La
caída de Ben Alí en Túnez en enero pasado son una prueba del poder ilimitado de
la comunicación en redes sociales. La rebelión que en menos de un mes tiró por
los suelos un régimen dictatorial, sólidamente asentado desde 1987, siguió el
siguiente itinerario:
UNO Mohamed Buazizi, joven vendedor
ambulante de la ciudad de Sidi Buzid, se suicida —se inmola— como respuesta a
la humillación cotidiana a la que se veía sometido por la policía local. DOS El
paro juvenil —que en Túnez rebasa el 40%— incita a los jóvenes a protestar por
las calles de Sidi Buzid. Lahsin Naji es uno de los que grita: “¡Basta de
miseria, basta de paro!” antes de electrocutarse colgado de un cable de alta
tensión. TRES
La policía reprime con brutalidad las manifestaciones espontáneas. Las imágenes
quedan registradas por videocámaras y teléfonos celulares y se difunden por las
redes sociales. El movimiento se amplifica en todo Túnez y repercute en otras
naciones de la esfera árabe. CUATRO Un medio de comunicación no controlado por
el Gobierno —Al Jazeera en este caso— informan y retransmiten las imágenes y
mensajes colgados en YouTube y otras webs. CINCO Conforme se difunde la protesta, las redes
móviles —SMS, Twitter, Facebook— se activan y se establece un sistema de
comunicación y organización sin centro y sin líderes, que funciona con suma
eficiencia, desbordando la censura y la represión. SEIS Se difunde en las redes un
videoclip del rapero Ben Amor El General que alienta a la masa juvenil a salir
a protestar. Muestra inequívoca de que el nuevo poder popular radica en la
conexión e inmediatez entre la juventud y la cultura de Internet. En Túnez,
como en otros países musulmanes, la mitad de la población tiene menos de
veinticinco años. SIETE El Gobierno —recién despabilado— pone en
marcha al ciberguerra y la censura en Internet, borrando la información en
Facebook y bloqueando los blogs y web sites de varios activistas. Sin embargo,
desencadenado el oleaje internauta, luego es imposible poderlo detener. OCHO Tras
llegar a la cifra de setenta y dos muertos, los jefes de la milicia se niegan a
obedecer la orden de disparar y el Ejército se interpone a la policía política
del régimen. NUEVE La televisión satelital, que goza de la
mitad de la audiencia frente a las televisoras controladas por el Estado,
empieza a propalar reportajes especiales, en especial Al Jazeera, aunándose la
BBC en árabe, France 24, Al Hiwar y otras. Todo el mundo árabe vuelca su
atención hacia esta minúscula nación norafricana. La revuelta pasa a ser
conocida como ‘La Revolución de los Jazmines’. DIEZ Al Jazeera crea un sistema
interactivo con la información difundida por Internet por los propios
ciudadanos, usándolos como fuente documental y también organizando grupos en
Facebook, transmitiendo directamente a los celulares de forma gratuita. Emerge
un nuevo sistema de comunicación de masas constituido por una mezcla
interactiva y multimodal entre televisión, Internet, radio y plataformas de
comunicación móvil. ONCE Ante la magnitud de la protesta, Ben Alí
abandona el país y se refugia en Arabia Saudita. El gobierno queda en manos del
Ejército.
La comunicación
del futuro es utilizada en las revoluciones del presente, generándose de manera
espontánea, sin estrategias definidas, con ausencia de líderes, por simple indignación
popular. En el caso de Túnez, miles de jóvenes se movilizaron, dispuestos a
arriesgar sus vidas, en contra de la profunda corrupción a cargo de la familia
y los aliados de Ben Alí, quienes controlaban la mitad de las grandes empresas
del país.
Lo de Túnez
es una muestra de cómo se van a suscitar las rebeliones del mañana. Sus efectos
colaterales se extendieron a Egipto, ocasionando la caída de Hosni Mubarak en
febrero y ahora tambalean los regímenes autocráticos de Yemen, Libia, Siria,
Argelia y Bahrein.
Gracias
a las redes virtuales, la juventud árabe comienza a respirar el aroma de la libertad,
como seguro lo harán también la muchachada de Irán, nación que cuenta con el
tercer mayor número de bloggeros a nivel mundial. La Revolución de los Jazmines
podría florecer cuando uno menos lo piense en Cuba, Corea del Norte y, por que
no, en China.
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