miércoles, 13 de marzo de 2013

la figura del wakcha

En días pasados, personal de Petroperú me contactó para fungir de presentador del ensayo ganador de la III Bienal Premio Copé 2012, El Wakcha en el relato andino de tradición oral —al que le agregaron Derroteros de la soledad en el título, me imagino para hacerlo más comercial— en la II Edición de la Feria del libro de Trujillo. La tarea la asumí de buen agrado ya que el autor, John Harvey Valle Araujo, realiza un estudio muy bien documentado sobre una figura antropológica, propia de los Andes, a la que diversos investigadores califican con el término ‘wakcha’.
 
El ensayo de Valle Araujo —wakcha encubierto, proveniente de Pomacochas, paraje recóndito de Amazonas— nos ofrece una descripción detallada del wakcha y su rol protagónico en los relatos orales del Ande que lo encandilaron en su niñez (verdadero leit motiv del estudio). Sin desmerecer su análisis sobre el personaje y las lagunas mágicas —desarrollada en el tercer capítulo del libro— me interesó de sobremanera saber el génesis y desarrollo de este elemento sociológico que en los últimos lustros ha venido cambiando la fisonomía de nuestra nación.
 
‘Wakcha’ como definición etimológica hace referencia al sujeto solitario y melancólico, al desarraigado que padece de orfandad y carece de la capacidad de establecer relaciones recíprocas y de convivencia con los demás. Desprovisto de cultura, posesiones y raigambre telúrica, es un ente con espíritu mendicante y errabundo que posee, sin embargo, el poder de cambiar su propio destino.
 
Si bien el «Fenómeno Wakcha» se vuelve manifiesto en el año 1532 cuando colisionan en Cajamarca el mundo hispano contra el indígena, la figura se remonta a los mitimaes, política incásica de extirpar poblaciones enteras de su hábitat para obligarlas a radicar en un medio totalmente ajeno al suyo. El proceso se acentúa con la irrupción del invasor occidental y el avasallamiento de una cultura sobre la otra. El habitante del ande se transforma sin querer en un wakcha, un huérfano despojado de sus gobernantes y dioses tutelares, obligado primero a renunciar y luego asumir hábitos y costumbres que no le son naturales.
 
El wakcha se convierte en un paria, aprisionado entre dos mundos, nostálgico y melancólico, borracho compositor de huaynos y yaravíes que salvo algunas excepciones —los Taqi Onqoy, José Santos Atahualpa, Túpac Amaru II y Túpac Catari— carece del espíritu insurgente para emanciparse de la opresión (para liberarse de su situación), entregándose a utopías mesiánicas o milenaristas como la de Inkarri. Wakchas notables han sido el cronista Guamán Poma de Ayala, José María Arguedas y Gregorio Condori Mamani. César Vallejo también, aunque no fuera quechuahablante, pero su retrato de serrano mestizo que sufre iniquidades a manos de los criollos —los mistis— en la costa, hace que encaje perfectamente en esta categoría.
 
El «Fenómeno Wakcha» tiene más de cinco centurias en el Perú, pero en los últimos cincuenta años ha conseguido, por fin, revertir el status quo. Esas personas resignadas y macilentas dejaron las montañas y colonizaron la selva —como Amazonas, tierra del autor del estudio— y ciudades como Juliaca, Chimbote o los conos de Lima, todas ellas forjadas por la invasión wakcha. El primer wakcha se hizo un espacio en la urbe, su hijo mejoró las condiciones de vida y el nieto consiguió una profesión y un nombre. La fuerza emprendedora que viene transformando al Perú a pasos agigantados no proviene del criollo aburguesado y adormecido en su linaje, sino de este peruano pujante —loado por Hernando de Soto y Rolando Arellano— que de la informalidad ha sabido adaptarse a las nuevas reglas del mercado, cambiándole el rostro al poder económico del país.
 
El wakcha —seguramente sin proponérselo— ha tomado al Perú por asalto y su preponderancia socioeconómica ha trascendido a las artes, infiltrando su estética chillona y chichera en todos los ámbitos, avasallando la cultura que hace 500 años se impuso a través de la espada y la cruz. Con la conquista, los españoles impusieron la escritura sobre la tradición oral, ahora a través de la música y de la imagen, la oralidad wakcha somete a la escritura y empuja al peruano a una nueva metamorfosis idiosincrásica que todavía no da señales de cuando detenerse (no se sabe si en este nuevo proceso a la ‘crisálida’ le saldrán patas, alas o antenas).
 
Estamos siendo testigos de la reconquista del Perú por el Perú profundo. Y este proceso es irreversible.

2 comentarios:

Necia dijo...

tu disculparas, fierro, pero esa foto es para hacer correr hasta al mas pintado. de izquierda a derecha:, un aburrido, un distraido, un dormido, un cara de culo y un cara de pedo. ta mare! con razon el indice de lectores va cuesta abajo en nuestro pobre pais! ni siquiera los publicistas alientan la lectura, carajo!

Alfieri Díaz Arias dijo...

¿Soy el cara de culo o el cara de pedo? Muchas presentaciones de libros suelen ser aburridas, incluso para los panelistas. En este caso el tema era un coloquio entre el que escribe y el autor del ensayo ganador, los otros tres no tenían nada que ver en el entuerto, ellos tomaron la palabra después, pues eran los ganadores del concurso de cuento del Copé.