En
días pasados, personal de Petroperú me contactó para fungir de presentador del
ensayo ganador de la III Bienal Premio Copé 2012, El Wakcha en el relato
andino de tradición oral —al que le agregaron Derroteros de la soledad
en el título, me imagino para hacerlo más comercial— en la II Edición de
la Feria del libro de Trujillo. La tarea la asumí de buen agrado ya que el
autor, John Harvey Valle Araujo, realiza un estudio muy bien documentado
sobre una figura antropológica, propia de los Andes, a la que diversos
investigadores califican con el término ‘wakcha’.
El
ensayo de Valle Araujo —wakcha encubierto, proveniente de
Pomacochas, paraje recóndito de Amazonas— nos ofrece una descripción
detallada del wakcha y su rol protagónico en los relatos orales del Ande que lo
encandilaron en su niñez (verdadero leit motiv del estudio). Sin desmerecer su
análisis sobre el personaje y las lagunas mágicas —desarrollada en el tercer
capítulo del libro— me interesó de sobremanera saber el génesis y
desarrollo de este elemento sociológico que en los últimos lustros ha venido
cambiando la fisonomía de nuestra nación.
‘Wakcha’
como definición etimológica hace referencia al sujeto solitario y melancólico,
al desarraigado que padece de orfandad y carece de la capacidad de establecer
relaciones recíprocas y de convivencia con los demás. Desprovisto de cultura,
posesiones y raigambre telúrica, es un ente con espíritu mendicante y errabundo
que posee, sin embargo, el poder de cambiar su propio destino.
Si
bien el «Fenómeno Wakcha» se vuelve manifiesto en el año 1532 cuando colisionan
en Cajamarca el mundo hispano contra el indígena, la figura se remonta a los
mitimaes, política incásica de extirpar poblaciones enteras de su hábitat para
obligarlas a radicar en un medio totalmente ajeno al suyo. El proceso se
acentúa con la irrupción del invasor occidental y el avasallamiento de una
cultura sobre la otra. El habitante del ande se transforma sin querer en
un wakcha, un huérfano despojado de sus gobernantes y dioses tutelares,
obligado primero a renunciar y luego asumir hábitos y costumbres que no le son
naturales.
El
wakcha se convierte en un paria, aprisionado entre dos mundos, nostálgico y
melancólico, borracho compositor de huaynos y yaravíes que salvo algunas
excepciones —los Taqi Onqoy, José Santos Atahualpa, Túpac Amaru II y Túpac
Catari— carece del espíritu insurgente para emanciparse de la opresión (para
liberarse de su situación), entregándose a utopías mesiánicas o milenaristas
como la de Inkarri. Wakchas notables han sido el cronista Guamán Poma de
Ayala, José María Arguedas y Gregorio Condori Mamani. César Vallejo
también, aunque no fuera quechuahablante, pero su retrato de serrano mestizo
que sufre iniquidades a manos de los criollos —los mistis— en la costa,
hace que encaje perfectamente en esta categoría.
El
«Fenómeno Wakcha» tiene más de cinco centurias en el Perú, pero en los últimos
cincuenta años ha conseguido, por fin, revertir el status quo. Esas personas
resignadas y macilentas dejaron las montañas y colonizaron la selva —como
Amazonas, tierra del autor del estudio— y ciudades como Juliaca, Chimbote o los
conos de Lima, todas ellas forjadas por la invasión wakcha. El primer wakcha se
hizo un espacio en la urbe, su hijo mejoró las condiciones de vida y el nieto
consiguió una profesión y un nombre. La fuerza emprendedora que viene
transformando al Perú a pasos agigantados no proviene del criollo aburguesado y
adormecido en su linaje, sino de este peruano pujante —loado por Hernando de
Soto y Rolando Arellano— que de la informalidad ha sabido adaptarse a las
nuevas reglas del mercado, cambiándole el rostro al poder económico del
país.
El
wakcha —seguramente sin proponérselo— ha tomado al Perú por asalto y su
preponderancia socioeconómica ha trascendido a las artes, infiltrando su
estética chillona y chichera en todos los ámbitos, avasallando la cultura
que hace 500 años se impuso a través de la espada y la cruz. Con la
conquista, los españoles impusieron la escritura sobre la tradición oral, ahora
a través de la música y de la imagen, la oralidad wakcha somete a la escritura
y empuja al peruano a una nueva metamorfosis idiosincrásica que todavía no da
señales de cuando detenerse (no se sabe si en este nuevo proceso a la ‘crisálida’
le saldrán patas, alas o antenas).
Estamos siendo testigos de la reconquista del
Perú por el Perú profundo. Y este proceso es irreversible.
2 comentarios:
tu disculparas, fierro, pero esa foto es para hacer correr hasta al mas pintado. de izquierda a derecha:, un aburrido, un distraido, un dormido, un cara de culo y un cara de pedo. ta mare! con razon el indice de lectores va cuesta abajo en nuestro pobre pais! ni siquiera los publicistas alientan la lectura, carajo!
¿Soy el cara de culo o el cara de pedo? Muchas presentaciones de libros suelen ser aburridas, incluso para los panelistas. En este caso el tema era un coloquio entre el que escribe y el autor del ensayo ganador, los otros tres no tenían nada que ver en el entuerto, ellos tomaron la palabra después, pues eran los ganadores del concurso de cuento del Copé.
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