Hay personalidades que uno piensa que vivirán para siempre y
en este 2014 que se nos va murieron un par de ellos en suelo mexicano, ambos
más o menos contemporáneos, Gabriel García Márquez en abril y Roberto Gómez
Bolaños en noviembre. Con Gabo murió en mí un poco el lector adulto, racional,
criterioso para embarcarse en la lectura de Cien
Años de Soledad a una edad en que la podía comprender y disfrutar. Con
Chespirito murió en cambio el televidente infantil, emocional, que se conmovía
cuando el Chavo se queda solito en la vecindad, con una banda sonora lacrimógena
que luego descubrí era de La Dama y el
Vagabundo de Disney (el tema del profesor Jirafales y doña Florinda
es de Río sin Retorno de Preminger).
Queriéndolos a los dos, es obvio decir cual deceso me golpeó más.
Tengo la edad suficiente para
recordar que El Chavo del Ocho era
transmitido a las ocho de la noche —en el horario estelar— en ¡Panamericana
Televisión!, después de La Tremenda Corte
(con esa dupla genial conformada por Leopoldo Fernández y Aníbal de Mar). Un
par de años después formaría parte de la sempiterna programación de América,
pero ahora relegado a un horario inocuo antes del mediodía en vez de
transmitirse por las tardes donde ojalá algún día pueda volver.
Recuerdo también cuando se
consideraba al Chavo un programa
nocivo para los niños. De las diversas campañas exigiendo que sea removido del
horario infantil o juvenil porque era un mal ejemplo. Una profesora de primaria
nos recomendaba no verlo por enseñar palabras como ‘menso’ que empobrecían
nuestro léxico. Una amiga de mi edad me confesó que el primer episodio del
Chavo lo vio cuando tenía catorce años. Antes estaba prohibido. Sigo pensando
si esos vinagrosos censuradores siguen pensando lo mismo hoy que El Chavo ha
dejado de ser un personaje mexicano para tener un estatus universal (igual al
de Cantinflas y superior al de Tintán). Dónde están ahora que en su horario
ahora transmiten Esto es Guerra.
Mi padre detestaba el
Chavo. “Cómo puede gustarte un viejo baboso que hace ‘pi-pi-pi-pi’,
¡huevonazo!”. Yo veía y me preguntaba en dónde está el viejo baboso, porque a
mis tiernos siete años yo no veía a un adulto vestido como niño, veía a alguien
como yo, al igual que Quico, así tuvieran la misma talla que Don Ramón o el
Señor Barriga. Tuvieron que pasar muchos años para que mi preferencia incólume
por El Chavo convenciera a mi viejo que era un problema. Lástima que nunca pude
conseguir lo mismo con El Chapulín
Colorado.
Roberto Gómez Bolaños adquirió el nombre de Chespirito por su
talla y lo prolijo para escribir libretos, un Shakespeare en chiquito. Redactor
de copys publicitarios a los 22 años, secundón en varias comedias infames, el
reconocimiento le llegó pasado los 42 años cuando interpretó por primera vez al
Chavo. De allí llegaría el Chapulín, el doctor Chapatín, Chaparrón Bonaparte,
el Chanfle en el cine y el Chómpiras (acompañado primero por el Peterete (Ramón
Valdés) y luego por el Botija (Édgar Vivar). Esa fijación por crear personajes
con la CH hizo que al final se quedara con la Chimoltrufia (Florinda Meza), que
primero fue flaca de Carlos Villagrán y luego no se detuvo hasta lograr que una
de sus estrellas saliera del “programa número uno de la televisión”, como
rezaba su careta de entrada.
La marcha de ‘Quico’ del troupé de Gómez Bolaños no es
imperdonable, tampoco la batalla judicial con María Antonieta de las Nieves por
los derechos legales de la Chilindrina, si lo es en cambio que se deshiciera de
‘Don Ramón’ el cómico más emblemático y querido de su programa, hoy valorado y
respetado en la cultura pop de América Latina. Cuando Valdés murió en 1988,
para mí, oficialmente, había muerto el Chavo.
Partir a los 85 años de este mundo es un logro envidiable que
muchos mortales aspiramos a llegar. Su deceso, entonces, no debería apenarnos.
Hace unos años vi una entrevista a este hombre senil donde mencionó una teoría
interesante sobre la muerte: “no importa el momento en que te mueres, cuando te
toque revivir te encontrarás con todos los que conociste en la otra vida, se
hayan muerto antes o después que tú, y volverás a vivir las mismas experiencias
con ellos”. Para vivir una misma experiencia no necesito estar muerto, me basta
volver a ver películas o programar tan buenos como el Chavo. Chespirito seguirá
con nosotros hasta que oficialmente lo saquen de las parrillas televisivas de
América Latina.
1 comentarios:
Chespirito, a mi criterio, es el cómico de la lengua española más grande de todos los tiempos.... Claro tengo 35 años y algunos mayores me refutan que Cantinflas era superior.... Entodo caso es el mas grande para mi...
El Chavo del ocho que duda cabe fue "el programa número uno de la televisión humorística".... un programa atemporal y transgeneracional, que a pesar de ser políticamente muy incorrecto (niños golpeados, insultos y hasta fumar en cámara), no resulta un mal ejemplo, sino por el contrario rescata los valores más sanos y puros de la niñez..... Descansa en paz chavito
P.D. Don Ramón era realmente genial.....
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