No
tengo nada en contra de Iván Thays. Tampoco mucho a su favor. Sólo
he leído de él Las fotografías de Frances
Farmer, conjunto de relatos que, salvo el que le da título al libro, me
parecen indigestos o ‘tan’ apetitosos como un plato de olluquitos, potaje
peruano que confieso no es de mi agrado. Tampoco
me gustaba Vano Oficio, su programa
en el canal del Estado, que pecaba de condescendiente con unos autores y con
otros era francamente soporífero. Thays era la excusa perfecta para quienes
sostienen que la cultura es aburrida.
En
2005, a través de nuestro amigo en común Richard Licetti, tuve la oportunidad
de conocerlo e intercambiar palabras por unos minutos. Hablamos sobre Woody
Allen —sabía de antemano que era su cineasta favorito— y de los logros de su, en ese entonces,
última película: Melinda
and Melinda. Mientras compartíamos impresiones sobre cómo una misma
historia era desarrollada bajo dos ópticas distintas (la de un comediante y un dramaturgo), sentí que mi
interlocutor no dejaba de escudriñar los harapos que yo llevaba puestos,
informales como siempre, marcado contraste con el fino sacón y la bufanda que
lo arropaban, innecesarios para un invierno poco riguroso como el trujillano.
No
tengo idea del momento en que su programa salió del aire ni desde cuando radica
en España. De igual manera, desconozco cuáles son sus últimos títulos
publicados. Conservo en mi biblioteca otra de sus obras: Escena de caza. Quizá algún día me anime a leerla. En pocas
palabras, no sabía nada de nada de Thays, hasta que tuvo el tino de despotricar contra la gastronomía lorcha a través de su blog,
calificándola alegremente de ‘indigesta’ y ‘poco saludable’. Ódiame pero no me
olvides, como reza el mensaje de un vals criollo. Palabras calculadas para
generar una batahola de críticas y censuras desde otro lado del charco.
En honor a la tolerancia y la libertad de
expresión, considero que las opiniones de un escritor sobre gastronomía, carpintería, enfermería o lo que le
venga en gana, pueden ser tan respetables como las de millones de individuos en
el globo terráqueo. Los comentarios se pueden escuchar o se pueden leer, se
pueden validar o se pueden refutar o debatir, puedes retenerlos si encuentras en
ellos algo de utilidad o puedes, simplemente, ignorarlos o expulsarlos al
olvido.
Como peruano no me indigno si un coterráneo se atreve a cuestionar ciertos tópicos cholos y
sagrados. Me apeno más bien cuando compruebo que la masa en este país carece de criterio y reacciona
de manera furibunda, tildando de ‘antiperuano’ o ‘traidor a la patria’ a toda
persona que manifieste una opinión adversa contra nuestro acervo y prosapia.
Thays y muchos más pueden hablar lo que se les antoje sobre la comida peruana, así
como del pisco, el suspiro a la limeña o la Inca Kola, y nadie se debería
ofender por ello. Nuestro bitute no es el pabellón, el escudo o el himno
nacional —que también pueden ser cuestionados—, es sólo una expresión cultural
a la que algunos puede agradar y a otros, simplemente, caerle mal.
Comparto
con Thays la idea de que los peruanos tenemos en el subconsciente una necesidad
de reconocimiento, una urgencia colectiva de salir campeones en cualquier cosa.
Creo en contraparte que la comida peruana —de costa, sierra y selva—, además de ser deliciosa, tiene la propiedad de ser variada, mucho más que las pastas a las que Thays confiesa ser
afecto y que, por si no lo sabe, están cargadas de esos carbohidratos que tanto
defenestra (demostrando ser un completo ignaro en temas culinarios). Sin
embargo, de ahí a ‘creernos’ —y repetir con énfasis— que tenemos la mejor
cocina de América Latina, cuando no del mundo, me parece un chauvinismo
vergonzoso, una huachafería similar a poseer el segundo mejor himno patrio o
que Dios es peruano.
El
hecho de ofendernos o escandalizarnos fácilmente por todo es una de nuestras taras fundamentales. Carecemos de la mesura o del sentido común para ver y
analizar las cosas en su contexto real y verdadera magnitud. El
comentario de Thays salió a la luz a raíz de la última novela de Gustavo Rodríguez,
Cocinero en su tinta (que para mi
gusto peca de oportunista), sin embargo el autor aludido, con la cordura que lo
caracteriza, respondió: “prefiero vivir en un país con pésima gastronomía y
mejor tolerancia y no a la inversa”... Y tiene toda la razón.
El
comentario de Thays pronto caerá en el olvido, al igual que el escándalo de
Leysi Suárez cuando posó desnuda encima de una bandera peruana o cuando Claudio
Pizarro declaró —con fundamento— desde Alemania que muchos peruanos son una
mierda. Considero que el Perú sera más grande que su propia gastronomía cuando
aprendamos a tolerarnos y combatir opiniones con ideas y no con insultos. Por
supuesto, ustedes son libres de opinar si estoy en lo cierto o si estoy
escribiendo huevadas.
3 comentarios:
no, no estas opinando huevadas, fierro. es verdad que no somos tolerantes, nos falta mucho para ser parte del pais que soñamos
en la selva se comen los huevos de taricaya, una especie de tortuga de rio. lo usual es que los huevos se conserven en agua salada y de ahi salgan para ser hervidos y servidos. su olor es nauseabundo. si me lo permites, huele a mierda. sin embargo, para los que gustan de comerlos, es una delicia. en la sierra ocurre lo mismo con la papa podrida, que la gente lo come con avidez antes que otros se la ganen
algunos de los platos criollos que tanto alabamos, estan hechos en base a visceras, como el cau-cau, la chanfainita, el choncholi, riñoncitos, picante de menudencias, lengua, etc, que escandalizan a los foraneos y llenan la casa de un olor que tarda varios dias en dispersarse
ok. todo eso es cierto. el dia en que alguien nos diga que estamos comiendo mierda, y nos encojamos de hombros diciendo, "si no te gusta, no comas" sin ofendernos, habremos avanzado mucho
mientras tanto, seguiremos rasgandonos las vestiduras cada vez que alguien se atreva a decir algo en contra de lo acostumbrado, sin ponerse a pensar si es bueno o no
y sobre thays, te dire que es cierto, su programa era soporifero, pero nadie protesta porque al cancelarlo, no le pusieran una alternativa cultural. alan se cago en la noticia y ollanta igual, para nuestra desgracia
en fin... sigue cierto que no sabemos leer. el comentario de thays fue una critica al libro de rodriguez que aborda el tema gastromonico, pero como siempre, nos agarramos de las ramas y dejamos el tronco intacto. algunos piensan que el libro se vendera como pan caliente a raiz de las opiniones de thays, pero no, estoy segura que ni se detuvieron a leer esa parte y si yo fuera rodriguez, ponia en marcha una campaña publicitaria en base a esto para realmente vender el libro porque hasta el momento, nadie se ha enterado que hay un libro de por medio. asi somos los peruanos
y no jodas pues, que vaina es esa de las dos palabrejas que se tienen que escribir para poder comentar en este blog? vas a desanimar a los mas pintados, saca esa vaina de ahi!!!!
Querida Necia:
Eres y serás un faro en el mar de la intolerancia... Sobre esas dos palabrejas que mencionas, es requerimiento de blogspot o de google y no sé cómo carajo desactivarlas... Si conoces la forma de hacerlo, me escribes.
Besos
Lo primero que se me viene a la cabeza es que a Thays, su madre no le dio de lactar. Ademas que generalizar y buscarle cinco patas al gato sabiendo que tiene cuatro me parece ridiculo (lo mismo hace necia al nombrar esos platos en verdad indigestos de la selva y de la sierra)
Y el que "necesitemos" ser reconocidos como buenos, unicos o mejores en algo, es presisamente por la mala suerte que tenemos de tener a personajes como Laura Bozzo que vive sacando y exponiendo lo peor de nosotros, los de afuera al verla a ella, piensan que nos ven a todos los peruanos, si, asi es la gente que generaliza, ignorante en todo el sentido de la palabra.
Y quien es ese sujeto que afirma que prefiere vivir en un pais tolerante a bueno en gastronomia?.. Ya le quisiera ver comiendo solo empanadas o vomitivas sopas como en un pais que conozco.
Saludos, Alfredo
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