¿Dónde está la riqueza? (Ed. Planeta, 2010) de Nano
Guerra-García no es un libro que incentive el espíritu emprendedor del común de
los peruanos, es más bien una clara denuncia contra los sistemas estatales,
corruptos y burocráticos que atentan contra el emprendimiento y la libre
empresa. El texto, vale reconocerlo, está redactado de manera ágil y amena, de
manera comprensible, sus doscientas páginas pueden leerse de un tirón (lo tuve
que leer por necesidad entre las diez de la noche y dos de la mañana para
redactar este informe para el curso Recursos
Financieros de la maestría que vengo estudiando) y me encuentro con la
agradable sorpresa de que Aquiles Cabrera, mi alumno, colaboró en la corrección
de la obra, que salvo algunas observaciones en cuanto estilo, presenta
poquísimos errores sintácticos.
Si el
lector busca tips o lecciones de
marketing para desarrollar su propia empresa, encontrará un pequeño acápite en
cada uno de sus seis capítulos. En el primero recomienda a quienes compiten en un mismo
nicho de mercado a buscar un elemento diferenciador, o extenderte a ofrecer un
bien o servicio distinto pero acorde a los gustos del consumidor. En el segundo,
insiste en lo mismo, en una zona —o cluster— de productos similares, se debe buscar un nicho de especialización.
Añade que es importante crear y lanzar tu propia marca ya que otorga identidad
y te permite competir con marcas grandes, otorgando una imagen de calidad. En
el tercero,
a elaborar tus productos en una zona cercana a tu establecimiento comercial, lo
que permite tener mercadería a la mano, ahorrar transporte, vigilar la
producción y la comercialización. Agrega que puedes convertirte en proveedor de
una zona industrial si atinas a proveerles de la materia que necesitan. En el cuarto,
adelantarse a los cambios, no esperar a que llegue la competencia con nuevos
formatos y te expulsen del mercado. Agrega nuevos bienes, nuevos servicios y
responde a las necesidades del cliente. En el quinto, encontrar las necesidades
específicas de la gente de tu zona y especializarse en resolver esas
necesidades al crear productos adaptados para ellos. Eso es algo que las
grandes marcas no pueden hacer y elaboran productos generales. En el sexto,
encuentra los productos de tu región y ofrécelos al mundo, desarrolla subproductos
y ofrece una ‘aparente’ diversificación... En pocas palabras, nada nuevo para
quienes han leído libros de Posicionamiento
o de Marketing Guerrillero de autores
como Al Ries o Jack Trout.
Sin
embargo, a pesar de los ejemplares testimonios de emprendimiento como el del
cebichero que se puso a elaborar cerveza artesanal, la que patentó su propia
marca de tinta para impresoras, aquel que creó su propia marca de chifles o su
propia marca de confecciones en Gamarra, el texto destila una amargura desenfrenada
contra el sistema gubernamental, contra las entidades ediles y los recaudadores
de impuestos a los que denomina los ‘enemigos del carajo’ (entendiéndose como ‘carajo’
a la forma muy peruana de salir adelante y progresar, enfrentándose con un “¡vamos,
carajo!” a todos los desafíos y adversidades). A manera de bitácora personal,
casi como si se tratase de un documental de Michael Moore o Douglas Sputlock,
Nano nos cuenta sus tribulaciones y bregas infructuosas contra el municipio de
San Isidro para que le otorguen licencia de funcionamiento a su propia empresa,
trabas burocráticas que sufren también otros emprendedores a manos de Indecopi,
Sunat, Defensa Civil, Digesa, Satt, etc., cuyas normas y directrices complotan
contra las personas que representan nada menos que el 40% del aparato
productivo del país. Por ello, el autor propone una acción política para
arrebatarle el poder a los improductivos, a aquellos incapaces de producir
riqueza, a quienes hacen negocio pero sólo desde la política, a los ‘parásitos’
que a través de la ‘ley’ buscan exprimir o arrebatar las ganancias de quienes
se han esforzado por salir adelante.
Nano,
sin embargo, no comparte las medidas extremas del Movimiento Emprendedor
Revolucionario (MER) que a la fecha había atentado contra sedes institucionales
de la Sunat y de Indecopi, reivindicando la figura de Robin Hood, aquel que
robaba a los recaudadores y distribuía el botín entre los pobres. Propone,
acaso ingenuamente, medidas de protesta pacífica como ‘El minuto emprendedor’
(un pasacalle colorido que toma las calles de improviso y dan a conocer su
malestar a la opinión pública) bajo el argumento de que si los emprendedores se
convierten en ‘reaccionarios’, se transforman en lo que realmente el ‘enemigo’
desea. Volvamos a nuestra esencia, a la
creatividad, a decir por dónde debe ir nuestro país.
Citado casi con manía bíblica el manuscrito La revolución de las hormigas de un oscuro y siempre omnipresente
Simón Oicsamoro (por lo que el libro podría llevar ¿En dónde está Simón? como subtítulo), las tesis propuestas para
crear un gobierno gerencial y hacer del Perú un país de propietarios, no dejan
de ser relevantes y valederas. La
historia la hacen los emprendedores que salen todos los días a progresar, los emprendedores
que miran el mundo como acción y no con indiferencia. La historia la harás tú
si decides unirte y no esperar a que la tierra se pudra. Nano, al fin y al
cabo, nos hace una abierta invitación a la rebelión, a no conformarnos con que
las cosas se queden como están. ¿Podremos salir los peruanos de ese marasmo?
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