La
semana pasada me entrevistó Brayan Vera Alfaro, alumno de Comunicaciones de la
UPN, sobre si existe en Trujillo una sobrecarga (exceso) de publicidad outdoor. Estas fueron mis respuestas.
¿Considera usted que
existe un exceso de publicidad en nuestra ciudad?
No
lo creo, estamos lejos de caer en los altos índices de contaminación
publicitaria de Lima u otras metrópolis de América Latina. Somos una urbe de
casi un millón de habitantes que ofrece muchos espacios todavía no explotados
para la publicidad outdoor. La contaminación
publicitaria está focalizada en algunos sectores del centro cívico como la
Avenida España a la altura de El Retablo, en las cinco esquinas
(España-Bolognesi, Pedro Muñiz y Juan Pablo II) y los jirones Bolívar, Pizarro,
Gamarra y, en menor medida, Junín y Orbegoso.
De los lugares
mencionados, ¿cuáles considera usted que sufren de una sobrecarga publicitaria?
La
publicidad ambiental en Pizarro y Gamarra está en el límite de lo permisible,
no sucede los mismo con Bolívar donde la contaminación visual, aunada a la
concentración vehicular, se vuelve insufrible. La contaminación en este jirón,
específicamente desde el Pasaje San Agustín hasta Colón está saturada de
publicidad de mal gusto. Tenemos material P.O.P. de Claro y Movistar (marca identificada
con un verde estridente que utilizado de manera abusiva hiere a la vista),
letreros de cambio de dólares y otras monedas extranjeras, de compra-venta de
oro y joyas, de zapatillas, de servicios de impresión. El municipio no ha hecho
mucho por hacer respetar la regulación y el uso en este sector importante del
centro de Trujillo.
¿Existe una ley de
regulación y uso de publicidad outdoor
en el centro cívico?
Sí.
Una de las iniciativas para recuperar el centro histórico de Trujillo —o lo que queda de él— es que todos los locales y
establecimientos públicos se deshagan de los letreros luminosos y coloquen su
nombre o logomarca en material pvc o aún mejor, en hierro forjado color negro.
Hay empresas que respetan esta norma como Metro o Inkafarma y locales y
restaurantes como Nuestro Bar, Tributo Bar, Asturias, Amaretto, pero hay otros
que la normativa es letra muerta y habría que ser con ellas más riguroso y
menos contemplativo.
¿Hace cuánto que el Jirón
Bolívar y otras partes del centro cívico sufren del exceso publicitario?
La
actividad comercial de Trujillo a lo largo del siglo XX se concentró en el
centro cívico, por ende su fisonomía ha sufrido del bombardeo de todo tipo de
letreros con diseños variopintos y colores extravagantes. Gracias con la
normativa antes mencionada y al hecho de que el consumo se esté mudando a la
periferia —a
los malls— el
embate publicitario está disminuyendo, salvo en Bolívar que empezó a
contaminarse en el último lustro del siglo pasado con la proliferación de la
telefonía celular.
¿No cree usted que las
grandes avenidas como América, Víctor Larco, Húsares de Junín, Prolongación
Vallejo, etc., están severamente contaminadas por publicidad?
No.
Podría aceptar que algunas cuadras de Prolongación Vallejo o de Húsares están
al límite pero todavía no representan un riesgo serio para la paisajística
trujillana. Donde todavía es permisible pero habría que tener cuidado de no
caer en el exceso, sobre todo en la temporada veraniega que se avecina, es en
la carretera a Huanchaco.
¿Quiénes son los afectados
y beneficiados por este fenómeno?
Beneficiados
nadie, afectados todos. La contaminación publicitaria satura el ojo y la mente
del transeúnte. Al ver tantos mensajes aglomerados y compitiendo entre sí,
simplemente anulan su impacto. A quien no le han preguntado alguna vez por
determinado establecimiento público y el despistado no se percataba que estaba
parado frente a la fachada con un letrero inmenso de su logomarca. El problema
radicaba en que había bastante publicidad alrededor del local que opacaba y
obstruía el efecto del letrero.
¿El fenómeno de la
contaminación publicitaria es mundial?
Por
supuesto, es un mal endémico de todas las grandes ciudades. Sin embargo hay
lugares que hacen de este problema un atractivo como Broadway Street en Nueva
York, Piccadilly Circus en Londres o la propia Las Vegas donde la gente camina
encandilada por la contaminación del neón. En Sao Paulo por ejemplo, la
polución publicitaria era tal que la comuna tomó la medida de prohibir todo tipo
de publicidad outdoor, norma que se
respeta hasta la fecha. En nuestro país se vienen tomando medidas, como que los
paneles estén a una distancia considerable el uno del otro, a la regulación de
luces y colores en ciertos lugares, a que no tapen o malogren el paisaje urbano
de la ciudad. Estas medidas lamentablemente son letra muerta en las ciudades
del tercer mundo donde la contaminación publicitaria (la invitación al consumo)
hace un cruel contraste con la pobreza extrema.
2 comentarios:
Esto en realidad es preocupante y debe ponerse mano dura cuanto antes.
Por mi parte, me cansé de ver al centro histórico tan estresante día a día.
¡GRACIAS ALFIERI POR LA ENTREVISTA!
Pero no son sólo los espacios los que contaminan, si no también cierta publicidad por sí misma.
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