En mi
post siglo XX: década por
década —publicado el 4 de agosto de 2009 en este blog— sostuve que los
cambios de cada década no se ceñían necesariamente al año numérico,
es decir 1980 –o 1981– para dar inicio a la década de los ochenta o 1990 para
los noventa. Afirmaba más bien que era un hecho importante o circunstancia
dramática, sea de carácter bélico, político, económico o luctuoso. Por ejemplo, la década de 1920 comenzó en septiembre de 1929 con la Caída de Wall Street
o la década de 1960 en noviembre de 1963 con el asesinato de John F. Kennedy.
La
primera década del siglo XXI se inició no el 1 de enero de 2001, sino en
la mañana del 11 de septiembre de 2001 con la destrucción del World Trade Center y el
atentado contra el Pentágono. Considero que se prolongó durante
catorce años, hasta el 13 de noviembre de 2015, exactamente a las 21:16 hrs.
cuando aconteció en el Estadio de Saint-Denis el primero de los ataques contra la
comuna de París, dejando el saldo de 137 cadáveres.
Este
ataque no ha sido ni de lejos el que ha dejado mayor número de víctimas. Las
invasiones de Afganistán e Iraq, la bomba en la estación ferroviaria
de Atocha, los bombardeos contra Siria y otros territorios árabes tuvieron
resultados más cruentos, pero occidentalizada como está la opinión y la prensa
mundial, los atentados contra la capital de Francia ha llevado el
terror, recelo y estupor hacia la comunidad musulmana hacia otro nivel, debido
a la acción fundamentalista y demencial del llamado Estado Islámico, que aparte
de los ataques suicidas cuenta con videos macabros de ejecuciones y
montajes destructivos circulando por la red.
Sin
caer en los tremendismos de que estamos ad portas de la Tercera Guerra Mundial
—alentado por ciertos analistas alarmistas y también
por una vecina mía quien es evangelista y que jura que ella y su familia se
salvarán porque son creyentes—, esta nueva etapa —por desgracia— será una
continuación de la que le precede, teniendo a los musulmanes como los
grandes enemigos de Occidente y ahora también de Rusia, la doctrina neoliberal imperando en las libres economías de mercado y el embrutecimiento cada vez más notorio de las masas a través de los medios de comunicación.
No tengo complejo de Nostradamus ni la agudeza de Alvin Toffler para predecir el futuro, pero no creo que la segunda década del siglo XXI tenga la misma extensión temporal —catorce años— de la década que le precedió. Dejando de lado la amenaza de que alguna facción se le ocurra hacer uso de armas de destrucción masiva —una epidemia bacteriológica—, considero que será la salud precaria del planeta lo que obligará definitivamente a las principales potencias a buscar nuevos recursos energéticos, poniendo en jaque a las mafias industriales y petroleras y a la propia doctrina neoliberal que hoy tantos suicidas aplauden. Ojalá los cambios se den en el momento justo y no cuando el daño sea irreversible.
0 comentarios:
Publicar un comentario