Comer con la mano. Limpiarte las manos en la ropa tras haber tragado.
Botar la basura en la calle. Orinar —y cagar— en la calle. Orinar dentro de
una piscina. Orinar cuando te duchas. Llevar ollas con comida a la playa.
Engullir cebiche, papa a la huancaína y tallarines rojos en un mismo plato. Sintonizar
La Nueva Q “donde manda nuestra cumbia” y otras emisoras del mismo corte. Llamar
a la radio para mandar saludos. Tener las canciones del Grupo 5 o los Hermanos
Yaipén en tu computadora o celular. Escuchar esa música a todo volumen en tu
centro de labores. Almorzar en restaurantes donde irradian música a decibeles
insoportables, y después de almorzar salir a bailar. Poner Tiempo de Vals de Chayanne en vez El Danubio Azul de Strauss en quinceañeros y matrimonios. Pensar
que Estados Unidos es el mejor país para vivir. Llamarte Maicol o Jhon —así con
h después de la j—. Apellidarte Gonzales y no González. Preferir pollo a la
brasa con papas fritas en vez de un buen cabrito con frejoles. Echarle mayonesa
a la pizza. Cargar con los sachets de kétchup y mostaza entregados en los Fast
Food. Diseñar gigantografías con exceso de texto y muchos colores. Ponerte a
conversar en la vereda impidiendo el tránsito de los demás. Ponerte sandalias
con medias para salir a la calle. Ponerte medias de vestir con zapatillas. Hacer
cola cuando inauguran un nuevo supermercado. Pasar los domingos por la tarde en
un mall. Ser hincha de programas como Al
Fondo hay sitio, Recargados de Risa
o el Reventón de los Sábados. Añorar
programas como Trampolín a la Fama.
Ser hincha de Laura Bozzo —y creer que nada es arreglado—. Dominguear en la
Plaza de Armas. Endeudarte con cuotas impagables con las tarjetas Ripley o CMR.
Votar por el candidato que te da un kilo de arroz o de azúcar. Comprar
periódicos por la calata de la primera plana. Coleccionar esas calatas para
correrte la paja. Vestir polos, casacas, pantalones o zapatillas con el logotipo
grande. Tomar cervezas que se venden por menos de tres soles. Libar en grupo
con un solo vaso. Arrojar la espuma al suelo, incluso cuando se toma dentro de
una casa. Conservar en la billetera el pasaje de avión de veintiúnico viaje a
Miami. Cargar con monedas de diez o veinte céntimos. Colocar una estampita de
Sarita Colonia en el carro. Colgar un cd o esos perros que mueven la testa. Ponerle
al timón un forro atigrado. Decir ‘haiga’. Decir ‘fuistes’, ‘dijistes’, ‘quisistes’
y demás quistes. Peor si mencionas ‘nadies’ o ‘endenantes’. Aficionarse a
libros tipo ¿Quién se ha llevado mi
queso? y otros de superación personal. Comprarlos en edición fotostática. Coleccionar
películas dvd piratas y lucirlas en tu sala. Decir “dividí” o “cidí” en vez de “devedé”
o “cedé”... Ser cholo es pues más que una mezcla de razas, es un
comportamiento, una idiosincrasia, una mala costumbre según nuestro insight
colectivo. Todos de alguna u otra manera cometemos en nuestro proceder alguna
cholada o peruanada, pero intentamos pasar piola. Cholear es la manera como los
peruanos asolapamos al cholo que llevamos dentro.
lunes, 26 de julio de 2010
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6 comentarios:
ah, entonces me salvé de la choleada: yo digo naides, no nadies; no tiro la espuma de la cerveza al suelo, se la dejo al que sigue con el vaso para que sepa mis secretos, que compartidos son más livianos
ya fuistes fierro, ya fuistes
Escribir "decibeles" en un post sobre el Ser Cholo es snob. Jum.
Más que esnob es bien cholo.
No encuentro un mejor blog donde "haiga" las características de ser cholo.Mientras,veo y escucho en youtube "cholo soy" por Luis Abanto Morales y demuestra " su choledad" con todo su "achote".Y espero que alguien "me peche" un menú.
Orinar mientras te duchas: esos ejemplos debería promocionar inca kola.
Y lo curioso que esa costumbre de mear en la ducha -bien chola y bien peruana, por cierto- fue incentivada por los brasileños en una exitosa campaña publicitaria y se ganaron un FIAP.
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