miércoles, 22 de diciembre de 2010

feliz vanidad

Regalos. Juguetes. Adornos. Panetón. Pavo (o lechón). Champaña (o espumante aguardientoso). Vino. Whisky. Navidad es sinónimo de shopping. La felicidad o el grado de éxito de las fiestas se mide por la jugosidad de los aguinaldos. Si la billetera llega ajustada a fin de año, la Nochebuena puede ser tan lúgubre como el Viernes Santo.

Desde que tengo uso de razón, la Publicidad es el heraldo oficial de la Navidad, funge de moderna estrella de Belén a partir de mediados de noviembre. La fiesta de la unión familiar se torna especial gracias a que los anuncios con mensajes de paz y prosperidad nos van sensibilizando, al igual que las luces multicolores colgadas en las fachadas.

Con melancolía que hiede a mercadería, el recuerdo de añejos spots me sigue conmoviendo. Los de panetón Motta, D’Onofrio o el de ese otro que te regalaba Todinito. El jingle de América TV afirmando ser “una luz que llega y llega bien” o ese otro de Inca Kola diciéndole a los padres que pasen más tiempo con sus hijos (“enséñale lo tuyo, comparte sus momentos”). Tiempos en que los juguetes eran “buenos con B de Basa”, de manufactura peruviana, en las Navidades en las que estaban prohibidas las importaciones y el libre mercado era una ficción.

La publicidad es la culpable de que los peruanos hayamos renunciado a nuestras costumbres navideñas y adoptado las norteamericanas como propias. El Nacimiento, los tamalitos, el Niño Manolito, la Misa de Gallo, los espantosos villancicos de Los Toribianitos, han sido reemplazados por el arbolito, muérdago, puré de manzana, nieve artificial y chocolate caliente en pleno verano (incluso el tradicional chocolate cusqueño es suplantado por otras marcas). El barbudo barrigón —diseñado por Coca-Cola para aumentar sus ventas— ha usurpado a los Reyes Magos su sitial en la entrega de regalos y ahora amenaza con serrucharle el protagonismo al propio dueño del santo, es decir al Niño Jesús, de la misma forma como éste se apropió en el siglo III del 25 de diciembre, fecha que le pertenecía a la fiesta del Solis Invictis de los romanos paganos.

La Navidad es una efeméride con fines de lucro que por milagro inesperado conserva todavía un aroma puro e incorrupto que nos hace sentir bien y nos invita a estar unidos con nuestros seres queridos. Sentirse solo es más patético que estar solo. Doblemente patético es sentirse solo en Navidad. El olor a pólvora en diciembre es más entrañable que el incienso del Cristo Morado en octubre y la Plaza de Armas de Trujillo luce más hermosa con las luces en sus armatostes artificiales, no importa si publicitan entidades financieras de crédito dudoso o universidades de medio pelo.

Confieso que soy un agnóstico que disfruta de la Nochebuena. El 24 de diciembre es un día que me siento estúpidamente dichoso por lo que es inevitable que el propio 25 —el verdadero día de la fiesta— me sacuda una profunda depresión. Mejor sería quedarme dormido en el amanecer del 25 y levantarme de frente el 26. No creo en el Niño Jesús pero sí en la necesidad de una fecha que nos permita cultivar —al menos por unas horas— el sentimiento de hermandad que gran parte del año está adormecido. No importa que sea tan efímero y plástico como los adornos pascueros, el cumpleaños de Cristo puede pasar a segundo plano en Navidad, pero nunca los motivos para juntarnos con quienes tantos amamos.

Idea de la tarjeta de Navidad: Alfieri Díaz
Diseño de la tarjeta: Paiper Pairazamán   

2 comentarios:

STASH dijo...

Así es.Se escucha que Navidad es para los niños.Por eso quizás en esta época somos efímeramente felices.El día que dejemos de tener algo de niños muere este breve época de felicidad.

Unknown dijo...

Hola

Mi nombre es Paulina y soy administradora de un directorio de webs/blogs. Buen blog personal. Quisiera intercambiar enlaces. Puedo agregar tu blog en mi directorio para que así mis visitantes puedan visitarlo tambien.

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Saludos
Pau