lunes, 10 de junio de 2019

"la verdad, nada más que la verdad"

Comprendo —pero no comparto— que el periodismo sea un oficio subjetivo. Todos los seres humanos lo somos y muchas de las decisiones y juicios que tomamos conllevan una pizca de subjetividad. En sus más o menos trescientos años de antigüedad, muchos periodistas y estudiosos bien intencionados han buscado la objetividad de la misma forma como los alquimistas buscaron la panacea o la piedra filosofal y nunca han podido. Cierto es que han habido muchos casos de profesionales apasionados que se han enfrentado a mafias y regímenes totalitarios, defendiendo la libertad de expresión sin temor a encarcelamientos o amenazas de muerte, pero los mártires de la prensa han sido los menos, son como los políticos honestos o los hombres de leyes que no tuercen la justicia a su favor.

La veracidad del periodismo va ligada a la independencia, es decir a no verse sometido a ningún tipo de interés. El solo hecho de que un periodista sea un empleado asalariado, ya ve sujetada su libertad de expresión a la ‘línea editorial’ que manejen sus jefes o propietarios. La supervivencia de los medios de comunicación tradicionales está sujeta a los anuncios publicitarios o al mecenazgo del Estado que en el Perú la llamada ‘Ley Mulder’ intentó dosificar antes de morir derogada. En un escenario empresarial es imposible regirse a la ética periodística que aprendimos en las aulas universitarias. La única forma de hacer periodismo según tus propios principios es creando tu propio medio de comunicación en alguna plataforma digital y remar con todas tus fuerzas para no naufragar en un mar donde navegan millones de plataformas similares a la tuya.

Comprendo —reitero— que los medios de comunicación propalen la información o defiendan la posición que mejor les plazca. Son empresas privadas, lucrativas, que se mueven según sus intereses, alquilando o bajando la cabeza —y las de sus empleados— a los poderosos de turno. La obligación que deberían tener todos los medios de informar a la audiencia con absoluta imparcialidad es en la praxis papel mojado y los tiempos en que los propietarios de los medios cayeron presos por venderse en la salita del SIN parecen muy lejanos. Hoy las conciencias se compran bajo contratos legales y sin videítos que comprometan, salvo que por allí aparezca otro Montesinos que quiera dejar registro de cómo se corrompe la expresión en el Perú.  

Contra tanta desinformación, medias verdades y posverdades (distorsión deliberada de la realidad), no me atrevería a que una entidad como la Sociedad Nacional de Radio y Televisión se atreva a prevalecer su Código de Ética y sujetar los contenidos informativos a los principios universales de veracidad y objetividad, sería darle hincapié a la censura y la cura resultaría más gangrenosa que la enfermedad. 

En estos tiempos de globalización y libre mercado, los medios son autónomos de manejar su línea informativa y proteger a sus accionistas mayoritarios si es que estos se encuentran metidos en hechos de corrupción como es el caso de Graña y Montero y el grupo El Comercio, que dictamina cuál es la información oficial en el país... pero escuchar que América Noticias —la central informativa de su medio más poderoso— se ufane con el eslogan: “la verdad, nada más que la verdad”, realmente da vergüenza ajena, no por el medio que tiene todo el derecho de reventarse cohetes, si no por los periodistas que prestan su imagen para la campañita de publicidad.

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