-->
El agua en Trujillo se ha convertido en un problema,
ciudad enclavada, por hispana necedad, en las tierras fértiles de un verde
valle, pero rodeada de páramos arenosos donde los emigrantes invasores mueren
de sed. Sea el mar que día a día devora más litoral en Las Delicias, Huanchaco
y Buenos Aires, sea por la napa freática —cada vez más alta por los avances
acuosos del Proyecto Chavimochic— carcomiendo las bases de las casas de
diversos sectores otrora pantanosos, ahora le toca enfrentar los aniegos de agua
potable y servidas que amenaza con derruir las principales arterias del casco
urbano.
“¡Tenemos en la calle un tremendo agujero!”, exclamó
Claudia, mi esposa, hace un par de semanas tras llegar con el pan para el
desayuno. “Seguro por las lluvias”, me apuré a diagnosticar, culpando al
chaparrón que habíamos soportado la noche anterior y que agarran de lorna a las
pistas recién asfaltadas por el régimen de Acuña Peralta. Al salir a trabajar
me percaté del tamaño del agujero que abarcaba parcialmente nuestra fachada.
Como la Avenida Carrión se ha convertido en zona de profuso tránsito vehicular —ruta
alternativa por las obras del baipás de Mansiche— supuse que lo ‘arreglarían’
en un santiamén y no me equivoqué. De inmediato llegó un equipo que, mismo
personal de los X-Files, acordonaron
el lugar para evitar curiosos en la escena. En horas vespertinas, el impasse ya
había sido ‘solucionado’, el forado se rellenó y afirmó con arena y luego le
pasaron su capa de asfalto... Hace cinco días, no obstante, el boquete se
volvió a abrir.
Los ciudadanos de a pie —me incluyo— tenemos la pésima
tara de no percatarnos de las cosas hasta que explotan en nuestras narices.
Síntomas de esta problemática ya habían sido alertados por los medios de
información hace meses, pero como ocurren en zonas y avenidas que usualmente no
recorres, le das poca importancia. El sábado por la noche mientras acudía con
la familia a deleitarnos con una pizza en el Metropolitain —vale el cherry porque es una de las mejores de
la ciudad— en la misma intersección de las cinco esquinas, donde los semáforos
se hacen eternos por confluir cuatro vías bastante recorridas, un micro cargado
de pasajeros se hundió de manera dramática al ceder el asfalto, quedando buena
parte de su trompa sumergida en un agujero de aproximadamente siete metros de
diámetro. Escena aparatosa que por suerte no registró heridos que lamentar. Al
día siguiente, desde temprano, un grupo de veinte trabajadores de una empresa
contratada por Sedalib intentaba subsanar el quid del asunto: la rotura de una
tubería matriz, dejando sin el abastecimiento de agua a once urbanizaciones a
la redonda.
Maquillaje temporal porque en cualquier momento puede volver a
colapsar.
En 1990 Kevin Bacon protagonizó Tremors, filme de horror en la que un pueblo enclavado en el
desierto de Nevada es asolado por unos gusanos viscosos y carnívoros de gran
tamaño que ocasionan temblores y grandes forados en la arena en pos de presas
humanas. Nosotros no padecemos de ‘tremors’ pero sí de tuberías viejas que amenazan
con hundir los cimientos de la urbe mismo Venecia.
En Trujillo existen 1.200 kilómetros de agua potable y
alcantarillado, de los cuales el 80% tiene más de 60 años de vida útil. La gran
mayoría de estas conexiones son de asbesto y cemento que por la erosión natural
de tanta agua, pichi y caca se han corroído hasta el punto de desaparecer. La
filtración de fluidos hace que la tierra ceda y se diluya y que el asfalto de
la pista se parta como una oblea.
Sedalib es una empresa pública dedicada a suministrar el
servicio de agua y alcantarillado a la ciudad. Durante muchos años estuvo
manejada por la mafia aprista, utilizándola, en muchos casos, como su ‘caja
chica’. Como empresa que depende directamente de la municipalidad, al partido
de Acuña le costó mucho por erradicar a unos funcionarios enquistados en sus
oficinas, protegidos por el régimen de Alan. Recién con Ollanta en el poder, el
actual gobierno edil ha podido tomar las riendas como le corresponde, heredando
los pasivos de tanta agua turbia y la negligencia de no atender un problema que
hace muchos años se veía venir (el tiempo útil de una tubería de cemento es de
15 años).
Para cambiar los tubos obsoletos de agua y alcantarillado
se necesita una inversión de mil millones de soles, partida que Sedalib debe
gestionar ante el Ministerio de Vivienda. No estoy al tanto si la actual administración
viene gestionando la solución de este problema, pero mientras tanto no nos
queda más que rogar que la tierra no nos trague cuando nos movilicemos en algún
vehículo o crucemos a pie la pista.
Como se vanagloriaba el anterior régimen aprista: “El Perú
avanza”.
Fotografías tomadas de la edición web del diario La Industria.
1 comentarios:
El accidente del bus Horna también merece un artículo de denuncia. Es lamentable que viajar en este tipo de buses al interior del país, se convierta en todo un desafío del cual no sabes si saldrás ileso. Casi como una ruleta rusa.
Y las autoridades.. qué ? No es justo, hay vidas humanas que merecen todo el respeto. VB
Publicar un comentario