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miércoles, 30 de diciembre de 2015

la segunda década del siglo XXI

En mi post siglo XX: década por década publicado el 4 de agosto de 2009 en este blog sostuve que los cambios de cada década no se ceñían necesariamente al año numérico, es decir 1980 –o 1981– para dar inicio a la década de los ochenta o 1990 para los noventa. Afirmaba más bien que era un hecho importante o circunstancia dramática, sea de carácter bélico, político, económico o luctuoso. Por ejemplo, la década de 1920 comenzó en septiembre de 1929 con la Caída de Wall Street o la década de 1960 en noviembre de 1963 con el asesinato de John F. Kennedy.

La primera década del siglo XXI se inició no el 1 de enero de 2001, sino en la mañana del 11 de septiembre de 2001 con la destrucción del World Trade Center y el atentado contra el Pentágono. Considero que se prolongó durante catorce años, hasta el 13 de noviembre de 2015, exactamente a las 21:16 hrs. cuando aconteció en el Estadio de Saint-Denis el primero de los ataques contra la comuna de París, dejando el saldo de 137 cadáveres.

Este ataque no ha sido ni de lejos el que ha dejado mayor número de víctimas. Las invasiones de Afganistán e Iraq, la bomba en la estación ferroviaria de Atocha, los bombardeos contra Siria y otros territorios árabes tuvieron resultados más cruentos, pero occidentalizada como está la opinión y la prensa mundial, los atentados contra la capital de Francia ha llevado el terror, recelo y estupor hacia la comunidad musulmana hacia otro nivel, debido a la acción fundamentalista y demencial del llamado Estado Islámico, que aparte de los ataques suicidas cuenta con videos macabros de ejecuciones y montajes destructivos circulando por la red.

Sin caer en los tremendismos de que estamos ad portas de la Tercera Guerra Mundial alentado por ciertos analistas alarmistas y también por una vecina mía quien es evangelista y que jura que ella y su familia se salvarán porque son creyentes, esta nueva etapa por desgracia será una continuación de la que le precede, teniendo a los musulmanes como los grandes enemigos de Occidente y ahora también de Rusia, la doctrina neoliberal imperando en las libres economías de mercado y el embrutecimiento cada vez más notorio de las masas a través de los medios de comunicación.
 
No tengo complejo  de Nostradamus ni la agudeza de Alvin Toffler para predecir el futuro, pero no creo que la segunda década del siglo XXI tenga la misma extensión temporal catorce años de la década que le precedió. Dejando de lado la amenaza de que alguna facción se le ocurra hacer uso de armas de destrucción masiva una epidemia bacteriológica, considero que será la salud precaria del planeta lo que obligará definitivamente a las principales potencias a buscar nuevos recursos energéticos, poniendo en jaque a las mafias industriales y petroleras y a la propia doctrina neoliberal que hoy tantos suicidas aplauden. Ojalá los cambios se den en el momento justo y no cuando el daño sea irreversible.     

martes, 21 de mayo de 2013

nos hacen falta vitaminas

Según la encuesta demográfica y del salud Endes, el 24% de los niños en el Perú sufre de obesidad y sobrepeso. Un 8% de los peruanos padece de diabetes y se presume que en una década ese porcentaje se va a duplicar. Cánceres del Primer Mundo como el de colon y estómago se vienen multiplicando, al igual que los casos de osteoporosis y el culpable de esta pandemia que afecta a nuestro país y al mundo en general, se debe, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) a la llamada junk food que nosotros traducimos como ‘comida chatarra’ cuando su significado literal es ‘comida basura’.

Sustancias como el tabaco son acusadas de ocasionar cáncer de pulmón y de garganta, las drogas ‘duras’ o ‘blandas’ de quemar mental y socialmente a las personas, el alcohol de dañar el hígado y las neuronas; todas ellas por ende han sido en las últimas décadas perseguidas, restringidas y perseguidas por atentar contra la salud humana, por qué entonces no proceder con la misma rigidez con los alimentos envasados a los que se les atribuye diversos tipos de cáncer, diabetes y otras enfermedades crónicas no transmisibles.

Si bien soy un defensor del libre albedrío, es decir del derecho de los seres humanos a decidir que viandas o sustancias consumir según les venga en gana sin que el Estado lo regule o censure, opino que si existe una ley que acorrala y sataniza a los cigarrillos, el trago o la marihuana, es consecuente que ésta se extienda también a las comidas que a largo plazo causarán daños irreversibles en el organismo. No estoy de acuerdo que se les prohíba o agrave con impuestos —como quiso el régimen de Humala en un primer momento— pero sí restringir o dosificar su consumo entre los menores de edad.

La Ley de Promoción de la Alimentación Saludable, aplaudida por la OMS y atacada por la SNI (Sociedad Nacional de Industrias) que no hace nada por elaborar productos con menos sodio, azúcar y grasas trans, busca justamente proteger a quienes están en plena formación física y mental. Expender gaseosas, golosinas, snacks y diversas fritangas en los quioscos equivale a expender puchos y cerveza a la hora del recreo. No soy químico ni galeno pero apostaría que la ingesta de toxinas es parecida.

Antes de que el Ministerio de Salud decretase la norma, el colegio donde estudia mi hijo incentivó a las madres de familia a preparar loncheras ‘nutritivas’, es decir que no compren envasados y se tomen el trabajo de cocinar (hábito que las amas de casa por facilismo están perdiendo). De buenas a primeras se volvió al jugo natural, a la fruta, al pan con mortadela, al huevo que explota como bomba pestilente dentro del aula, etc. Una vez que Alfi se quedó a dormir en la casa de mi suegra que no estaba aleccionada en el tema, le envió una bolsa de papitas Lays (esas que promociona Lionel Messi) y la profesora y otras madres le hicieron tal bullyng aleccionador que ahora se esmera por cumplir con la normativa nutricional (aunque de vez en cuando mete en la lonchera un chupetín o un jugo Pulp de contrabando).

Promocionar la nutrición en un país desnutrido es una actitud loable mientras no se caiga en extremismos, en la que todo padre de familia consciente se debe comprometer. Si se cumple con promover la educación y la información antes que la prohibición, contará con el apoyo de todos los que creemos en el “Mens sana in corpore sano” (que aparece en las Sátiras de Juvenal).

Finalmente, como comunicador me parece saludable que de ahora en adelante la publicidad deje de mentir al promocionar supuestos beneficios de alimentos y bebidas no alcohólicas artificiales. De ahora en adelante la etiqueta de los productos y los mensajes publicitarios deberán advertir: “Alto en sodio, azúcar y grasas saturadas; evitar su consumo excesivo”... porque como bien dice mi viejita, “todos los excesos son malos”, casi tanto como las prohibiciones.

Ver documental Super Size Me de Morgan Spurlock para tener más luces sobre el asunto.

martes, 8 de enero de 2013

el efecto 'gringasho'

La irrupción de ‘Gringasho’  no es un suceso aislado o fortuito, es el engendro de una sociedad violenta y carente de valores. Para la opinión pública en general, el mozalbete es un apestado, un perro rabioso al cual creen que enjaulándolo o exterminándolo se pondrá punto final a la rabia. Ciegos como estamos, no caemos en cuenta que su figura solamente representa la punta del iceberg, es el rostro resaltante de una problemática que nos advierte que Trujillo se ha convertido en tierra de sicarios juveniles, de asesinos que no vacilarán en encajarle un balazo a cualquiera por quítame estas pajas. Esta realidad no va a cambiar con la eliminación física o el encierro perpetuo de ‘Gringasho’. He aquí una papa caliente, a ver cómo la enfrían las personas que hemos elegido como autoridades.
 
La captura de este delincuente a los seis días de protagonizar su segunda fuga de un centro de rehabilitación juvenil (1) en el último día de 2012, representó para la policía una oportunidad inmejorable para acabar con su vida sin preocuparse de los cacareados Derechos Humanos. Él y uno de sus compañeros de fuga, ‘Bacasha Junior’ (2), estaban armados e intercambiaron disparos con los efectivos que venían persiguiéndolos desde el Puente Angamos, distrito de Santa Anita. Si ambos adolescentes caían victimados durante la refriega, podía alegarse que ocurrió en defensa propia (3). No obstante, lo más probable es que con su deceso lo único que se habría conseguido es martirizarlo y convertirlo en un héroe para tantos púberes que hoy lo admiran y que irremediablemente siguen —o seguirán— sus pasos.
 
El prontuariado de Alexander Pérez Gutiérrez, alias ‘Gringasho’, cuenta con todos los elementos para convertirse en leyenda, como ocurrió con William H. Bonney en Nuevo Mexico, tristemente conocido como Billy the Kid (4). Se presume que a victimado a diecisiete personas a sus cortos diecisiete años —en marzo será mayor de edad—, varios de ellos cobrando la tarifa de 500 dólares. Dicen que su tío Roberto Gutiérrez ‘El Soli’ (5) le enseñó a matar cuando apenas tenía trece. Dos años después ya tenía la reputación a nivel nacional de ser ‘el sicario más joven del Perú’.
 
Ser acusado del secuestro y asesinato de Deysi García Tooh (6) le valió su primer enfrentamiento con las salas judiciales, pero dos meses después fue puesto en libertad al no encontrar pruebas que lo incriminaran. Tras asesinar a tres sujetos en El Porvenir, ‘Gringasho’ es vuelto a capturar. Esta vez lo sentencian por estar ‘involucrado’ en varios crímenes a seis años de reclusión. Tras su fuga de La Floresta, se volvió todavía más mediático al ser capturado en el hostal Zaffiro en el distrito de Los Olivos junto con su pareja sentimental, Jazmi Isabel Marquina, una jovencita de dieciocho años a quien la prensa bautizó de inmediato como ‘Gringasha’, cuyas fotografías desinhibidas colgadas en su Facebook revolotearon las hormonas de una sarta de jeropas.
 
‘Gringasho’ es un delincuente con el mismo perfil psicológico que otro famoso sicario juvenil que asoló Lima en la década de 1990, el ‘Negro Canebo’ (7), es decir un psicópata que no experimenta remordimientos al momento de jalar un gatillo (8). Sin embargo, el futuro de ambos se presenta muy distinto. ‘Canebo’ hoy por hoy es un hombre de treintaytantos años que se proyecta como la sombra del malandro avezado que alguna vez fue. Ya nadie lo respeta. El consumo de pasta y la ausencia de padrinazgos ha hecho que otros abusen de él. ‘Gringasho’ en cambio cuenta con el apoyo financiero de ‘El Soli’ (9) lo que lo convierte en intocable en la cana. Tan seguro está de su suerte que con una sonrisa a flor de los labios ha asegurado que pronto se volverá a fugar.
 
Con ese desparpajo, con la seguridad que transmite de que se puede salir con la suya, con la hembra (10) que es centro de arrechura de medio Perú, con la pinta —convengamos que físicamente no es feo, es Brad Pitt al lado de Canebo—, con el alias (11), el sujeto pues es atractivo, un modelo a seguir para quienes aspiran a salir de la miseria económica y moral viviendo al margen de la ley. No sería de extrañar que en poco tiempo se produzca una miniserie sobre su vida. Una especie de Bonnie & Clyde sin un talentoso Arthur Penn que la dirija. 
 
El efecto ‘Gringasho’ representa serios peligros para una juventud calenturienta. Además de la mesura mediática —que siempre se solicita pero nunca se da—, el problema de los sicarios juveniles exige que la Justicia cambie las leyes y no se muestre tan benévola. Un chico acostumbrado a matar no se le puede internar en un reformatorio  —psicológicamente son sujetos irrecuperables para la sociedad (12)—, se le debe juzgar y castigar con el mismo rigor que un asesino de cualquier edad e internarlo en un establecimiento adecuado. Debe erradicarse también esa medida absurda de taparles los ojos y poner los nombres con iniciales, eso está bien para un joven ultrajado o libre de culpa, pero no para quienes cometen crímenes de lesa humanidad. Hacer de dominio público su rostro e identidad ayudaría a la captura y prevención por parte de la colectividad.
       
_________________
1. Su primera fuga aconteció el 28 de abril de 2012 de La Floresta de Trujillo.
2. Otro sicario menor de edad, asesino de un policía a sangre fría dentro de una pollería ubicada en la Av. Jesús de Nazareth, a vista y paciencia de todos los parroquianos.
3. Si bien ‘Gringasho’ es un asesino a sangre fría con un amplio accionar, llama la atención su pésima puntería. En la fuga de La Floresta, quiso cobrar venganza contra otro adolescente, miembro de una banda rival, y en un ambiente de cerrado descargó más de veinte balazos y ninguna impactó en el blanco.
4. Famoso pistolero del Far West a quien se le atribuyen veintiún muertes (aunque sólo se pudieron probar nueve de ellas). Fue asesinado por el sheriff Pat Garrett cuando tenía veintiún años.
5. Líder de la banda Los Malditos de Río Seco, dedicada a la extorsión.
6. La víctima con ocho meses de gestación había sido pareja sentimental de un primo de ‘Gringasho’. Se presume que la mató disparándole en la nuca. 
7. La palabra ‘Canebo’ deriva de caníbal. Se le acusa de haber asesinado a quince personas.  
8. Podemos suponer que según su escala de ‘valores’, ‘Gringasho’ imagina que todo lo que hace es una pendejada, una travesura infantil, por eso es que sonrió con sarcasmo cuando lo presentaron a la prensa en la Divincri. “¡Miren, qué pendejo soy!”    
9. Se presume que la fuga de Maranga fue financiada con quince mil soles de ‘El Soli’, quien además puso a cuatro sicarios limeños fuertemente armados para proteger a su sobrino.
10. Jazmi Marquina ha jugado un rol protagónico en las dos fugas de ‘Gringasho’, en ambas oportunidades estuvo con él por lo que se le puede acusar por el delito de encubrimiento.  
11. El apelativo ‘Gringasho’ deriva de gringo. Si bien Sánchez Gutiérrez no es un prototipo de la raza caucásica, la chapa lo blanquea y eso hace subir sus ‘bonos’ en un país racialmente acomplejado.
12. No al menos en las condiciones en las que purgan su condena. 

domingo, 23 de diciembre de 2012

y el fin del mundo... ¿para cuándo?

El mundo se va acabar,
el mundo se va a acabar,
Si un día me has de querer,
te debes apresurar. 
MOLOTOV

A mis 41 años recién cumplidos ya sobreviví a dos fines del mundo. El primero allá por el 1 de enero del año 2000 cuando con el cambio del milenio vivimos el pánico tecnológico del Y2K, rumoreándose que varios softwares anacrónicos, incapacitados para leer el cambio de centuria porque habían sido programados para contabilizar dos dígitos en vez de cuatro, ocasionarían un caos económico y la activación de armas de destrucción masiva (ver episodio de Los Simpsons donde Homero desencadena la hecatombe). Por fortuna, empresas e instituciones gastaron una millonada para solucionar el problema y sólo se produjeron unos incidentes aislados —nada graves— en Japón, Estados Unidos y algunos puntos de Europa.

El segundo no ha tenido nada de tecnológico, pero se promocionó con bastante antelación, teniendo como protagonista a una de las civilizaciones antiguas más avanzadas en temas astronómicos: los Mayas. El hecho de encontrar un calendario lítico que registraba el 21 de diciembre de 2012 como fecha final, ha sido interpretada por los apocalípticos como la prueba de que el armagedón se encontraba a punto de suceder, prueba de ello eran los continuos movimientos telúricos en distintos puntos del mapamundi. Algunos estudiosos señalaron que en esa fecha nuestro sistema solar se desplazaría hacia el centro de la Vía Láctea, produciendo cambios electromagnéticos —mucho más intensos que las tormentas solares que hicieron colapsar las telecomunicaciones del hemisferio norte en febrero de este año— que afectaría de manera radical la vida en el planeta pero no al punto de extinguirnos, sino que principiamos una nueva Era.

Fin del mundo o no, como cayó viernes y estamos en temporada de festejos, por si las moscas organicé una parrillada —en casa ajena— con algunas amistades y nuestros hijos para que tan magno evento, del cual no tendremos escapatoria, nos agarre juntos y ebrios, pero no, pasada la medianoche en vano aguardé que el cielo se tiñera de azufre y viera en el firmamento cabalgar a los cuatro jinetes del Apocalipsis. La única revelación que recibí en esa fecha fue que mi querido vástago tenía problemas para leer de corrido y como papá lector tendría que ponerme las pilas para afianzarlo en las vacaciones de verano.

Esta fijación de la humanidad por la destrucción del fin del mundo, por supuesto no es nada nueva. Es un pavor generalizado que llevamos, presumo, en nuestros genes luego que Tata Lindo destruyera a la primera humanidad con el Diluvio Universal. La redacción del libro de las Revelaciones —colofón del Nuevo Testamento—, atribuida al apóstol Juan, es el culpable de que en Occidente vivamos pendientes de tan magno advenimiento. Se le aguardó con la caída del Imperio Romano, la invasión musulmana a Europa, la llegada del año mil. Con las profecías de San Malaquías que enumera la lista de 111 papas para que el mundo se acabe —y Benedicto XVI es el papa 111 del obispo irlandés—. Con la aparición del cometa Halley y otros astros en el firmamento. Movimientos protestantes como los Adventistas del Séptimo Día y los Testigos de Jehova —surgidos en la crédula Norteamérica— viven pregonando la inminente parusía del Señor y llegan todavía a establecer una fecha de caducidad, pero cuando sienten su cercanía, la prorrogan según su conveniencia.

Mientras el sol no se convierta en un gigante rojo —lo que sucederá en millones de años— o no nos impacte desde el espacio un objeto de regulares dimensiones, o la humanidad no se autodestruya por sí misma, el planeta Tierra seguirá en pie. Lamentablemente también seguirán quienes pregonarán por adelantado su final. Supongo que en el fondo los seres humanos no queremos, por supuesto, que todo se destruya, pero sí vivimos anhelantes de un cambio, de algo que sacuda nuestras miserables existencias. Si usted es de los que le gusta vivir pensando en la cercanía del holocausto, la nueva fecha para tan magno acontecimiento será el 21 de marzo de 2014 cuando el asteroide 2003 QQ47, cuyo tamaño es diez veces más pequeño que aquel que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años, impacte con nuestro planeta. Así que ya saben, a cachar a cachar que el mundo se va a acabar.   

martes, 11 de diciembre de 2012

días para no celebrar

Disculpen si soy aguafiestas o me volví un tío amargoso, renuente a participar en celebraciones, pero opino que el 80% de las fechas festivas del calendario son groseros despropósitos, siendo las peores aquellas impuestas bajo decreto ley por el Congreso, demostrándome que los parlamentarios no tienen nada mejor que hacer.

Del puñado de fechas que me gusta celebrar se cuentan, por supuesto, las cristianas, porque soy un agnóstico que respeta las tradiciones. Me agrada la Navidad —aunque Papa Noel me llega al pincho— por el lechón, el panetón, el trago y los abrazos, por los buenos deseos, los niños que abren sus regalos y el aroma en el ambiente a cohetones y rata blanca. La Semana Santa con sus días quietos, reflexivos, recorrer estaciones por los templos del centro, el viernes muerto plagado de fílmes bíblicos y quizá tomarme unos tragos en sábado de gloria. Como buen peruano las Fiestas Patrias con su mensaje presidencial, las vacaciones de invierno, los viajes dentro y fuera del país, aunque espero que algún día se prescinda de los desfiles escolares (marchando no se inculca el amor a la patria) y de la parada military, sacando a la calle el mismo armamento oxidado de siempre. Celebro el Día del Trabajo que en mi caso coincide con el día de mi colegio, el San José Obrero. El Día de San Valentín porque soy un romántico incorregible. El 8 de diciembre, feriado por la Virgen, dedicándoselo a Lennon y a los Beatles —A Day in the Life— y a la tragedia de Alianza Lima en el mar de Ventanilla. El Año Nuevo aunque cada vez con menos efusividad, molestándome las fiestas con calzoncillo Amarillo o los viajes a destinos plagados de mocosos juergueros.

No los celebro pero tampoco me generan aversión el Día de la Canción Criolla (aclimatado a coexistir con el Halloween), el Día de los Muertos, los días de Carnaval. Como trujillano no participo pero tampoco desprecio el Festival de la Primavera (pero no volvería a ver un corso así me paguen) y el Festival de la Marinera (a pesar que una familia se ha apropiado de una celebración que pertenece a todos).  Lo que sí me parece aborrecible es la Feria de Las Delicias, con sus majas, tascas y pamplonadas con sabor a simplonada. Huachafada descarada en la que se ponen al descubierto los complejos de quienes carecen de fortuna pero les sobra pantorrilla.

Las fechas que preferiría pasar de largo son el Día de la Mujer, por su carácter reivindicatorio (parecido al Día del Indio, luego rebautizado Día del Campesino) que tartan a las damas como seres minusválidos, inferiores, necesitadas de reconocimiento. ¿Por qué no mejor lo reemplazamos por el Día en contra del Machismo, combatiendo la manutención masculina y la estigmatización según el uso de la vagina? La Hora del Planeta, porque me parece insuficiente apagar la luz 60 minutos para tomar conciencia ecológica. Los días de la Madre y del Padre, no porque sea un malhijo —adoro a mis viejos por si acaso— sino porque son fechas notoriamente mercantiles, donde prevalence el “qué me vas a regalar” o “a dónde me vas a llevar” y no se reflexiona sobre la importancia o relevancia de la maternidad o paternidad. Sucede lo mismo con el Día del Niño o el Día de la Familia —que me parece cada año se celebra en fecha distinta—, excusa para que mi hijo me pudra la oreja exigiéndome regalos. Agárrense que ya se habla del Día de los Abuelos, Día del Tío, Día de la Madrastra, etc.

Las fechas despreciables, a mi parecer, son las que han aparecido en los últimos tiempos, contaminando las semanas y nuestros ratos de ocio, creadas ex profeso para que la masa consuma más. El Día del Pisco Sour en febrero y el del Pisco a secas en julio, sin percatarse los genios del marketing que al coexistir se anulan y disminuye su impacto. El de la Gastronomía Peruana, decretándose que todo peruano está obligado a cultivarla y difundirla, volviéndose en un símbolo patrio más venerado que la cornucopia o el árbol de la quina.  Y como un solo día no es suficiente, el Cebiche tiene su día exclusivo en junio y el Pollo a la Brasa (nuestra peor bomba de grasa) en julio. En sólo tres años, Pilsen Callao ha logrado imponer su borrachoso Día del Amigo, que incluye también al amigo cariñoso, al amigo con derechos, etc.

Los peruanos ya no sabemos qué carajo celebrar y lo que es peor, grandes sectores acatan los festejos lo que es una clara muestra de que nos falta personalidad, amor propio o verdaderos motivos para sentirnos contentos. Cada quien, por supuesto, es libre de celebrar o vanagloriar la fecha y el motivo que se le antoje; yo por mi parte prefiero zurrarme en tantos tributos forzados y sólo dejo espacio para cumpleaños de familiares, amigos o aniversarios particulares. Es el encanto de vivir con el calendario en blanco.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

los veinte de abimael

En una potencia mundial como los Estados Unidos un juego inquisidor como “¿Qué estabas haciendo cuando...?” —que me imagino entró en boga después que mataron a Kennedy— puede ser muy popular, ya que en veinte años pueden acontecer muchos momentos dramáticos y fundamentales que impactan a sus habitantes. En una nación como el Perú no sucede lo mismo. Hechos verdaderamente trascendentales en las últimas dos décadas los puedo contar con una mano y la captura de Abimael Guzmán fue uno de ellos. Que “¿qué estaba haciendo cuando atraparon al camarada Gonzalo?”, pues estaba desnudo, haciendo el amor con una mujer especial, mi enamorada de ese entonces a quien me imagino ahora, recordando el trance a raíz de la efeméride, sonriendo sin ruborizarse siquiera, delante de su esposo. Fue a golpe de nueve de la noche cuando la radioemisora musical que nos hacía compañía, cortó su programación habitual y propaló esa noticia esa noticia mayúscula en lo que luego se conocería, con toda justicia, como ‘la captura del siglo’.

La vesania de un movimiento como Sendero Luminoso permanece demasiado viva en el inconsciente nacional, por lo que a pesar de las dos décadas transcurridas no se puede realizar un juicio de valor o una visión no parcializada de su líder, aquel que pomposamente se autoproclamó ‘la cuarta espada del comunismo’. La noche del sábado 12 de septiembre de 1992 todos pudimos ver por televisión al hombre que por doce años había amedrentado a un país entero. De barba entrecana y gruesa contextura, víctima de dermatosis crónica y consumidor de cigarrillos Winston —marca imperialista—, las gruesas gafas cubrían buena parte de su rostro mofletudo no podían ocultar la agudeza de su mirada. Sorprendido y totalmente desarmado, el hombre más buscado y odiado del país se sometió pacíficamente a su encierro perpetuo. Tres días más tarde fue presentado en conferencia de prensa, enjaulado y con un traje a rayas que cumplió el objetivo de ridiculizarlo. El llamado Presidente Gonzalo lanzó una de sus últimas peroratas en contra del Sistema, luego entre juicios y confesiones, su lenguaje fue moderándose y se convirtió en el pobre diablo que ahora es.

Guzmán Reinoso luce en la actualidad consumido y arrugado como una pasa, sin la arrogancia que debe poseer un líder verdadero al afrontar la peor de las adversidades. Empero, para la gran mayoría de peruanos todavía representa la encarnación del mal, el más diabólico sujeto parido jamás en este país, quien más daño nos ha causado a lo largo de nuestra historia republicana... por supuesto en esto último discrepo. Genocidas en estos lares han habido por montones, sino que exterminaron a poblaciones indígenas, aborígenes, a peruanos de tercer nivel. Abimael en cambio, mató en el campo y osó hacerlo también en la ciudad, en el mismo Miraflores, el distrito residencial por antonomasia de Lima capital.

Veinte años después de la caída del III Reich en Alemania, en toda Europa se podía hablar y analizar sobre Hitler y la barbarie nazi de una manera desapasionada, objetiva, permitiendo un retrato más ‘humano’ de los genocidas, intentando comprender cuáles fueron sus móviles, cual era la coyuntura que dio génesis a tanto odio, a comprender las taras y complejos de una nación y el comportamiento de las sociedades de ese tiempo. Ese análisis sincero ha permitido que los europeos superen el pasado y afronten unidos las adversidades del futuro —como la crisis económica que hoy los aqueja—. Hacer en el Perú ese tipo de análisis es un absurdo. Nadie en nuestro medio se atrevería a divulgar un estudio serio, una historia detallada de sus acciones, una biografía de sus principales personajes, una interpretación profunda de su ideología o filosofía, una explicación racional de su destructivo accionar, de sus objetivos revolucionarios. Publicar ese tipo de información sería considerada una apología al terrorismo.

Abimael debe ser un sujeto execrable que muy bien merece podrirse en la cárcel —cuando no la pena de muerte—, pero eso no significa que nos neguemos a hablar de él, no analicemos e busquemos entender que fue Sendero Luminoso en su momento de mayor poder —no ahora cuyos remanentes, al igual que las Farc en Colombia, sólo buscan liberar un territorio al servicio del narcotráfico—. Los peruanos queremos echar al olvido este momento particularmente doloroso, sin comprender a ciencia cierta qué pasó en el país en realidad. Hace unos diez años se instaló en el gobierno de Toledo la Comisión de la Verdad que fue duramente criticada a los ojos de la opinión pública porque según sus detractores se reabrían viejas heridas y se buscaba aminorar la culpa de los sediciosos.

Con la poca información que tengo, no puedo hacerme una idea de quien fue Guzmán, aquel profesor arequipeño que inició su proselitismo en la Universidad de Huamanga, tampoco puedo entender el llamado 'Pensamiento Gonzalo', inubicable en internet, lo que no sucede por ejemplo con Mein Kampf, incitador de uno de los mayores genocidios del siglo XX. No sé hasta qué punto Abimael se mimetiza con Pol Pot, el sanguinario líder del Khmer Rouge —de modales refinados, según me comentó Manuel Jesús Orbegozo, quien tuvo la oportunidad de entrevistarlo— quien asesinó a tres millones de camboyanos en tres años (y hasta qué punto una masacre de esas proporciones era ejecutable en un país como el nuestro). Pienso que el terror que su nombre ocasiona se debe a que todavía se le ve como la representación del daño que puede asolar a tu barrio, llegas hasta tu casa e introducirse en tu propio dormitorio en una noche de apagón. Traerlo a la memoria es revivir lo más traumático de la década de 1980 en el Perú.

Pienso que los peruanos necesitamos de una terapia que nos exorcice de algunos fantasmas y eso se va a conseguir cuando asimilemos y no ignoremos el nombre de Abimael.

viernes, 17 de febrero de 2012

indigesta intolerancia

No tengo nada en contra de Iván Thays. Tampoco mucho a su favor. Sólo he leído de él Las fotografías de Frances Farmer, conjunto de relatos que, salvo el que le da título al libro, me parecen indigestos o ‘tan’ apetitosos como un plato de olluquitos, potaje peruano que confieso no es de mi agrado. Tampoco me gustaba Vano Oficio, su programa en el canal del Estado, que pecaba de condescendiente con unos autores y con otros era francamente soporífero. Thays era la excusa perfecta para quienes sostienen que la cultura es aburrida. 

En 2005, a través de nuestro amigo en común Richard Licetti, tuve la oportunidad de conocerlo e intercambiar palabras por unos minutos. Hablamos sobre Woody Allen —sabía de antemano que era su cineasta favorito— y de los logros de su, en ese entonces, última película: Melinda and Melinda. Mientras compartíamos impresiones sobre cómo una misma historia era desarrollada bajo dos ópticas distintas (la de un comediante y un dramaturgo), sentí que mi interlocutor no dejaba de escudriñar los harapos que yo llevaba puestos, informales como siempre, marcado contraste con el fino sacón y la bufanda que lo arropaban, innecesarios para un invierno poco riguroso como el trujillano.

No tengo idea del momento en que su programa salió del aire ni desde cuando radica en España. De igual manera, desconozco cuáles son sus últimos títulos publicados. Conservo en mi biblioteca otra de sus obras: Escena de caza. Quizá algún día me anime a leerla. En pocas palabras, no sabía nada de nada de Thays, hasta que tuvo el tino de despotricar contra la gastronomía lorcha a través de su blog, calificándola alegremente de ‘indigesta’ y ‘poco saludable’. Ódiame pero no me olvides, como reza el mensaje de un vals criollo. Palabras calculadas para generar una batahola de críticas y censuras desde otro lado del charco.

En  honor a la tolerancia y la libertad de expresión, considero que las opiniones de un escritor sobre gastronomía, carpintería, enfermería o lo que le venga en gana, pueden ser tan respetables como las de millones de individuos en el globo terráqueo. Los comentarios se pueden escuchar o se pueden leer, se pueden validar o se pueden refutar o debatir, puedes retenerlos si encuentras en ellos algo de utilidad o puedes, simplemente, ignorarlos o expulsarlos al olvido.

Como peruano no me indigno si un coterráneo se atreve a cuestionar ciertos tópicos cholos y sagrados. Me apeno más bien cuando compruebo que la masa en este país carece de criterio y reacciona de manera furibunda, tildando de ‘antiperuano’ o ‘traidor a la patria’ a toda persona que manifieste una opinión adversa contra nuestro acervo y prosapia. Thays y muchos más pueden hablar lo que se les antoje sobre la comida peruana, así como del pisco, el suspiro a la limeña o la Inca Kola, y nadie se debería ofender por ello. Nuestro bitute no es el pabellón, el escudo o el himno nacional —que también pueden ser cuestionados—, es sólo una expresión cultural a la que algunos puede agradar y a otros, simplemente, caerle mal.  

Comparto con Thays la idea de que los peruanos tenemos en el subconsciente una necesidad de reconocimiento, una urgencia colectiva de salir campeones en cualquier cosa. Creo en contraparte que la comida peruana —de costa, sierra y selva—, además de ser deliciosa, tiene la propiedad de ser variada, mucho más que las pastas a las que Thays confiesa ser afecto y que, por si no lo sabe, están cargadas de esos carbohidratos que tanto defenestra (demostrando ser un completo ignaro en temas culinarios). Sin embargo, de ahí a ‘creernos’ —y repetir con énfasis— que tenemos la mejor cocina de América Latina, cuando no del mundo, me parece un chauvinismo vergonzoso, una huachafería similar a poseer el segundo mejor himno patrio o que Dios es peruano.       

El hecho de ofendernos o escandalizarnos fácilmente por todo es una de nuestras taras fundamentales. Carecemos de la mesura o del sentido común para ver y analizar las cosas en su contexto real y verdadera magnitud. El comentario de Thays salió a la luz a raíz de la última novela de Gustavo Rodríguez, Cocinero en su tinta (que para mi gusto peca de oportunista), sin embargo el autor aludido, con la cordura que lo caracteriza, respondió: “prefiero vivir en un país con pésima gastronomía y mejor tolerancia y no a la inversa”... Y tiene toda la razón.   

El comentario de Thays pronto caerá en el olvido, al igual que el escándalo de Leysi Suárez cuando posó desnuda encima de una bandera peruana o cuando Claudio Pizarro declaró —con fundamento— desde Alemania que muchos peruanos son una mierda. Considero que el Perú sera más grande que su propia gastronomía cuando aprendamos a tolerarnos y combatir opiniones con ideas y no con insultos. Por supuesto, ustedes son libres de opinar si estoy en lo cierto o si estoy escribiendo huevadas.             

miércoles, 25 de enero de 2012

espíritus de nuestro tiempo

De todos los documentales contemporáneos, considero que tenemos un puñado que son de visión obligatoria para todo público: The Corporation de Mark Achbar y Jennifer Abbot, An Inconvenient Truth de David Guggenheim, Home de Yann Arthur-Bertrand y la trilogía de Zeitgeist de Peter Joseph.

‘Zeitgeist’ significa en alemán ‘espíritu del tiempo’. La expresión se acuñó en el siglo XVIII cuando Hegel y otros filósofos hacían referencia al papel de los individuos en los cambios sociales y culturales de su época. El estadounidense Peter Joseph se apropia del término para titular sus tres documentales: Zeitgeist the Movie (2007), Zeitgeist Addendum (2008) y Zeitgeist Moving Forward (2011), que han generado controversia en todo el orbe. Se calcula que los filmes —difundidos gratuitamente por internet— han sido vistos por 124 millones de personas, cifra poco usual para tratarse de un documental.

Las vacaciones de enero me han sido propicias para ver en una tarde las seis horas y media que duran los tres filmes en conjunto, siendo de mi entero agrado. El ‘Proyecto Zeitgeist’ es provocador, controversial y convincente en algunos pasajes. Personalmente concuerdo —o mejor dicho, suscribo— varias de sus denuncias y aseveraciones sobre los mecanismos de dominación social, como el cristianismo (aunque sí creo que existió un Jesús de carne y hueso, un esenio revoltoso que murió crucificado y sus discípulos hicieron de su recuerdo una doctrina), ya que las religiones son asociaciones lucrativas que no pagan impuestos y se ponen al servicio de los regímenes que las acogen.

Creo también que Estados Unidos es un imperio gobernado por una ‘Corporatocracia’, es decir, el gobierno a manos de diversas corporaciones que en contubernio con la CIA, elucubraron intervenciones bélicas y golpes de estado en muchos países movidos por intereses económicos. Es así que el propio gobierno norteamericano maquinó los atentados contra el World Trade Center (revelándonos la destrucción de un WTC # 7, un edificio más pequeño del cual desconocía su existencia) y el Pentágono con la finalidad de invadir Afganistán (controlando la producción de opio) e Iraq (por el petróleo).

Concuerdo con que el capitalismo —conocido ahora como ‘neoliberalismo’ o ‘globalización’— no produce bienestar social, más bien hace más grande la brecha entre ricos y pobres. Dinastías bancarias como la de Rockefeller, J.P. Morgan, Rothchild, etc., mantienen al estado americano permanentemente endeudado a través de la emisión de dinero de la Reserva Federal —¡entidad privada!— que imprime billetes sin que tengan un respaldo en oro u otra materia tangible (es decir, crean dinero de la nada). Entidades como el FMI o el Banco Mundial corrompen y esclavizan a las naciones menos favorecidas al imponerles intereses imposibles de pagar, obligándolas luego a privatizar y poner sus recursos al servicio de las transnacionales.  

Además, que la Política no sirve para nada. Los candidatos son financiados por distintas corporaciones para que velen por sus intereses antes que por los de los sufragantes. Año a año, la inversión en Salud y Educación se recorta, mientras que aumentan los presupuestos para adquirir armas y sistemas de represión masiva.

El sistema actual, basado en el petróleo, boicotea y obstaculiza el desarrollo tecnológico de otras formas de transporte o producción de energía más baratas, efectivas y perjudiciales al medio ambiente. Aparte, el sistema alienta las crisis, desastres, hambrunas, destrucciones, etc., porque la calamidad representa para los poderosos la oportunidad de acumular más capital (recuerde a Kuczynski cuando manifestaba sonriente que el tsunami en Japón representaba una oportunidad para el Perú).   

Los documentales Zeitgeist se diferencian de otros similares porque ofrecen soluciones de cambio por un mundo mejor a través de lo que ellos denominan ‘una economía basada en recursos’ que propone, entre otras cosas, la abolición del sistema monetario, de la clase política, de las clases sociales y propone el aprovechamiento de los recursos térmicos, solares, eólicos, marítimos para generar energía y transporte, la creación de sociedades autosuficientes, etc.

Particularmente soy escéptico de participar en logias y movimientos. No tengo complejo de líder pero tampoco de ganado. Sin embargo, sean los argumentos de Zeitgeist utópicos o no, sea improbable la edificación de un mundo nuevo en donde la abundancia sea tal que beneficie a todos los seres humanos; lo que me resulta innegable es que el actual sistema económico depredador, destructivo y cruel que nos gobierna es incivilizado e insostenible. Algo debemos hacer para dar paso a una nueva era en la que las mezquindades y ambiciones individuales se dejen de lado y se otorgue primacía a las necesidades de cada colectivo en su conjunto.  

Suena a falacia, pero estamos en el momento preciso de desarrollar una revolución de conciencia y pensamiento antes de que sea demasiado tarde y lleguemos a un punto de no retorno. Sea el ‘Movimiento Zeitgeist’ (que hoy agrupa a más de 500 mil personas en el globo) o de otras iniciativas similares, es el instante que como individuos hagamos algo por nosotros, por nuestros hijos y por la humanidad. Como espíritus de nuestro tiempo, si nos ponemos a construir una utopía, quien sabe, quizá podamos hacerla realidad.
 

lunes, 2 de mayo de 2011

obama kills osama

Murió Osama Bin Laden y todavía es muy temprano para vislumbrar si con su asesinato se pone fin a una Era del Terror que se inició con la destrucción del World Trade Center, convirtiéndolo en el enemigo público número uno en todo el orbe.

Las informaciones preliminares no arrojan mayores luces. Se sabe que un comando norteamericano arribó a Islamabad y tomó por asalto la mansión donde se guarecía el líder de Al-Qaeda. No se sabe si puso resistencia, si estaba indefenso o si tenía empuñado un fusil o un lanzagranadas. Tampoco ha trascendido cuantas balas le encajaron. El terrorista más buscado ha caído acribillado para beneplácito de un pueblo sediento de venganza, que cree haber puesto punto final a su peor pesadilla.

Todo en un fin de semana que pareció una regresión mediática hacia el Medioevo. Boda Real en Inglaterra el viernes, ejecución ‘pública’ —balas en vez de hoguera— el sábado y beatificación papal el domingo, lo que llevó a un desatinado Alan García decir que el ajusticiamiento de Obama fue “un milagro de Juan Pablo II”. Guarda que sea presagio de tiempos oscurantistas.   

Lo que me parece inexplicable es por qué el presidente Obama —espectador de lujo de la Operación, cómodamente sentado en la Casa Blanca, junto con una exultante Hillary Clinton y otros miembros de su régimen— no dio la orden para capturarlo vivo. Tenían la posibilidad de hacerlo y simplemente no quisieron. Las declaraciones oficiales de Obama dejan bien claro que él mismo dictaminó que se le diera muerte. El Nobel de la Paz hizo de un acto de justicia un acto de revancha. Una sentencia extrajudicial que me recuerda al abatimiento de Pablo Escobar y también al comando del MRTA que se rindieron y Fujimori cobardemente ordenó que se les pasara por las armas.                
 
El Departamento de Estado norteamericano argumentará que muerto el perro se acabó la rabia y no se corrían riesgos de comandos suicidas poniendo bombas o tomando rehenes para liberar a Bin Laden, es decir, muerto es más inofensivo que vivo. Pienso, sin embargo, que apresándolo los Servicios de Inteligencia habrían tenido mayores posibilidades de desarticular la red Al-Qaeda de la misma forma como se desarticuló a Sendero Luminoso con la captura de Abimael Guzmán.  

La eliminación de Osama despierta suspicacias. Deja la sensación de que no convenía que tuviese un proceso, una tribuna donde se pudiera explayar y señalar posibles cómplices, quizá a árabes potentados, magnates petroleros y quizá a varias personalidades americanas amparadas por el inefable Bush Jr. y que mantienen todavía el poder por las andas.

Por transparencia y para aclarar cuentas con la Historia, hubiera sido idóneo que Osama enfrentase un juicio al estilo Nuremberg. Darle la oportunidad de ‘cantar’ para que no queden agujeros, vacíos y especulaciones que se silencian con su ajusticiamiento. Un proceso que seguro lo hubiera sentenciado a muerte y ningún organismo pro Derechos Humanos lo hubiera criticado. Hablamos, por supuesto, de un proceso bien llevado y no de una pantomima como lo de Saddam Hussein que dejó la impresión de que había que deshacerse rápido de él porque resultaba incómodo.

Bin Laden es un asesino merecedor de su destino. Hitler también lo era, pero se dio el gusto de suicidarse y ordenar que sus restos fueran incinerados. Si hubiese tenido dignidad, el árabe de la barba amplia debió percatarse de que su suerte estaba echada y hacer lo mismo, antes que brindarle una victoria con su cadáver al enemigo. Suicidarse y no dejar huellas de su cuerpo hubiera hecho que crezca la leyenda —y el fantasma— del hombre que nunca pudo ser capturado por la mayor potencia económica y tecnológica del mundo.

Mientras tanto las tropas americanas seguirán ocupando sin mayores excusas Iraq y Afganistán. Seguirán bombardeando Libia sin ninguna justificación ya que la juventud árabe ha demostrado con la ‘Revolución de los Claveles’ que no necesitan de elementos foráneos para arreglar sus enfrentamientos internos.  

Con este homicidio, Obama subirá su popularidad en las encuestas con miras a su futura reelección en 2012. Sin embargo, si no ha actuado para apañar oscuras maniobras, queda claro que le falta visión y coraje para solucionar el problema de su país con el Islam.  

martes, 29 de marzo de 2011

revoluciones del siglo XXI

La caída de Ben Alí en Túnez en enero pasado son una prueba del poder ilimitado de la comunicación en redes sociales. La rebelión que en menos de un mes tiró por los suelos un régimen dictatorial, sólidamente asentado desde 1987, siguió el siguiente itinerario:

UNO Mohamed Buazizi, joven vendedor ambulante de la ciudad de Sidi Buzid, se suicida —se inmola— como respuesta a la humillación cotidiana a la que se veía sometido por la policía local. DOS El paro juvenil —que en Túnez rebasa el 40%— incita a los jóvenes a protestar por las calles de Sidi Buzid. Lahsin Naji es uno de los que grita: “¡Basta de miseria, basta de paro!” antes de electrocutarse colgado de un cable de alta tensión. TRES La policía reprime con brutalidad las manifestaciones espontáneas. Las imágenes quedan registradas por videocámaras y teléfonos celulares y se difunden por las redes sociales. El movimiento se amplifica en todo Túnez y repercute en otras naciones de la esfera árabe. CUATRO Un medio de comunicación no controlado por el Gobierno —Al Jazeera en este caso— informan y retransmiten las imágenes y mensajes colgados en YouTube y otras webs. CINCO Conforme se difunde la protesta, las redes móviles —SMS, Twitter, Facebook— se activan y se establece un sistema de comunicación y organización sin centro y sin líderes, que funciona con suma eficiencia, desbordando la censura y la represión. SEIS Se difunde en las redes un videoclip del rapero Ben Amor El General que alienta a la masa juvenil a salir a protestar. Muestra inequívoca de que el nuevo poder popular radica en la conexión e inmediatez entre la juventud y la cultura de Internet. En Túnez, como en otros países musulmanes, la mitad de la población tiene menos de veinticinco años. SIETE El Gobierno —recién despabilado— pone en marcha al ciberguerra y la censura en Internet, borrando la información en Facebook y bloqueando los blogs y web sites de varios activistas. Sin embargo, desencadenado el oleaje internauta, luego es imposible poderlo detener. OCHO Tras llegar a la cifra de setenta y dos muertos, los jefes de la milicia se niegan a obedecer la orden de disparar y el Ejército se interpone a la policía política del régimen. NUEVE La televisión satelital, que goza de la mitad de la audiencia frente a las televisoras controladas por el Estado, empieza a propalar reportajes especiales, en especial Al Jazeera, aunándose la BBC en árabe, France 24, Al Hiwar y otras. Todo el mundo árabe vuelca su atención hacia esta minúscula nación norafricana. La revuelta pasa a ser conocida como ‘La Revolución de los Jazmines’. DIEZ Al Jazeera crea un sistema interactivo con la información difundida por Internet por los propios ciudadanos, usándolos como fuente documental y también organizando grupos en Facebook, transmitiendo directamente a los celulares de forma gratuita. Emerge un nuevo sistema de comunicación de masas constituido por una mezcla interactiva y multimodal entre televisión, Internet, radio y plataformas de comunicación móvil. ONCE Ante la magnitud de la protesta, Ben Alí abandona el país y se refugia en Arabia Saudita. El gobierno queda en manos del Ejército.

La comunicación del futuro es utilizada en las revoluciones del presente, generándose de manera espontánea, sin estrategias definidas, con ausencia de líderes, por simple indignación popular. En el caso de Túnez, miles de jóvenes se movilizaron, dispuestos a arriesgar sus vidas, en contra de la profunda corrupción a cargo de la familia y los aliados de Ben Alí, quienes controlaban la mitad de las grandes empresas del país.

Lo de Túnez es una muestra de cómo se van a suscitar las rebeliones del mañana. Sus efectos colaterales se extendieron a Egipto, ocasionando la caída de Hosni Mubarak en febrero y ahora tambalean los regímenes autocráticos de Yemen, Libia, Siria, Argelia y Bahrein.

Gracias a las redes virtuales, la juventud árabe comienza a respirar el aroma de la libertad, como seguro lo harán también la muchachada de Irán, nación que cuenta con el tercer mayor número de bloggeros a nivel mundial. La Revolución de los Jazmines podría florecer cuando uno menos lo piense en Cuba, Corea del Norte y, por que no, en China.   

lunes, 26 de julio de 2010

ser cholo es...

Comer con la mano. Limpiarte las manos en la ropa tras haber tragado. Botar la basura en la calle. Orinar —y cagar— en la calle. Orinar dentro de una piscina. Orinar cuando te duchas. Llevar ollas con comida a la playa. Engullir cebiche, papa a la huancaína y tallarines rojos en un mismo plato. Sintonizar La Nueva Q “donde manda nuestra cumbia” y otras emisoras del mismo corte. Llamar a la radio para mandar saludos. Tener las canciones del Grupo 5 o los Hermanos Yaipén en tu computadora o celular. Escuchar esa música a todo volumen en tu centro de labores. Almorzar en restaurantes donde irradian música a decibeles insoportables, y después de almorzar salir a bailar. Poner Tiempo de Vals de Chayanne en vez El Danubio Azul de Strauss en quinceañeros y matrimonios. Pensar que Estados Unidos es el mejor país para vivir. Llamarte Maicol o Jhon —así con h después de la j—. Apellidarte Gonzales y no González. Preferir pollo a la brasa con papas fritas en vez de un buen cabrito con frejoles. Echarle mayonesa a la pizza. Cargar con los sachets de kétchup y mostaza entregados en los Fast Food. Diseñar gigantografías con exceso de texto y muchos colores. Ponerte a conversar en la vereda impidiendo el tránsito de los demás. Ponerte sandalias con medias para salir a la calle. Ponerte medias de vestir con zapatillas. Hacer cola cuando inauguran un nuevo supermercado. Pasar los domingos por la tarde en un mall. Ser hincha de programas como Al Fondo hay sitio, Recargados de Risa o el Reventón de los Sábados. Añorar programas como Trampolín a la Fama. Ser hincha de Laura Bozzo —y creer que nada es arreglado—. Dominguear en la Plaza de Armas. Endeudarte con cuotas impagables con las tarjetas Ripley o CMR. Votar por el candidato que te da un kilo de arroz o de azúcar. Comprar periódicos por la calata de la primera plana. Coleccionar esas calatas para correrte la paja. Vestir polos, casacas, pantalones o zapatillas con el logotipo grande. Tomar cervezas que se venden por menos de tres soles. Libar en grupo con un solo vaso. Arrojar la espuma al suelo, incluso cuando se toma dentro de una casa. Conservar en la billetera el pasaje de avión de veintiúnico viaje a Miami. Cargar con monedas de diez o veinte céntimos. Colocar una estampita de Sarita Colonia en el carro. Colgar un cd o esos perros que mueven la testa. Ponerle al timón un forro atigrado. Decir ‘haiga’. Decir ‘fuistes’, ‘dijistes’, ‘quisistes’ y demás quistes. Peor si mencionas ‘nadies’ o ‘endenantes’. Aficionarse a libros tipo ¿Quién se ha llevado mi queso? y otros de superación personal. Comprarlos en edición fotostática. Coleccionar películas dvd piratas y lucirlas en tu sala. Decir “dividí” o “cidí” en vez de “devedé” o “cedé”... Ser cholo es pues más que una mezcla de razas, es un comportamiento, una idiosincrasia, una mala costumbre según nuestro insight colectivo. Todos de alguna u otra manera cometemos en nuestro proceder alguna cholada o peruanada, pero intentamos pasar piola. Cholear es la manera como los peruanos asolapamos al cholo que llevamos dentro.