Estoy
a favor de la tercera reelección de Hugo Chávez Frías porque representa lo que
fuera Fidel Castro en sus buenos momentos, la voz disidente y valiente contra
los abusos y dictámenes de los Estados Unidos. Estoy en contra porque
desapruebo a los líderes con complejos mesiánicos, capaces de todo con tal de
atornillarse en el poder, sean de derecha, izquierda, teocráticos o autócratas.
Si llega hasta el 2019 sumará veintiún años como mandatario, siempre y cuando
el cáncer que padece no lo derribe antes.
Estoy
a favor porque, quiéranlo o no, es un mal necesario, es un personaje pintoresco
cuyas acciones e interjecciones hacen que la política internacional sea menos
previsible y soporífera. Porque tuvo los cojones para calificar de ‘donkey’ y
‘mister danger’ a George W. Bush tras tantas burradas, de y ‘ladrón de cuatro esquinas y corrupto de siete suelas’ a un ex presidente lorcho (el ‘Carlos Andrés Pérez del Perú’), de exasperar a
Rodríguez Zapatero y al propio rey Juan Carlos que no tuvo más remedio que
exclamar: “¡Por qué no te callas!” Estoy en contra porque no le renovó la
licencia al canal 2 Radio Caracas Televisión en 2007, zurrándose en la
trayectoria de 54 años en el aire, sólo por mostrarse crítico de su régimen.
Estoy
a favor porque según sus propias declaraciones representa al ‘socialismo del
siglo XXI’, es decir el resurgimiento —y revisionismo— de una ideología moribunda
por la cual, confieso, siento innegables simpatías, enfrentándose a la
hegemonía neoliberal que predomina en la mayoría de países del hemisferio.
Estoy en contra porque es una persona intolerante, incapaz de aceptar críticas.
A todo aquel que levanta su voz de protesta, él mismo se encarga en persona de
atacarlo y minimizarlo con interjecciones y vituperios, ganándose justamente
esa imagen de gorila irascible.
Estoy
a favor porque desarrolló una Ley de Reforma Agraria que finiquitó el
latifundismo en el país llanero. Estoy en contra porque sus expropiaciones se
extienden también a individuos comunes y corrientes, propietarios de dos o más
terrenos o inmuebles, sin pensar que quizá la renta de las mismas representaba
su única entrada.
Estoy
a favor por los diversos programas sociales que repercuten directamente en la
población más necesitada —tildadas de medidas populistas por sus detractores—.
En contra de que siendo milico haya permitido que la criminalidad y la
violencia hayan ganado tanto terreno, haciendo de Venezuela un país que corre
bastante bala por las calles.
Estoy
a favor porque a pesar de que la prensa internacional no lo quiere reconocer,
todas sus acciones las ha realizado en democracia, con el respaldo de las
grandes mayorías (superando el 75% en los procesos electorales anteriores). No
estoy precisamente en contra pero, después de catorce años en el poder, ganar
por un 54% frente a un 44% de su principal oponente, significa que Venezuela
está polarizada —siete millones respaldaron el modelo chavista, seis millones
votaron en contra— lo que garantiza mayor protagonismo de la oposición en la
toma de decisiones. Los opositores, además, han encontrado en Henrique Capriles
(su discurso de derrota fue conciliador y ecuánime) un joven y gallardo representante.
Estoy
a favor porque es una de las pocas personalidades que reivindica la figura de
Juan Velasco Alvarado, el único dictador peruano que realmente quiso
revolucionar su país. Estoy en contra porque fue gran amigo de Alberto Fujimori
y brindó caleta asilo al prófugo Vladimiro Montesinos, hasta que la periodista
Patricia Poleo lo descubrió.
Estoy
a favor por la nacionalización de varias empresas mineras y petrolíferas, de la
telefonía pública. Pero en contra de haber creado un aparato burocrático
elefantiásico y poco productivo.
Estoy
a favor de no dejarse amilanar por las amenazas de las grandes corporaciones
—que ponen y deponen gobiernos según sus intereses—, comparto sus sueños
utópicos de ser una nación totalmente independiente de influencias extranjeras,
ejemplo de la América que Simón Bolívar imaginó como una sola nación unida.
Pero en contra de sus políticas intervencionistas, propias del comunismo
internacional y la Cuba guerrillera.
Estoy
a favor porque siempre me sentiré atraído por todos aquellos que representan
una ‘amenaza’ para el establishment,
capaz de establecer relaciones comerciales con regímenes inapropiados como el
de Teherán, haciendo el papel de villano y transgresor según los medios
occidentales. Estoy en contra porque no sé hasta que punto no se trata de un
monigote que le sigue el juego a los norteamericanos, quienes necesitan de
‘enemigos’ para interpretar su papel de ‘paladines del mundo libre’. Reniega de
los gringos y sin embargo les vende el 50% de su añorado petróleo patrio.
Estoy
a favor y en contra de un personaje complejo que me causa aversión y simpatía a
la vez. Un sujeto que se puede estimar o aborrecer pero jamás ignorar. La
sumatoria de tantas contradicciones son el secreto de quien con méritos propios
marcó un antes y un después en la historia de Venezuela.
1 comentarios:
Creo que nadie imaginó que en menos de cinco meses de ser reelecto, Hugo Chávez fallecería tras una escondida agonía.
Descanse en paz, mi comandante, que en varios rincones de América Latina extrañaremos su manera tan fogosa de hacer política, quizá ya no volveremos a escuchar: "¡Gringos de mierda, váyanse al carajo!" ni otros verborreos tan característicos suyos.
Veamos que le sucede ahora al chavismo sin Chávez y si Maduro reúne las cualidades para calzarse su boína y sigue adelante con su revolución bolivariana que es un calco de la revolución de Velasco Alvarado, figura que usted muchas veces ha reivindicado.
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