El pasado 27 de octubre cumplí una de mis metas. Ver a un beatle en vivo. Algo que ya había desistido de alcanzar. No conseguí entradas cuando se pusieron en preventa en mayo. Era viernes 25 y sólo pensaba con cumplir con mi apretada jornada laboral. El mensaje por WhatsApp de Pepo Rodríguez informándome que todavía quedaban entradas a la venta en Teleticket hizo que mandara todas mis obligaciones al carajo y fuera al encuentro del mejor amigo de mi ídolo máximo. Asegurada mi entrada y la de mi esposa y la de mi primogénito porque nada mejor que una locura en familia, nos embarcamos el sábado y arribamos a Lima el domingo por la mañana. con el cuerpo molido por la incomodidad y porque el pasajero de adelante roncaba en mis orejas. No importa. Ya en otro plano existencial habrá oportunidad de descansar.
Mi familia y yo nos alojamos en el departamento de mi hermana, cerca de Larco Mar, donde fuimos a almorzar. Todos tenían hambre. Mi hermana comete la imprudencia de comentar que el hotel donde se aloja McCartney, el Miraflores Park Hotel, dista a sólo cuatro cuadras y como yo tenía hambre de Paul donde se congregaba una centena de fanáticos de todas las edades con pancartas con el consabido 'I Love You Paul' de la época dorada de la beatlemania. Aguardamos un buen rato a que el bajista zurdo se asomara. Hubiera esperado como tantos a que abordara el vehículo que lo trasladaría al concierto, pero las miradas hambrientas de mi familia me hicieron desistir. Ya no habría más que postergar el encuentro por unas horas más.
Tras almorzar, salimos rumbo al Estadio Nacional a golpe de seis de la tarde. Tomamos el Metropolitano y viajamos apretados como sardina. Mi familia me miraba mal. Por ser domingo hubiéramos tomado taxi y llegado en un tiempo similar. Nuestras entradas eran en Occidente Baja y tuvimos que caminar hasta la Avenida Petit Thouars. Había vendedores de polos, afiches y banderines por todas partes. Me arrepiento no haberme detenido un momento de no adquirir un polo con la carátula del Revolver estampado. Nos topamos con un guitarrista callejero tocando And I Love Her a cambio de monedas y una pareja de bailarines, ataviados como jóvenes de otro tiempo, bailando I Saw Her Standing There, dos temas que Paul esa noche no iba a tocar.
Ingresamos al Estadio a golpe de siete cuando bien habríamos hecho en entrar a las ocho y quedarnos afuera, en las inmediaciones donde se disfrutaba de un ambiente más de concierto. Pasadas las ocho, tuvieron los organizadores el tino de poner las principales canciones de The Beatles, siendo Help! la que más encendió al público en una espera que se hacía interminable. Lejos de hacer gala de la puntualidad de los británicos, a golpe de nueve y cuarto las dos pantallas laterales mostraron un larguísimo video que en forma de cascada mostraba la lejana infancia de Paul en Liverpool, sus etapas en The Beatles y las posteriores cinco décadas como solista. Muy bonito y con muchos simbolismos, pero pienso que muy extenso y poco apropiado para que una audiencia ansiosa lo pudiera disfrutar. El video se detiene y se escuchan los acordes finales de A Day in the Life. Aparece la imagen de su emblemático bajo Höfner y se escucha una versión de: ...And in the end, the love you take is equal to the love you make... la frase de la última canción con la culminaría su presentación.
Las luces se encienden y el beatle hace su ingreso. Saluda con el puño alzado y luego todo se apaga. En esa penumbra puede escucharse nítidamente al baterista Abe Laboriel tocar las baquetas para que principie el concierto con A Hard Day's Night, tema que irremediablemente nos transporta a seis décadas atrás, a la película y a los dibujos animados producidos por Al Brodax. Siguió Junior's Farm donde siguiendo las indicaciones de Radio Oxígeno, auspiciadora del evento, los celulares de las tribunas Occidente y Oriente utilizaron un filtro para emitir una luz roja que, combinada a la luz blanca de la tribuna Norte formó la bandera del Perú, pero de ese gesto McCartney ni se inmutó.
"Buenas noches, causas", saludó. El primero de los peruanismos que memorizó previó al concierto. En Letting Go, llamó la atención ver a los instrumentistas de vientos tocando desde las tribunas en vez del escenario. Al finalizar, manifestó en castellano: "estoy muy feliz de estar acá de nuevo", aludiendo a los anteriores tocadas en Lima del 2011 y 2014. "Voy a tratar de hablar un poquito de español", dijo antes de volver a The Beatles con Drive my Car y Got to Get You Into my Life, canción que Alfi reconoció por la película de los Minions.
Come On to Me es de esas canciones que pareces haber escuchado de toda la vida, pero no es del 2018 y bien merecería una mayor difusión en radios como Oxígeno que han estancado la música en el tiempo. Después de esa canción, el viejito de ochenta y dos años se despojó del saco y me preocupé porque le fuera a caer mal el frío limeño de octubre, todavía no caía en cuenta que estaba mucho más vigoroso que yo a mis cincuenta y dos. Dejó el Höfner y tomó por primera vez la guitarra para tocar la canción que más me gusta de su etapa solista: Let Me Roll It, título con un tremendo riff y cambios de ritmo permanentes en su estructura que me gustaría en otro universo que formase parte del repertorio de The Beatles, en el Abbey Road en vez de Maxwell's Silver Hammer. "I can't tell you how I feel, my heart is like a wheel..." Al final y con la misma energía eléctrica, empalmó con su tributo a Jimi Hendrix haciendo el punteo de Foxy Lady.
Getting Better es uno de los títulos que menos me atrae del Sgt. Peppers. Son pocos, en general, los surcos de este disco que me agradan y me parece desproporcionado que lo califiquen como el mejor que produjeron los 'fab four'. Efecto de un reloj y continúa la marcial Let'em In y posteriormente My Valentine que la compuso a Nancy Shevell, su tercera esposa, anunciando que ella se encontraba presente entre nosotros en ese concierto. Una balada empalagosa, muy a lo McCartney, necesitaba del tremendo riff de piano de Ninteen Hundred and Eighty Five para volver a encender a la audiencia y proseguir, exigiéndole a su octogenaria garganta, su destacable Maybe I'm Amazed, su primera gran canción como solista.
I've Just Seen a Face es uno de los temas más hermosos y menos conocidos de The Beatles. A ritmo de guitarras country, en la pantalla se proyectaron una especie de grafitis con los nombres de varias bandas como The Who, The Kinks, Manfred Mann, Herman Hermits, Chuck Berry o Thin Lizzy. No llama la atención las que están, si no las que debieron estar. De ahí McCartney nos pidió que nos remontáramos hace mucho tiempo, hacia el norte de Inglaterra, en el puerto de Liverpool, donde cuatro muchachos grabaron en un disco la primera canción de The Beatles: In Spite of All the Danger, un temazo que nunca comprendí por qué en los años venideros no volvieron a grabar. Supongo porque sonaba a muy 1950 y ya eran otros ritmos los que mandaban en la otra década. De allí mencionó la canción que George Martin seleccionó para ser el primer single de la banda: Love Me Do y cuando el efecto de la nostalgia volvía a su apogeo, nos regresó a la actualidad con Dance Tonight, un título de 2007.
Sin el acompañamiento de su grupo y con un fondo estrellado en las pantallas, Paul tocó con la guitarra acústica el pájaro negro del álbum blanco: Blackbird singing in the dead of night. Y solo con ese mismo instrumento cantó Here Today, compuesto en 1982 "para mi pataza John", donde expresa cuánto ama y extraña al amigo que hacía poco más de un año un tal Chapman había acribillado a balazos. Justo por estos días he visionado en YouTube un corto animado en stop-motion, made in Perú, homónima de esa tonada y que a pesar de sus falencias (como que los muñecos no muevan la boca), vale la pena rescatar porque se nota que está producida con bastante sentimiento.
Sentado en un clavicordio de diseño psicodélico, siguió con Now and Then, tal como se lanzó oficialmente en 2023 (hace un año desde que escribo estas líneas). De allí tocó New de 2013 y volvió a The Beatles de 1967 con Lady Madonna, una canción que para mí se echa a perder por su tono caricaturesco. De allí volamos con Jet a 1973, el tercero de los cuatro títulos que tocó esa noche y que provienen del Band on the Run, su mejor trabajo como solista.
Del amplísimo repertorio de Lennon, Paul eligió cantar Being for the Benefit of Mr. Kite, seguro porque representa muy bien la atmósfera circense del Sgt. Peppers, el considerado primer disco conceptual de la historia y el disco favorito de McCartney de The Beatles (de Lennon era el Álbum Blanco, de Starkey el Abbey Road y de Harrison el Rubber Soul). De allí tomó un ukelele y nos obsequió una versión de Something, "de mi hermano George", que comienza muy ligera e inocua, pero a medida que se torna fiel a la original, aunado a las imágenes de confraternidad de los mejores tiempos de los 'fab four', no pude evitar que las lágrimas corrieran libres al ritmo de: You're asking me, will me love grow? I don't know, I don't know... Sabía que me iba a quebrar en algún momento. Creí que en Golden Slumbers, pero la emoción me traicionó antes.
Ob-la-di Ob-la-da, "una de las canciones para abuelitas" según John, me dio los bríos para reponerme y prepararme para algo más de mi gusto como Band on the Run ("vendo turrón" y en octubre). Siguió Get Back y volvió a apaciguar el ambiente al sentarse al piano y tocar Let it Be, mi tema favorito de Paul con The Beatles. El momento más espectacular llegó con Live and Let Die, por los fuegos artificiales, lanza llamas en el escenario, juego de luces y las imágenes en la pantalla del centro de Londres en pedazos. El estruendo de la última explosión nos preocupó porque vimos al viejito taparse los oídos, una pequeña broma que sirvió como preludio a Hey Jude, una buena canción que para mi gusto ha sido muy sobre expuesta por los gustos de la masa, algo así como I Want to Break Free de Queen. Como era de esperarse, el público la 'nanaraneó' a su regalado gusto, sobre todo cuando el compositor que le dio lástima el hijo de Lennon hizo cantar a los chicos y luego a las chicas, "a las mamacitas", trazando curvilíneas con sus manos. Fue el momento del concierto que Claudia y Alfi disfrutaron más.
Cuando McCartney dijo "ya me quito, chaufa", el concierto ingresó en su momento culminante. Reapareció con la bandera del Perú, Paul Wickens con la Union Jack y Brian Ray con una bandera multicolor que en otras naciones podría tomarse como un apoyo a la comunidad LGTB+, pero aquí falsamente se la asocia con el Tawantinsuyo. En I've Got a Feeling interactuó con Lennon desde la pantalla. Uno con su juventud desde el concierto de la azotea en 1969, el otro con la inevitable decrepitud de 2024. Igual, como dijo Paul, "fue bueno tener a John con nosotros otra vez". Con la nostalgia enervada al máximo, le llegó el turno a la tercera cara del Álbum Blanco con Birthday, contando con la versión reprise de Sgt. Peppers Lonely Heart's Club Band y cerrando el bloque con Helter Skelter, con la suficiente crudeza y fortaleza que un viejo rocanrolero de ocho décadas se lo puede permitir.
El último efecto emotivo de la noche la protagonizó una pareja ignota que en el escenario se comprometieron en matrimonio y Paul bendijo el enlace (si un beatle hace lo mismo conmigo no me separo por nada). El cierre vino con Golden Slumbers/Carry That Weight/The End que lo he visto tantas veces en otros conciertos de Paul que no tuvo el efecto emotivo que hubiera esperado, salvo las imágenes acuáticas y surrealistas de la pantalla que quiero pensar es un guiño al Octopus's Garden del otro 'fab' vivo y no mencionado en toda la velada.
McCa se despidió tomando la mano de los otros cuatro integrantes de la banda, atreviéndose a dar un brinco en el escenario y decir: "gracias a cada uno de los que estuvieron aquí en Lima Perú" en inglés y "Hasta la próxima" en español, reiterando el mismo mensaje: "see the next time". Nos quedamos con la última imagen dándole un ósculo a todos los asistentes desde la pantalla. Hasta siempre, Paul.