Nos
gustaría que sucedan con más frecuencia conciertos como el del sábado último en
la explanada del Real Plaza. Que más músicos de renombre pongan a Trujillo en
su itinerario, que de nuevo seis mil asistentes escuchen, vibren y se muevan al
compás del rock’n’roll, género que como definió el propio Jorge González, líder
de Los Prisioneros, sobre el escenario: “es la música de la juventud, la
expresión de su rebeldía”.
Érase
pues hace tres décadas que un trío chileno supo trascender fronteras, a pesar
de la dictadura, imponiendo en la radio canciones mordaces con alta crítica
social. Eran tres amigos del instituto, Claudio Narea en la guitarra, Miguel
Tapia en la batería y González en el bajo y voz, dispuestos a componer ‘pésima
música que no es placer para dioses’.
Con
acordes sencillos —cultores del new wave, el punk, el ska y más adelante,
electrónica— pero letras contundentes, pronto se convirtieron en la banda
contestataria de un Chile reprimido en uno de los referentes de América Latina,
en la voz de los ’80, como titularon en su primera placa.
Los
encuentros y desencuentros desencadenados entre 1990 y 2005 provocaron que la
mejor banda mapocha —con la venia de los vernaculares Jaivas, Quilapayun e Inti
Illimani— se resquebrajara sin asomar a la fecha reconciliaciones amicales o
financieras posibles. Jorge González, muchas veces grosero y quisquilloso sobre
ese tema, es quien se ha apoderado de toda la gloria, quizá con derecho propio
por ser el compositor principal y líder de la agrupación.
En
2005, Los Prisioneros se presentaron por única vez en Trujillo, un concierto
milagrosamente gratuito, auspiciado por una conocida marca de cerveza, que gozó
de lleno total. Ocho años después, solamente volvió el cantante con un grupo de
uruguayos que poco hizo extrañar a los otros miembros originales.
Después
de la presentación de Amén y Libido —las bandas de rock más destacables de la
escena ‘lorcha’—, a golpe de la medianoche le tocó el turno a González quien
abrió su presentación con un título de la primera placa de Los Prisioneros:
Nunca quedas mal con nadie, crítica velada a los cultores de la música de
protesta en Chile (post Jara), castrados por el régimen de Pinochet.
Siguió
Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos, Muevan las industrias,
Sexo —el tema más coreado por muchos que quizá no comprendían que justamente la
letra critica su supuesta ‘liberalidad’—. We are Sudamerican Rockers, Quieren
dinero (donde habla de intis, la moneda del primer gobierno de Alan), Pa pa pa
(cantemos al amor, cantemos a la paz) y terminó la primera parte de su
presentación con ¿Por qué no se van?
La
segunda parte principió con el cantante, guitarra acústica en mano, cantando en
solitario Amiga mía. Continúo con los temas electrónicos más populares de la
banda como Estrechez de corazón, Tren al Sur y su visión feroz del machismo
latino: Corazones rojos. A golpe de una y media culminó con dos de sus mejores
composiciones: Paramar (tena que según Claudio Narea en su libro Mi vida como
prisionero, González compuso enamorado de Cecilia, la hermana del guitarrista)
y El baile de los que sobran. Una colombiana que estaba a nuestro lado y otros
más exigieron con insistencia que el chileno cerrase la noche con ¿Quién mató a
Marilyn?, sin saber que ese tema es de autoría de Miguel Tapia.
Con
un seco “¡Muchas gracias!” un Jorge González avejentado, más delgado —el polo
verde que llevaba, desnudaba su osamenta pronunciada— pero con la voz y el manejo
escénico intacto, se despedía de la multitud.
De
aquí a cruzar los dedos porque el concierto de Andrés Calamaro, ofrecido por
los organizadores, se haga realidad.
1 comentarios:
Andres Calamaro en Trujillo ! guauu.. qué bien !
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