejor del torneo y merecía coronarse campeón. Toda la nación se había ilusionado, embriagado, con esa posibilidad. Perder frente a un modesto Uruguay era inconcebible y sin embargo, pasó, a pocos minutos de finalizar el partido. En este Brasil en cambio, pocos creían en él —siendo los más escépticos los propios brasileños— por lo que el dolor, más no la humillación, no tienen el mismo sabor. 
Sexto, el Maracanazo ha quedado registrado como sinónimo de hazaña imposible, de la lucha entre David y Goliat, del chiquito que le pega al grandote. En el Mineirao vimos dos equipos grandes sólo de nombre. En la cancha Alemania abusó y recordó cuando le encajó 6-1 a Austria en las semifinales de Suiza '54. 
Séptimoperder la Final en el Maracaná fue para los brasileños una verdadera tragedia nacional que conllevó a ataques de histeria y hasta suicidios. Hoy después del 7-1 hemos visto por televisión a varios torcedores devastados, pero también a otros alegres, como si nada hubiera pasado. Este fracaso a lo mucho tendrá como consecuencias que la tía Dilma pierda la reelección.         


Alemania se ha convertido en el primer país que anota siete goles en una semifinal —y Brasil iguala a Suiza en ser el país anfitrión al que le encajan siete goles— y ahora espera al ganador del Argentina-Holanda. Si la Copa del Mundo fuera en otra latitud apostaría por la Naranja que arrastra desde los tiempos de Cruyff una añeja deuda con la gloria, pero como se juega en Sudamérica, deseo que Messi y compañía venguen esta afrenta contra esta parte del continente donde yo sigo pensando, a pesar de la paliza, se juega el mejor fútbol del mundo. 

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