Años atrás, cuando era adolescente, me gustaba jugar
con la idea de que La Libertad se independizaba del Perú, constituyéndose en
nación propia y siguiendo ejemplos de otros países federados —Brasil o Estados Unidos— mudaba la capital política hacia la segunda urbe de
la región, es decir de Trujillo se mudaba a... Pacasmayo. Mi imberbe ignorancia
hacía que en mi inocente recreo geopolítico dejase de lado a las poblaciones
del ande, y entre ellas a Huamachuco, urbe que conserva tanta riqueza en
historia y tradición como la propia ciudad de la eterna primavera.
Reconozco. No conozco Huamachuco, pero sé que es la localidad de mayor importancia en la
provincia Sánchez Carrión. Es un vínculo de comercio estratégico para La
Libertad al colindar con Cajamarca y las provincias de Bolívar y Pataz. Su
producción es muy diversa. En las alturas se produce gran variedad de papa
nativa, siendo el principal abastecedor de este tubérculo de la costa norte.
También produce ingentes cantidades de trigo, maíz, lenteja, arveja, haba,
palto, oca, quinua, kiwisha, mashua y olluco. En las zonas bajas, circundantes
al río Marañón, se siembra plátano, ciruela, camote, yuca, mango, naranja, etc.
También aporta a la industria minera con oro —explotado por la empresa canadiense Barrick Gold
Corporation—, plata, carbón y
caolín.
Ubicada a 184 km de Trujillo, el viaje en cualquier
bus de ruta dura entre cinco a seis horas a causa de la sinuosidad y la mala
conservación de la carretera. El precio del pasaje varía de acuerdo a la
temporada. Si el visitante arriba temprano, el frío seco y penetrante, propio
de una ciudad enclavada a 3169 metros sobre el nivel del mar, le dará la
bienvenida. Luego, a medida que avance la mañana el clima se pondrá más cálido
gracias a un sol esplendoroso que calcina sus viejas calles empedradas.
Huamachuco, cuyo significado en el idioma culle,
hablado por los antiguos lugareños, significa ‘Gorro de Halcón’, fue fundada
sobre una meseta por los padres agustinos, enviados por el rey de España, en
1554. Junto con ellos llegó la venerada imagen de la Virgen de la Alta Gracia
que hoy es acompañada por dos niños: el Niño gringo por sus bucles dorados, que
tiene más de 400 años y el niño de cabellos oscuros, que tiene unos 50 años y
es paseado en andas, recorriendo casa por casa, durante las novenas en la
Fiesta Patronal.
Un puñado de manzanas, aproximadamente la octava parte
del casco urbano, conserva sus construcciones coloniales, herencia de su linaje
chapetón. La plaza de Armas tiene como atractivo un jardín bien cuidado con
ilustraciones florales que recuerdan el noble pasado de esta tierra de
valientes. En una de las esquinas destaca su imponente campanario que recuerda el ingreso del ejército libertador de Bolívar, compuesto por un arco grueso de donde penden
tres campanas y, sobre esta superficie, se sostiene un arco más pequeño que
alberga una campana más pequeña, de sonido lóbrego, doblada cada vez que un
vecino notable de la urbe pasa a mejor vida.
La belleza de la zona no radica en la ciudad sino en
sus valles, montañas, ríos y quebradas, reunidos bajo un cielo de azul intenso.
La red de lagunas Sausacocha, La Negra, Collasgón y El Capulí conforman un
verdadero espectáculo. El camino a Sausacocha o ‘laguna rodeada de sauces’ o
‘laguna que no se seca’, cuenta con una pista bien asfaltada en medio de un
bosque de eucaliptos, cuya proximidad es anunciada por un aroma fresco y un
viento susurrante. Sausacocha cuenta con 172 hectáreas de extensión y una
profundidad de 1.50 metros en la orilla y de 12 a 15 metros en el centro. Es la
más grande del lugar. En sus márgenes crecen los juncos, carrizos y otras
hierbas en generosas cantidades, alimento de patos silvestres y gallaretas que
reposan en sus aguas apacibles. Se puede pasear en bote a un precio módico o se
puede practicar diversos deportes náuticos como el káyak o el windsurf.
Otros de los atractivos son las aguas termales de
Yanasara y El Edén. A sus fluidos milagrosos, ricos en elementos químicos, se
les atribuyen propiedades medicinales para el tratamiento del reumatismo.
Cuentan con piscinas, duchas, vestidores y baños privados para deleite de los
visitantes.
Cerca de la urbe se levanta la fuente Agua de los
Pajaritos, paraje idílico cuya leyenda dice que dos jóvenes enamorados, hijos
de distintas clases sociales, fueron impedidos de consumar su pasión. Mismos
Romeo y Julieta lograron en este lugar unirse para toda la eternidad. Cada mañana,
las aguas prístinas del manantial congregan a varios curiosos. Se tiene la
creencia de quien las bebe mantiene su salud y juventud. Se dice, además, que
todo forastero que las pruebe, se quedará en Huamachuco para siempre.
Huamachuco, tierra de José Faustino Sánchez Carrión,
prócer insigne de la Independencia, fue nombrada por el libertador José de San
Martín ‘Muy ilustre y fiel ciudad’. El 10 de julio de 1883 fue escenario de la
batalla de Huamachuco, episodio final de la Guerra del Pacífico, donde las
tropas rebeldes lideradas por Andrés Avelino Cáceres, fueron derrotadas por las
tropas chilenas al mando de Alejandro Gorostiaga.
En las inmediaciones podemos ver vestigios
arqueológicos, testimonio de la riqueza de su pasado. Muchos estudiosos han
intentado descifrar quienes fueron los wamachucos y que pasó con su
civilización, pero a la fecha esos secretos no han sido revelados. Cuenta la
leyenda que los wamachucos fueron sometidos por la tribu de los wachemines.
Para liberarlos, el dios Ataguju envió a su hijo Waman Suri, pero fue doblegado
en la brega y en su cautiverio se enamora de Kautaguan, hija de los invasores.
Ambos, en su intento de escapar, son capturados y Waman Suri es quemado vivo.
Fruto de su amor con Kautaguan, engendrará dos huevos y de uno de ellos nacerá
Catequil, quien provisto de una honda derrota a los wachemines y permite el
resurgimiento de los wamachucos.
A partir de este mito, el pueblo se fortaleció,
transformándose con el tiempo en un reino que resistió a los pueblos que
pretendían su territorio. Marcawamachuco, cuya edificación se remonta a más de
1500 años —y a la que Fernando
Belaúnde llamó ‘la Machu Picchu del Norte’— fue su centro administrativo y de dominación. Para
mantenerse, los wamachucos necesitaron de las comunidades aledañas y, desde
este lugar, la elite convocaba a trabajos comunales o ‘guarangas’. Gracias a
que compartían una misma cosmogonía religiosa, a este grupo le fue sencillo
ejercer el poder. Gobernaron durante 800 años hasta que sucumbieron ante la
influencia de los Wari y, posteriormente a la de los Incas.
Marcawamachuco comprende cinco sectores: Las Torres,
El Castillo, Las Monjas, Cerro Los Corrales y Cerro Viejo. A la entrada del
recinto se levantan los imponentes torreones. Por su forma escalonada, parece
que fueron hechas para alcanzar el cielo. De forma rectangular y con casi cinco
metros de longitud, se desconoce cuál fue su función exacta, aunque se presume
que fueron una especie de mausoleo. Acompañado de una gran plaza empedrada, se ubica
el conjunto principal, denominado El Castillo. Se cree que operaba como centro
religioso y morada de la clase clerical. Más allá, se erige el cerro Las Monjas
que por su forma cerrada hay quienes lo identifican con los aklla wasi de los
incas. Del mismo modo, se piensa que pudo funcionar como almacén.
Otra ciudadela es Wiracochapampa, ubicada a 3 km. al
norte de Huamachuco. En su interior cobija plazuelas y campos para ceremonias
cívico religiosas y tal vez militares. Cuenta con palacetes, depósitos,
viviendas, templos, templetes y acequias por donde discurría el agua. Al
parecer, la ciudadela fue abandonada antes de finalizar su construcción,
posiblemente por la caída de los Wari quienes iniciaron la obra. En la
actualidad, estas ruinas sirven de escenario del Waman Raymi o fiesta del
halcón, una de las actividades de la festividad patronal de Huamachuco.
Para entender un poco más la identidad patrimonial de
Huamachuco, debemos adentrarnos en sus expresiones culturales, teñidas de
religiosidad y las usanzas que se tejen a su alrededor. Las ‘repúblicas’ es una
de ellas. Consiste en un tipo de faena que el ‘republicano’ (poblador) debe
cumplir, ya sea danzando para la Virgen, trasladando el madero del gallardete,
etc. A este movimiento de ‘republicanos’ se le denomina ‘guaranga’. Sin
embargo, las guarangas se observan también cuando se trata de actividades
comunales, como la ejecución de un camino, puentes o canales de regadío.
Otro rito es el Chaccu, vocablo quechua que significa
captura de vicuñas. Es una práctica ancestral —incásica, de tributo a la pachamama— que consiste en el cautiverio temporal de estos
animales para su esquila. La finalidad es aprovechar su fibra sin alterar su
población. Se realiza desde el 2004 en la comunidad de Cushuro, a 45 km. de
Huamachuco, gracias a la inserción de 250 vicuñas provenientes de la Reserva
Nacional Pampas Galeras. Cada ejemplar produce entre 250 a 300 gramos de fibra
por esquila, lo que representa un gran aporte económico para sus habitantes.
En la víspera del 1 de mayo, se mantiene la
costumbre de ‘florecer’, esto es que los pobladores suban a los cerros
colindantes y aguardan, mientras beben, ver el amanecer desde las laderas y
luego pasar todo el día en el campo. Muchos van a Marcawamachuco, otros al
cerro Sazón o al Santa Bárbara.
En el medio rural, el dueño de una casa nueva escoge a
sus padrinos para que coloquen la primera teja, luego de lo cual se procede con
el techado. Se matiza con el ‘valor’, es decir vasos de chicha y copas de
‘compuestos’ (alcohol puro con agua).
La ropa que los campesinos suelen vestir es un
pantalón negro de bayeta, camisa de bayeta más fina, un saco de algodón con
faja y un sombrero de ala ancha. Las mujeres visten con blusa larga hasta la
cadera con varios niveles en la pechera y polleras adornadas con ribetes. No es
común ver muchachas del área rural con otros trajes pues se sienten
avergonzadas de vestir la ropa de la costa.
Otra maravilla de Huamachuco es su gastronomía. El
Viejo Molino es uno de sus mejores restaurantes. Su especialidad es el cuy
frito, macerado previamente en ollas de barro, servido con una buena porción de
arroz y papas guisadas. En el restaurante Antojitos, a dos cuadras de la plaza
de Armas, se puede probar el chicharrón de chancho acompañado de un ají rojo de
papas. En la cocina huamachuquina nunca falta el picante en casi todos sus
platillos, tampoco la chicha de jora. Otro plato emblemático es la trucha
proveniente de los criaderos de la laguna de Sausacocha. Cada año se ‘siembran’
40 mil truchas y en cada campaña —cada
cuatro meses— se extraen 10 toneladas
para la venta. Criar truchas no es nada fácil. Hay que alimentarlas dos veces
al día, seleccionarlas por tamaños y curarlas. Esto último consiste en retirar
10 litros de agua, verter allí un kilo de sal y sumergir unas 50 truchas
durante un minuto para luego devolverlas al agua. Esto impedirá la aparición de
un hongo que afecta a esta especie. El pescado llega fresquito a los
restaurantes que bordean la laguna. La trucha frita se sirve con arroz, rodajas
de papa, ensalada y un vaso de chicha morada de maíz serrano. Otros manjares
que se pueden degustar son el chicharrón de trucha, el jugoso sudado de trucha
(preparado como si fuera parihuela) y el tiradito de trucha.
Si el viajero desea probar lo dulce de la vida, no se
puede perder a las dulceras que todos los días se reúnen a partir de las cinco
de la tarde en la plaza de Armas para ofrecer sus mejores confites. Preparados
artesanalmente en sus propios hornos de leña, se pueden degustar rosquitas con
pasas, alfajores de leche, caravanas (rosquitas espiraladas), empanaditas
espolvoreadas con harina dulce, cocadas, basitas (pastelillos de maíz) y
bizcochuelos.
Huamachuco está muy ligado a la creación artística. La
pintura toma escenas cotidianas y las plasma en el lienzo con un estilo
costumbrista. No es raro ver en instituciones, hoteles y restaurantes, cuadros
de autores huamachuquinos.
Sin embargo, la manifestación más prolífica son las
danzas en las que participan niños, adolescentes y adultos. En toda La Libertad
no existe otra localidad con un folclor tan rico y abundante como Huamachuco.
En su seno se registra casi una variedad de danzas típicas —unas heredadas, otras creadas— que aluden a la vida rural y urbana, a las luchas,
festejos o romances que allí se desarrollan. Según un primer registro realizado
por Aristóteles Cruz, se encontró que en la provincia de Sánchez Carrión
existen 142 danzas y 10 de ellas son propias de Huamachuco.
Dentro de los bailes, el más popular es la Contradanza,
heredado de la Colonia, mezcla de baile cortesano con elementos regionales,
donde los lugareños autóctonos se mofan de las costumbres de los españoles, el
pueblo conquistador. Sin embargo, existe otra versión del historiador
Solórzano, quien sostiene que en honor al nacimiento de Florencia de Mora, su
padre, don Diego de Mora, la bailó por primera vez en Huamachuco y luego se
volvió tradición en la parte rural y urbana.
La danza de Los Indios Fieles es una estampa que no ha
perdido sus características y siempre acompaña a la festividad de la Virgen de
la Alta Gracia. Su mensaje es la resistencia a las creencias europeas. Hay una
pugna entre la tribu creyente y la no creyente. Unos que todavía creen en
deidades como el sol, la luna y la tierra, y otra ya evangelizada. Luego de la
brega, ambos se reúnen y escenifican un cortejo de enamoramiento a la
cosmovisión andina.
De la localidad de Urpay proviene la danza de los
canasteros, llamada así porque representan la construcción de una canasta,
llevando una especie de gorro con plumas de pavos reales. Su atuendo es una
camisa blanca, chaleco y un rebozo. La danza de Los Halcones cuenta la leyenda
de Catequil, el sometimiento de los wamachucos por los wachemines y la
posterior liberación del pueblo. La danza de Los Venados, natural de Ychubamba,
imita la forma de vida de estos animales. La danza de los Amarus recrea el
baile de la serpiente que protege el centro arqueológico del Cerro Amaru.
Sin embargo, quizá la estampa más propia sea el uso de
la flauta y de la caja, hecha con piel de perro por un lado y piel de zorro por
el otro, dándole un gran significado porque entre el perro y el zorro existe
una gran rivalidad por ser especies antagónicas. La creencia es que este
instrumento transmite una energía especial a la gente que baila.
Cada 15 de agosto, los habitantes de Huamachuco
celebran su máxima festividad en honor a la Virgen de la Alta Gracia. Las
fiestas patronales principian cada 29 de julio cuando el gallardete, un inmenso
tronco de eucalipto —de más de 40 metros de
alto— acompañado del estandarte nacional, es colocado en la
plaza principal.
El ritual no es nada sencillo. Con un año de
antelación se concierta la donación del madero —que reposa tres meses bajo el sol en la localidad de
Shangal— y bajo la tutela de la Comisión, se dirige el proceso
de selección, tala, raumada (podada), descortezado, traslado, colocación,
izamiento y descenso. Junto al comisario mayor, todos los pobladores de la zona
inician el traslado del leño hasta la plaza, recorriendo la geografía
accidentada de la sierra. Bajo arengas y la sonata de la banda, hombres y
mujeres tiran de yugos y sogas para conducir el gigantesco madero hasta su
destino. Durante el recorrido hay dos descansos o ‘caleos’ donde se ofrece coca
y chicha a los jaladores.
Estruendo
de avellanas, redoble de tambores y resonar de trompetas anuncian el arribo del
tallo a la ciudad. Ya en la plaza, el tronco es pintado de rojo y blanco. En
ese momento, todos unidos —hombres
y mujeres del campo y la ciudad— se
preparan para el levantamiento del gran gallardete, ayudados por ‘tijeras’ de
madera de dos a dieciocho metros de alto y cuerdas amarradas en varias partes.
La algarabía traducida en aplausos, abrazos y gritos de júbilo, anuncia que la
meta se ha cumplido. El asta ha sido afirmada en el suelo y la bandera bicolor
flamea por el viento serrano. El párroco imparte su bendición y se disfraza de
catolicismo un rito de tiempos paganos, de simbolismo fálico, en que el madero
erecto penetra a la pachamama y la fecunda para que ofrezca cosechas en
abundancia.
En los días sucesivos, los pueblos aledaños pueden
divisar la bandera que los invita a unirse a la celebración. En las mañanas se
realizan misas en honor a la Virgen y las novenas durante las catorce noches
siguientes. El 12 de agosto, la Hermandad de la Virgen de la Alta Gracia recibe
el manto donado por los devotos acreedores a tal honor en esa temporada. En el
local de la Beneficencia Pública se exhiben más de treinta trajes de la Virgen,
la entrada es totalmente gratuita. A la fecha, tiene mantos pedidos hasta el
2027.
El
14 de agosto se arregla el anda. A la Virgen se le viste a puertas cerradas.
Finalmente, el 15, se celebra la misa y después sucede la procesión, acompañada
de banda de músicos y las danzas típicas, escoltando a la patrona en todo su
recorrido. Dicen sus fieles devotos que la Virgen es muy milagrosa, tanto como
la otra Virgen, la de la Puerta, su competencia directa en lo que prodigios se
refiere dentro de la región. Los huamachuquinos viven convencidos que a ella le
deben de que vivan rodeados con tantas maravillas. Nosotros los descreídos no
tenemos por qué dudarlo.
Fotos de Hugo Castro Castro
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