miércoles, 7 de diciembre de 2022

chao pedro, hola dina

A estas horas de la noche, Pedro Castillo podría seguir siendo presidente. En el Congreso se seguiría debatiendo sobre la vacancia y lo más seguro es que los vacadores no habrían alcanzado los ochenta y siete votos con lo que su presidencia estaría segura hasta por lo menos a fin de año.

 

En mi vida he presenciado solamente dos golpes (autogolpes) de Estado. El primero lo organizó un chino y se mantuvo en el poder ocho años. El segundo lo ejecutó un chotano y duró menos de dos horas. Por experiencia, los golpes deben hacerse entre gallos y medianoche y, sobre todo, contar con el apoyo de las Fuerzas Armadas y en la madrugada tomar por asalto con tanques el Parlamento, instituciones públicas y los medios incómodos de comunicación. Pedro Castillo se lanzó a una piscina sin agua. A que golpista, en su sano juicio, se le ocurre patear el tablero sin tener el mínimo apoyo de los milicos. Imagino que ver la guadaña acercarse puede hacer que realices actos desesperados, casi suicidas, al punto de perder contacto con la realidad. Esta torpe intentona es el colofón exacto de un gobierno irreal, de un régimen que parece no haber tenido noción de lo que estaba bien o mal y que no tenía una mínima idea de como carajo hacer las cosas. Un presidente que nunca supo gobernar, mandar, ordenar, gestionar, robar, mentir, estafar. Un maestro sindicalista que nunca supo hacer nada.

 

Si trasladamos el escenario al ajedrez, diría que hasta mediados de noviembre la partida estaba en tablas. El vacado había construido una coraza —una concha tremenda— para que le resbalen todas las acusaciones, indicios y las seis carpetas abiertas por el Ministerio Público y nada le afectaba. Incluso logró levantar un poco en las encuestas (25% de la población). El apoyo de las bancadas de izquierda y los congresistas comprados hacían del Congreso un enemigo inocuo, enclenque, estéril. El error grosero fue intentar un jaque mate con la primera denegación de confianza, un movimiento que le costó la ‘reina’ pero no el juego. Hoy el ‘rey’ se lanzó sólo, sin alfiles, caballos y una sola torre (Aníbal Torres) y perdió. Felizmente para el país fue bruto para defenderse. Pudimos quedarnos con esta bestia hasta el 2026. 

  

Pedro Castillo ya fue. Él y su entorno se pudrirán en la cárcel y caerán en el olvido. No sabremos más de Aníbal Torres, Betsy Chávez, Salas, Chero, Sánchez, Wibertos y demás mamertos. Dina Boluarte —primera flamante presidenta de la República del Perú y también del Perú antiguo porque mujer poderosa sólo tengo registro de la Dama de Cao— vendrá con sus propios lambiscones y veremos las mismas raterías, pero con otros nombres. El cúmulo de babosadas que parecían en su momento obedecer a una estrategia de desgobierno y desmantelamiento del país, no quedan dudas ahora que se trataba a improvisación, dejadez y profunda ignorancia.

 

Así como Pedro Castillo tuvo una única oportunidad de ganarse el beneficio de la duda (la cagó de inmediato al nombrar como premier a Guido Bellido), Dina Boluarte tampoco contará con mucho apoyo. Como no tiene quien la suceda, los golpistas y los que piden adelanto de elecciones estarán a la orden del día. Si es inteligente, convocará a un gabinete que contente a todos y le permita estirar la tregua lo máximo posible. Debe tomar en cuenta que, a diferencia de Castillo, ella no cuenta con bancada que la respalde, por lo que camina en hielo delgado. Que tenga un poco más de sesos que Castillo, no significa que no sea menos dañina. Cada vacancia es una caja de Pandora y ya veremos si Dina es digna o nos indigna. 

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