Bien se
sabe que Benedicto XVI no es el primer papa en dejar su cargo. Antes que él,
otros seis se marcharon supuestamente por propia voluntad. La renuncia de
Ratzinger, aduciendo su edad avanzada y la mitigación de sus fuerzas, no resulta
novedosa pero sí sorpresiva porque algo así no acontecía en varias centurias.
Conozcamos las razones que motivaron la renuncia de los otros seis religiosos
al cetro papal.
CLEMENTE I Electo cuarto papa, en tiempos
que la Iglesia era una institución clandestina. Se sabe que fue un judío romano
que al arribo de San Pedro a la capital del Imperio, se convirtió en uno de sus
discípulos más cercanos. Asumió en el año 88, en momentos que el emperador
Domiciano ordenó una nueva persecución contra los cristianos. Se le
atribuyen varias epístolas, siendo la dirigida a los Corintios —criticando sus
celos y disputas en la elección de autoridades— el primer documento cristiano
no incluido en el Nuevo Testamento, constituyendo también en una prueba de la
supremacía de la autoridad de Roma sobre las demás comunidades. Según las
tradiciones, fue el introductor de la palabra amén al fin de las plegarias
y quien inició la jerarquización del clero, delimitando las funciones y
responsabilidades de diáconos, sacerdotes y obispos. El hecho de bautizar
a Teodora y a su esposo Sisinio —alto funcionario del emperador Nerva— y a
otros 423 cortesanos, alarmó a Trajano, sucesor de Nerva, quien temía
una conspiración al tener a tantos cristianos a su alrededor. En el año 97, Clemente
fue desterrado al Ponto, lo que lo obligó a renunciar a su pontificado para no
dejar a la Iglesia sin líder espiritual, delegando esa función a Evaristo.
Condenado de por vida a trabajos forzados, Clemente se dio maña para convertir
a un par de miles de exiliados, por lo que Trajano ordenó su ejecución. Según
unos, le ataron una piedra de molino al cuello, según otros una ancla de hierro
y lo arrojaron al Mar Negro. En 868, Cirilo —futuro apóstol de los rusos
ortodoxos—paseaba por la costa de Crimea cuando las aguas retrocedieron
milagrosamente mar adentro dejando a la vista un extraño montículo. Al
excavarlo, Cirilo desenterró huesos humanos y una ancla oxidada, lo que le
llevó a suponer que se trataban de los restos de Clemente. Llevados a Roma
y reconocidos como reliquias auténticas, se depositaron bajo el altar
mayor de la basílica de San Clemente.
PONCIANO Romano, hijo de
Calpurnio, electo 18° papa. Se ignora la fecha de su nacimiento y la de su
muerte. Asumió el pontificado en el año 230 cuando el seno de la
Iglesia se sacudía por un cisma a raíz que Hipólito —el más brillante
teólogo de su tiempo— se enfrentó con los papas antecesores, Ceferino y Calixto
I, convirtiéndose en el primer antipapa de la historia. Sus gestiones y
las de un concilio convocado para tal fin, reconciliaron ambas posturas.
Ponciano introdujo novedades litúrgicas como el canto de los Salmos, el
Confiteor antes de morir y el Dóminus Vobiscum. En el 235 Maximino el Tracio es
coronado emperador por sus legiones, encarcelando a los líderes cristianos que
habían apoyado a su antecesor. Ponciano e Hipólito fueron exiliados a
Cerdeña para trabajar en los yacimientos de azufre, por lo cual el papa declinó
a su cargo para favorecer la designación de Antero. Muerto Maximino, el cadáver
de Ponciano fue rescatado y sepultado en una catacumba en los suburbios de
Roma. En 1909, gracias a una inscripción, su lápida fue localizada.
SILVERIO Gobernó la Iglesia poco más de
un año a causa de las intrigas políticas. Nació en Frosinone, ciudad cercana a
Roma, siendo hijo unigénito de Hormisdas, un rico terrateniente que ingresó en
el clero y no escatimando dádivas, escaló rápidamente posiciones hasta ser
ungido papa entre 514 al 523. En 536, Silverio era un modesto subdiácono en
Roma cuando el papa Agapito falleció encontrándose en Constantinopla,
tramitando la paz entre Bizancio y los ostrogodos. Teodora, la ambiciosa esposa
del emperador Justiniano, maniobró para que uno de sus partidarios fuera
designado como sucesor, pero Teodato, el rey ostrogodo, se le anticipó e hizo
papa a Silverio, quien se negó rotundamente a cualquier connivencia con los
romanos de Oriente. Los bizantinos, comandados por Belisario, se apropió de
Roma y entabló relaciones cordiales con el papa. Teodora, que no cejaba en su
empeño de nombrar papa a su favorito, urdió que apareciera una supuesta carta
de Silverio donde comunicaba a Vitiges, rey sucesor de Teodato, que abriría la
puerta de una de las murallas para que atacaran de sorpresa a la adormecida
guarnición bizantina. La falsificación surtió su efecto. Acusado de traición,
Silverio fue arrestado y remitido encadenado a Patara (en la actual Turquía).
Justiniano, probablemente ajeno a lo tramado por su mujer, lo devolvió a Italia
para que lo sometieran a un juicio que determinase su inocencia o culpabilidad.
Al desembarcar la comitiva en Nápoles, las huestes al servicio de Teodora
secuestraron a Silverio y lo recluyeron en la isla de Palmarola. Tras ser
sometido a diversas torturas, Silverio accedió a firmar su dimisión “voluntaria
y por el bien de la Iglesia”. Falleció en cautiverio el 11 de noviembre de 537.
BENEDICTO IX Miembro precoz de la poderosa
familia romana de los Tusculo —dinastía que dio seis papas a la cristiandad—,
cuenta con los censurables records de ser el papa más joven de la historia, al
ser ungido apenas con catorce años —otros autores sostienen que sólo tenía
doce— y de haber asumido el cargo hasta en tres oportunidades. En 1032 heredó
el papado de su tío, gracias a los sobornos de su padre, el conde Alberico III.
Su primer papado se prolongó gracias al apoyo incondicional de Conrado II,
emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, tras excomulgar sin ningún
fundamento a su enemigo, el arzobispo de Milán. Tras doce años de corrupción,
venta de obispados y otros títulos eclesiásticos al mejor postor y orgías con
prostitutas y sodomitas, Conrado II fallece y los Crescenzo, familia rival de
los Tusculo, impulsaron una rebelión popular que expulsó a Benedicto IX y
colocó a un Crescenzo como papa: Silvestre III. Benedicto IX no se conformó.
Recabó tropas de la nobleza italiana y formó el primer ejército pontificio
comandado por el propio papa. Reasumió el cargo el 20 de abril de 1045, tras
ingresar triunfante a Roma y desterrar a Slivestre III, pero a los 20 días, el
1 de mayo, abdicó formalmente, bajo el pretexto de contraer matrimonio, aunque
en realidad percibió la suma de 1500 libras de oro para que Gregorio VI lo
sucediera. En 1047, hallándose Gregorio VI delicado de salud, las familias
Tusculo y Crescenzo se enfrascaron en una despiadada guerra civil de la que
transitoriamente salió vencedora la primera familia, por lo que Benedicto IX
fue reelecto papa en noviembre de 1047. Ocho meses después, en julio de 1048,
abdicaba por segunda vez, declarándose “arrepentido de sus pecados”, aunque la
situación a causa de sus opositores era insostenible. Se recluyó hasta su
muerte en 1055 en la abadía de Grottaferrata.
CELESTINO V Pietro Angelari di Murrone era el
undécimo hijo de unos campesinos napolitanos y dicen que desde niño profetizaba
que sería sacralizado. Ordenado sacerdote, dedicose a una solitaria vida de
anacoreta, albergándose en cavernas de los montes Abruzzos donde se dedicaba a
la oración, la meditación y la copia de los libros sagrados. Lentamente su fama
se extendió a la par que se hacía de dominio público que tenía visiones y
captaba mensajes provenientes del cielo. La gente acudió a venerarle y algunos
discípulos se agruparon en su derredor, sentando la base de la congregación
celestina. En 1292 fallece Nicolás IV y el cónclave cardenalicio —entonces
conformado por diez italianos y dos franceses— se reunió infructuosamente
durante dos años y tres meses sin consensuar quien sería el sumo pontífice. Ni
los Colonna ni los Orsini, las familias que se disputaban el gobierno de Roma,
lograban imponer a sus respectivos candidatos. Como la Iglesia no soportaba más
sin una testa, se resolvió buscar a un santo varón como di Murrone, quien
montado en un asno, se dirigió hacia su nuevo destino, tomando el nombre de
Ceslestino V en julio de 1294. Sin embargo, carente de experiencia
administrativa, su gobierno se convirtió en un desastre en el que todos los
funcionarios quisieron hacer las cosas por cuenta propia, sin requerir el
consentimiento papal. El cardenal Benedetto Caetani, favorito de los Colonna
para suceder a Nicolás IV, comenzó a conspirar y publicó un sesudo documento
sosteniendo “la legalidad de la renuncia de un papa cuando el sentido común y
la estabilidad de la Iglesia así lo demandasen”. Convencido por sí mismo o por
inducción de Caetani —según la leyenda, este cardenal mandó perforar las
paredes del dormitorio papal y cuando el pontífice dormitaba hacía pronunciar a
través de los orificios: “Celestino, debes renunciar. Yo, tu Dios, te lo
ruega...”—, a los cinco meses de su ascensión, Celestino V presentó su renuncia
irrevocable. Nueve días después, el cónclave proclamó a Caetani como Bonifacio
VIII y una de sus primera medidas fue apresar a di Murrone en una cárcel en las
montañas. El papa renunciante escapó, pero fue de nuevo apresado cuando
intentaba embarcarse hacia Grecia. Confinado en la fortaleza de Anagni, expiró
en 1297, posiblemente envenenado por orden de Caetani.
GREGORIO XII Angelo Correr, miembro de una
linajuda familia veneciana, ocupó diversos cargos de relevancia política y
diplomática: Obispo de Castello, patriarca de Constantinopla, secretario del
papa Inocencio VII, nuncio papal y cardenal de la basílica de San Marcos
(Venecia). Fue elegido papa en 1406 con el expreso objetivo de poner fin al
cisma de Occidente que hacía que cogobernaran dos papas, uno en Roma y el otro
en Avignon. En 1409, en vista que no se encontraba solución al meollo, en un
concilio celebrado en Pisa, en ausencia de ambos papas, se decidió deponer a
ambos y designar a un tercero, Alejandro V. Así hubo tres papas en simultáneo,
cada uno denunciando como ilegítimos a los otros dos. El Vaticano siempre
defendió a Gregorio XII considerando a los demás como antipapas. La muerte de
Alejandro en 1410 no resolvió el conflicto, pues de inmediato eligieron a Juan
XXIII en su reemplazo. Pasarían cuatro años para que promovido por el emperador
de Alemania, se convocase al concilio de Constanza donde Juan XXIII fue hecho
prisionero y obligado a abdicar, Benedicto XIII se opuso desde el principio al
concilio y pro eso fue destituido, Gregorio XII en cambio, reconoció la
autoridad del concilio y renunció en 1415 para permitir la elección de un papa único
y no cuestionado. La designación como papa de Martin V en 1417 puso punto final
al cisma de Occidente, algo que Gregorio XII no llegaría a ver al fallecer un
mes antes.
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