martes, 28 de enero de 2020

el pescadito

Claudia, mi esposa, debutó como miembro de mesas en estas elecciones que considero espurias porque terminan por avalar la atrocidad perpetrada por Vizcarra de cerrar el Congreso. Yo voté porque no quiero pagar una multa y la animé a mi esposa a que cumpliera su deber cívico por el mismo motivo. A golpe de cinco de la tarde del domingo 26, ella me llama al celular. “Amor, ¿a qué partido representa el pescadito?”


En menos de un minuto le hablé sobre Ezequiel Ataucusi Gamonal, fundador del FREPAP —Frente Popular Agrícola del Perú—. Gracias a su repentina popularidad, Alan García pensó en apoyarlo para hacerle frente a Vargas Llosa en 1990, pero al percatarse que se trataba de un fanático religioso, se decantó por apoyar a un ex rector de la Agraria. El partido ha tenido presencia congresal hasta el 2000, año en que Ataucusi fallece y como los miembros de su secta —la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal— lo consideran un profeta, creo que conservan su cadáver criogenizado —mismo Walt Disney— aguardando su resurrección. Desde allí no han vuelto a tener fortuna en ningún proceso electoral.  


“Pues aquí en mi mesa el pescadito ha quedado tercero, detrás de APP y del APRA”, me dijo en un resultado que ha sorprendido —me incluyo— a todo el país. “¿Desfilaron por tu mesa muchos barbones con túnica?”, pregunté. “¡Ninguno!”, exclamó enfática, “En el aula 110 del CEPUNT vota gente como tú o como yo”. Lo que parecería un exabrupto anecdótico, un caso aislado en una mesa donde sufraga ‘gente de ciudad’, se volvió realidad en todo el Perú cuando la ONPE emitió su boletín con resultados oficiales y anunció que el FREPAP había alcanzado un diez por ciento, ubicándolo en el cuarto lugar de las preferencias y metiendo a dieciséis congresistas teocráticos.  


La sorpresa nos fue grande porque ninguna de las encuestas previas anunció su presencia. La estadística ‘oficial’ acaparaba partidos que ni siquiera pasaron la valla del cuatro por ciento y el FREPAP no apareció ni en el rubro ‘otros’.  O las encuestadoras no realizaron su chamba como debe ser o se ocuparon de ocultar estas preferencias en ciernes, en un intento porque la masa se fijara en los partidos ‘políticamente correctos’. O, el pescadito tuvo un galopante ‘voto oculto’, porque votar por un partido mesiánico no es algo que llene precisamente de orgullo a un ciudadano culto e informado.  


La única explicación que encuentro a este favoritismo por el FREPAP es el antivoto a la política tradicional, sinónimo de corrupción, de buena parte de la población que eligió a personas ‘sanas’, religiosas, quienes por formación no te deben meter la mano al bolsillo. Ahora, lo que pueda hacer o deshacer un movimiento sectario que ha convertido en ‘padres de la patria’ a personas humildes que trabajan de estibadores o despachando fruta en un mercado, no es algo como para desvelarse. Un Parlamento tan atomizado y de rápida expiración no va a realizar cambios drásticos y lo más seguro es que se ponga al servicio del Ejecutivo.


Como comunicador, me parece un portento, digno de estudio, la estrategia de la cual se valieron para llegar —y convencer—  a más de dos millones de personas para que voten por ellos. ¿De qué canales se valieron? No tuvieron presencia en medios masivos. Naca la piriñaca en redes sociales. Lo único que les vi fue un panel a la vuelta de mi casa en Huanchaco promocionando a uno de sus candidatos (que no ganó). De hecho, el único spot del FREPAP que recuerdo históricamente es uno de 1993 estelarizado por Melcochita que decía: “¡Vota por el pescadito, ay, ay!” y mostraba un par de tramboyos.


El número de personas que votaron por ellos cuadruplica con creces a la cofradía de israelitas en todo el país. ¿Cómo llegaron a una masa tan variopinta y equidistante geográficamente? Este fenómeno es más llamativo que el llamado ‘tsunami Fujimori’ de 1990. El chinito tuvo algo de exposición mediática y su mensaje: “Honradez, tecnología y trabajo”, caló en la multitud. ¿Cuál fue el mensaje del FREPAP y quién carajo lo personalizaba? Usualmente, la gente vota por imágenes o personificaciones y este partido carece de una específica. Yo pienso en ellos y el único que se me viene a la mente es Ezequiel, que lleva dos décadas frío. El personaje más conocido es el israelita que siguió a la selección peruana en el Mundial de Rusia y la Copa América de Brasil y uno no sabe cómo.    


De cara al 2021, me queda claro que el protagonismo del FREPAP se debe al genuino desprecio que la masa siente por el Poder Legislativo y dudo que vuelvan a tener la misma suerte. Lo que me dejan estas elecciones, pensando en las elecciones generales que se avecinan, es:
1. Daniel Urresti, el congresista con más votos, es presidenciable.
2. Acción Popular es el único partido tradicional que goza de simpatías.
3. El APRA y el PPC no se van a extinguir, pero su protagonismo va a ser nulo en la próxima década.
4. La izquierda formal, representada por Veronika Mendoza y Marco Arana, ha cedido terreno a la izquierda más radical de Antauro Humala.
5. La fuerza de APP radica en el antiguo ‘sólido norte’ del aprismo. En el resto del Perú le cuesta.  
6. La corrida a lo Forrest Gump de Julio Guzmán ha hundido al partido Morado que debe pensar en otro candidato presidencial.
7. Fuerza Popular no es un cadáver, es un enfermo convaleciente. De su papel en el Congreso depende su resurgimiento o extinción.
8. Un minuto de silencio por quienes fueron: Solidaridad Nacional, Rosa Bartra, Yeni Vilcatoma, Mauricio Mulder, Juan Sheput, Salvador Heresi... De quienes no sabremos nada. Al menos por doce meses.


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